Urbanismo en femenino
María Rosario, María Antonia y María Pilar Frías Sagardoy, las primeras mujeres arquitectas de Navarra, fueron homenajeadas por el COAVN en reconocimiento a su carrera, que cumple medio siglo
pamplona - Puede que la historia de las ciudades se cuente, entre otras muchas cosas, por sus edificios. Por el urbanismo, la arquitectura y también el buen gusto y el estilo que envuelve su desarrollo, sello que a veces también lleva firma de mujer aunque sea -por desgracia- mucho menos visible. Pero la de Iruña es también una historia que se cuenta en femenino y la que tiene que ver con las alturas y con sus rincones y sombras la conocen bien María Rosario, María Antonia y María Pilar Frías Sagardoy, tres hermanas, navarras y arquitectas, las primeras que se registraron como tal en la Comunidad Foral hace ahora ya 50 años.
Las tres han sido recientemente reconocidas por el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro y galardonadas por el Gobierno foral con la Cruz de Carlos III, un homenaje a su carrera profesional en el marco de la exposición MoMoWo (Movimiento Moderno Women), que se ha podido disfrutar hasta esta semana en la delegación. Han participado, además, en una mesa redonda en la que desgranaron el papel de la mujer en la arquitectura navarra durante el último medio siglo, algo que les toca de cerca. Rosario (75 años), que estudió en Madrid, fue la primera en colegiarse en 1967, lo que la convirtió en la segunda mujer arquitecta en Navarra (la primera natural de aquí) después de Teresa Capdevilla.
Tuvieron que pasar casi cuatro décadas, desde la fundación del COAVN en 1930, para que llegara a colegiarse la primera mujer arquitecta. Ya en 1970 hizo lo propio María Antonia (de 69 años y tercera en Navarra), doctora en Arquitectura y todavía hoy profesora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Cinco años después, en 1975, le tocó a su hermana María Pilar, de 66 años. Fue su padre Bonifacio, confiesan, el que supo transmitirles esa pasión por la arquitectura. “Con su ejemplo, a cada una de una manera distinta, se nos fue inculcando”, valoran las hermanas, que han llevado a cabo proyectos de viviendas, de bloques y unifamiliares o urbanizaciones en la Ribera de Navarra y otras comunidades. Empezaron todas ellas “con ilusión”: Rosario trabajó mano a mano con su padre y eso sirvió para que le picara el gusanillo. A la mediana le enseñaba matemáticas y a la pequeña, también, le explicaba los planos. “Cuando estábamos de viaje paraba el coche a mitad de camino y se ponía a explicarnos los detalles de las obras y los edificios mientras hacía fotos. Siempre hemos visto la arquitectura como algo familiar”, cuenta Pilar, que recalca que su padre trabajó como aparejador con Víctor Eusa, que le regaló, por su boda, una capilla en miniatura de madera en relieve que ella todavía conserva: “Mi padre siempre decía que le hubiera gustado hacer iglesias”.
una ciudad diferente En medio siglo, asumen, Pamplona ha cambiado mucho. Conocieron una ciudad que todavía no lo era, porque sólo había campo. Empezaban a extenderse los ensanches y a erigirse las torres de Huarte, prácticamente en el extrarradio. “La ciudad no podía disfrutar de la Ciudadela porque estaba todo vallado, y los militares y los cuarteles dentro”, describen. A lo lejos había empezado San Juan, Barañáin era prácticamente parte de Pamplona, y los barrios comenzaban a unirse.
Pero el desarrollo, dicen, ha sido “armónico”. Otros arquitectos siempre han alabado mucho la ciudad, porque ha tenido un crecimiento muy armonioso: ha sabido conservar muy bien las zonas verdes. Es una ciudad bonita porque es equilibrada para vivir, ni demasiado grande ni muy pequeña, con dos universidades, fácil acceso y mucha actividad cultural”.
Una ciudad “muy amable”, dicen, en la que el los mayores hitos llevan la firma de Víctor Eusa, “el navarro que más estaba al tanto de las tendencias internacionales en la arquitectura moderna”.
Pioneras La mayor, Rosario, fue la que rompió moldes, y sus hermanas siguieron sus pasos. “Se fue a Madrid a estudiar cuando sólo había un 5% de mujeres en las universidades y, en las aulas, de 100 alumnos sólo eran dos o tres -relatan-. Al empezar te sentías en minoría porque los hombres actuaban como si no estuviéramos: parecía que les estábamos quitando el sitio. Pero la verdad es que durante el estudio de la carrera no te sientes para nada discriminada, después el número de mujeres fue creciendo y los profesores nos trataban con igualdad”, destacan.
Trabajando, dicen, no han tenido problemas aunque asumen que a las mujeres, por lo general, les cuesta más alcanzar puestos superiores. “El modo de contar la historia va cambiando, aunque ha costado pensar en las mujeres. La primera arquitecta colegiada de España acabó en el 36, pero no le reconocieron el título hasta el 42. Hay muchos retos todavía en este sentido”, subrayan. De 1967 a 1977, las arquitectas colegiadas en el COAVN -que aglutina a los arquitectos registrados en Navarra y la CAV- fueron sólo 22, de las que casi un tercio estaban en Navarra. Hoy, el 27,12% de los asociados en la Comunidad Foral son mujeres: 262 de 966 colegiaciones.
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