ola personas, ¿Qué tal todo?, ahorrando pasta imagino, del curro a casa y viceversa poco se gasta.

Yo esta semana he retomado paseo pamplonés y seminocturno, y digo semi porque como el toque de queda nos obliga a un temprano recogimiento salí a una hora prudente para poder volver a la madriguera sin que me parase la pestañí y me encasquetase una buena multa. Fue el martes a las 21 horas con un mercurio ciertamente bajo: 4 grados, por lo que ya empiezan a ser paseos de gorro, guantes y bufanda. Tomé la avenida de Galicia y a la vera de la tapia de mi cole me dirigí hacia nuestra joya verde, esmeralda urbana, que es la Vuelta del Castillo. Para ello atravesé la plaza de los Fueros, obra de Rafael Moneo y Estanislao de la Cuadra-Salcedo con la que consiguieron resolver un espacio que se presentaba conflictivo por dos de los edificios que la rodean , dos emblemáticas obras de Eusa como son la Meca y los Paules, y por la gran carga de circulación que debía absorber, pero lo resolvieron muy bien en lo funcional y en lo estético, por un lado es una plaza que separa perfectamente peatón de tráfico con esos espacios a dos planos y por otro sintoniza con la obra de Eusa con ese ladrillo rojo caravista con el que está construida.

Atravesada la plaza he llegado al gran jardín, el primer edificio que queda a mi izquierda es puro Eusa, La Casa de Misericordia, popularmente conocida como la Meca debido a la abreviatura que los escribanos empleaban cuando a ella se referían en sus legajos, fue levantado en 1927 para trasladar el asilo de ancianos y el orfanato, hoy en día solo cumple la primera de estas funciones con un alto grado de confort y atención al asilado. Poco más allá en nuestro paseo encontramos las dos primeras torres que se levantaron en Pamplona, las torres de Huarte, obra de Javier Guibert y Fernando Redón de 1963, recuerdo cuando se construyeron que eran muy nombradas por todos como si hubiesen levantado en nuestra ciudad el mismísimo empirestate foral y ahora con el paso del tiempo son poco más que dos edificios de cierta altura. Tengo muy grabado el recuerdo de ellas porque aunque yo era muy niño en el segundo piso estaba nuestro dentista y esas visitas son difíciles de olvidar.

La Vuelta del Castillo a esas horas es el paraíso de los korrikolaris. A algunos y a algunas se les ve acordes con su actividad, son fuertes, atléticos, con un respirar acompasado a su carrera, se ve que trotan sin excesivo esfuerzo, que llegarán a su meta sin problemas y probablemente con margen para correr un poco más, pero se ve a otros y a otras que yo en su lugar me plantearía seriamente el ejercicio elegido, se les ve congestionados, sobre esforzados para seguir el ritmo que se han marcado, resoplando más que respirando y me hacen albergar serias dudas de que lleguen a su casa con bien.

Bajo los imponentes plátanos que llenan el paseo he llegado a la calle Fuente del Hierro y la he tomado para adentrarme en terrenos de Iturrama. Es éste un barrio antiguo, muy antiguo cuyo topónimo ya se lee en documentos medievales, su traducción es fácil incluso para los que no somos euskaldunes: itur, fuente, y ama, madre, o sea manantial. Se sabe que de Iturrama se canalizó agua al centro de la ciudadela para abastecer de tal necesidad a sus ocupantes y, según el maestro Arazuri, "ya en el siglo XVI la fuente de la plaza del Consejo se alimentaba con agua del manantial de Iturrama". Sus límites están marcados por la Vuelta del Castillo al Norte, la variante al Sur, Abejeras al Este y Pio XII al Oeste. Todo este terreno hasta bien entrados los años 70 era un sinfín de casitas hortelanas, casas de recreo y alguna humilde casa de pisos, yo no lo frecuenté mucho, era zona que prácticamente solo frecuentaban sus vecinos. Recuerdo que una vez acompañé a un primo mío, médico, a ver a un paciente y me parecía estar en otro mundo. De todo aquello solo queda en pie, como referencia de aquella época, el frontón de López que nos sirve para ubicarnos cuando vemos fotos antiguas de la zona. La que sí recuerdo bien es la calle de la Fuente del Hierro porque era camino que recorríamos con mi abuelo en excursión dominical para acercarnos a la fuente que le da nombre donde se aprovisionaba de unos litros de sus ferruginosas aguas porque, según él, eran altamente reconstituyentes.

He entrado por dicha calle y lo primero que he recordado ha sido aquella casita que se resistió al avance urbanístico y que se llamaba Casa Emeterio, rodeada de grandes edificios ella seguía en pie con su juego de la rana en el exterior y sus bocadillos de chorizo en el interior. Siguiendo calle adelante llegamos a la pinacoteca navarra, son calles dedicadas todas ellas a quienes fueron alguien con el pincel y la paleta. Basiano, Crispín, Zubiri o Ciga, entre otros, tienen en ellas el homenaje que merecen.

Bajando ya hacia la universidad encontramos la fuente antes mencionada pero fuera de su sitio, necesidades de urbanización han obligado a cambiarla de lugar y las intervenciones en el subsuelo que el desarrollo de la zona ha necesitado han secado su acuífero con lo que la fuente está de modo puramente ornamental.

La cuesta abajo nos lleva al campus universitario que recorremos para tomar en dirección Pamplona la otra calle que vertebra Iturrama: el viejo camino de Esquiroz, hoy calle homónima. Esta calle no hace tanto era camino de aspecto rural, con una vaquería en su comienzo, un aska y un montón de casas hortelanas, a medio camino estaba la entrada de la gran finca de recreo que allí disfrutaba D. Toribio López y que en su interior albergaba el frontón antedicho.

Iturrama es junto con San Juan lo que en Pamplona se considera el III ensanche, a mediados de los 60 se empezaron a tirar casitas para levantar casazas, primero fue el grupo Rinaldi, luego las Torres de Huarte, luego el alejado grupo de casas de la cooperativa Santa Elena en los primeros números pares de la calle Irurrama y algún otro edificio aislado. Los nuevos vecinos vivieron sus primeros años entre excavadoras, hormigoneras y apisonadoras y nacieron calles que pronto se llenaron de edificios modernos, de comercio y vida, de bares y ambiente. NH abrió el hotel Ciudad de Pamplona, la SAIDE abrió los cines Iturrama y se instalaron bares de copas como el Ensayo o la Champanería que dieron al barrio carácter de ciudad.

La calle Esquiroz me ha devuelto Vuelta del Castillo y a casa rapidito que se acerca el toque de sirena.

Cuidaros que esto no ha terminado.

Besos pa tos.