ola, personas, ¿qué tal va la vida? La semana pasada terminé mi escrito con una frase que parece, y lo es, una frase hecha, decía: "La semana que viene, más". Pues bien, en esta ocasión era literal y esta semana vamos a seguir conociendo el primer templo de Navarra, la Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Pamplona.

El jueves salí tempranero aprovechando el día soleado y me acerqué a la catedral dando un pequeño paseo por ese privilegio urbano que es el parque de la Media Luna y lo hice así para poder disfrutar de la vista que desde allí tenemos del templo. Desde las verdes y leonadas barandillas, puro Pamplona, podemos verlo en todo su esplendor, es como una nave que, fondeada en un mar de aguas verdes, sobresaliese sobre las demás con sus jarcias y arboladuras. El conjunto no tiene desperdicio, sobre el baluarte de Labrit la arquería del ático del palacio arzobispal y tras ellos la grandeza, toda la grandeza de más de 600 años de arte en piedra, la grandeza que va desde las dos imponentes torres neoclásicas de su fachada hasta el ábside gótico de la capilla Barbazana. Entre ellos arbotantes, chimeneas, vidrieras y rosetones completan el conjunto. A sus pies, el también gótico molino de Caparroso emerge de entre la fronda con su enhiesta chimenea completando con el Arga una estampa que todo pamplonés tiene en su memoria por más tiempo que haya pasado sin verla. Disfrutado del espectáculo he seguido hacia mi objetivo.

Pero antes de llegar veamos un ápice de historia. Esta catedral no es la primera que hubo en Pamplona, parece ser que en épocas alto medievales la vieja Iruña ya contaba con una célebre iglesia donde los cristianos celebraban sus liturgias y que fue demolida por Abd al-Rahman III. Sancho el Mayor manda restaurar la catedral visigótica y bajo el mandato del obispo Pedro de Roda en 1083 se decide levantar una catedral románica, sus obras empiezan en 1100 y es consagrada en 1127, casi cien años después de la muerte de su promotor. En ella fueron coronados reyes como García Ramírez, Sancho el Sabio, Sancho el Fuerte, los Teobaldos y los Evreux, entre otros. Fue ésta la catedral del viejo Reyno hasta la noche del día primero de julio de 1391 en que gran parte de la iglesia se vino abajo quedando prácticamente destruida. Se salvó la fachada y poco más. En 1394 Lancelot de Navarra por orden de su padre el rey Carlos III puso la primera piedra de la que habría de ser la catedral gótica que ha llegado hasta nosotros.

Para llegar a la Catedral tomé la ronda que la recorre por su parte trasera, la Ronda del Obispo Barbazán. La mayoría de las catedrales góticas que yo conozco, Sevilla, Burgos, Toledo, Segovia etc. están rodeadas por calles y casas y las partes traseras, están tan bien cuidadas como sus delanteras, no sucede esto con la de aquí que tiene su trasera lindante con la parte final de la ciudad y su muralla y a lo largo de los siglos se le han ido añadiendo construcciones como la sala capitular y las dos sacristías adosadas al ábside, la pared de la Sala de Cortes, y demás obras que solo dejan ver con claridad el ábside de la Capilla Barbazana, el resto son paredes de mampostería, calicanto y sillarejo que poco tienen que ver con la magnificencia de la obra en sí.

Hoy en día el paseo es una delicia y a todo lo anteriormente expuesto se le encuentra su encanto pero durante siglos fue un espacio deprimido, sucio y abandonado. He llegado al Caballo Blanco y a la plazuela de San José donde me he sentado un rato a disfrutar de la paz que en ella siempre se respira y a esperar que diesen las 10.30, que es la hora de apertura.

He entrado nuevamente al interior y he sentido esa sensación de ser diminuto que tengo cada vez que lo hago. No tenía nada en mente para ver en esta ocasión , simplemente vagar por sus naves y por sus capillas, mirar hacia arriba y hacia abajo, a derecha e izquierda, abrir bien los ojos y llenarlos de belleza.

Describir todo lo que allí se ve es cosa imposible en este espacio y en mil espacios como este, cada capilla es un mundo, cada retablo esconde una enciclopedia escrita a golpe de gubia y buril, cada capitel una historia, cada tímpano un capítulo sagrado.

Tallistas, estofadores, tracistas, pintores, forjadores, carpinteros, canteros, plateros, doradores, escultores, bordadores, mazoneros€ dejaron su arte y su impronta durante siglos, la catedral no se acabó en el siglo XV, la catedral sigue viva, es un ser semoviente. Hoy en día la exposición Occidens y todos los avances que se están tomando de la mano de las nuevas tecnologías para que llegue a más y más personas demuestran que siempre ha vivido acorde a los tiempos y si hoy un código QR nos acerca la historia del obispo Barbazán, en el siglo XV el tímpano de la puerta del Amparo explicaba a los fieles la dormición de la Virgen.

El parteluz de dicha puerta exhibe orgulloso una preciosa imagen tallada en piedra policromada de la Virgen del Amparo de la que se cuenta una graciosa anécdota. Se dice que cada mañana una anciana que vivía en las casas del arcedianato pasaba ante la virgen para ir al mercado de Santo Domingo y al pasar junto a ella le decía: "María, Mariaza, cara de calabaza, quédate con Dios que yo me voy a la plaza". Y dicen que la Virgen le contestaba con una sonrisa. Dicen.

Bien, han sido cuatro las pinceladas que he dado, me dejo en el tintero la sillería del coro, el mausoleo real, la reja del presbiterio, la puerta Preciosa, la escalera del sobre claustro, la Virgen de la Buena Nueva, la puerta de San José, el Cristo de Caparroso, la Epifanía del claustro, la Virgen de la Consolación, la sacristía barroca y miles de cosas más que si queréis conocer en profundidad os aconsejo os asoméis al Catálogo Monumental de Navarra, Volumen V ***, obra magnífica de García Gainza, Orbe Sivatte, Domeño y Azanza.

Y ahora cambio de tercio para dar las gracias Eduardo Laporte, que en un medio de difusión nacional, elespañol.com, me ha dedicado una crítica en términos por demás elogiosos y a todos los medios que de una forma u otra se han hecho eco de mi libro y que han sido muchos. Sin embargo, el decano de la prensa navarra, que cuando un navarro escribe un tratado de crotalogía en Talavera de la Reina, por poner un ejemplo, le dedica una doble página, resulta que de una obra sobre Pamplona, escrita por uno de Pamplona, editada en Pamplona y que va a sacar su tercera edición solo en Pamplona, de esto no dice ni Pamplona. Curioso.

Ahí lo dejo.

Besos pa'tos.