l Casco Viejo de Pamplona vivió ayer una mañana de 6 de julio nublada y bastante tranquila. Calles como Calderería o Jarauta, dos de los centros neurálgicos de la fiesta, desangelados; la mayoría de bares y restaurantes sirviendo almuerzos a medio gas y un poteo al mediodía en el que reinó la responsabilidad. Una mañana gris de 6 de julio.

Las cuadrillas disfrutaron del tradicional almuerzo. Foto: Oskar Montero

La Plaza del Castillo, con gran presencia policial y el kiosko vallado y acordonado, fue de los pocos sitios que presentó cierto ambiente sanferminero. "La cuadrilla de toda la vida almorzamos en el Windsor. Nos hemos juntado diez, pero otros años hemos llegado a ser 40 e incluso 50", relató Carmelo Butini Echarte, librero de La Casa del Libro, apenado por el segundo año consecutivo sin San Fermín. "Siento una tristeza total. Encima ha salido lloviendo. Pero bueno, tranquilidad, responsabilidad y a ver si los del año que viene son del 6 al 20 de julio, como los Sanfermines antiguos", deseó.

A unos metros, en el Bar Baviera, Laura Urrutia y sus amigas se tomaban unas copas de champán con el tradicional atuendo sanferminero. "Se nos hace impensable no ir vestidas de blanco y rojo un 6 de julio", comentó Laura. Eso sí, dejaron bien claro que evitarían las posibles aglomeraciones: "Nos daremos un paseo y veremos el ambiente. Si hay mucha gente, nos volveremos", aseguraron.

La calle San Nicolás, junto con Navarrería, también acogió a algunas cuadrillas que no se quisieron perder la tradicional cita con el almuerzo, que se vivió con total serenidad. "Ya era hora de que se pudiera almorzar tan tranquilo", bromeó Pedro Gutiérrez. "Lo más probable es que estemos aquí de sobremesa un buen rato y si nos movemos iremos a sitios poco concurridos. Al final es ir con cuidado", añadió.

300 agentes de Policía Municipal y Policía Foral vigilaron el Casco Viejo. Además, agentes de UIP de Policía Nacional. Foto: Oskar Montero

pañuelos al viento A falta de 30 minutos para las 12 del mediodía, cuando los agentes de Policía Foral y Policía Municipal restringieron el acceso a la plaza Consistorial, el Ayuntamiento presentaba casi un aspecto de día laborable: cafeterías y comercios abiertos y apenas dos decenas de personas vestidas de blanco y rojo. "Hemos almorzado y hemos venido por curiosidad, a ver qué ambiente había", apuntó Marta Equiza, del barrio de San Juan, que aseguró que iban a completar el día con una comida pero que no tenían pensado salir por la noche debido a la escalada de casos por Covid en los últimos días. En este 6 de julio también hubo sitio para las cuadrillas más veteranas. Los integrantes de La banda del chipirón, todos cercanos a los 80 años, no quisieron perderse una tradición que llevan manteniendo medio siglo. "Ya no corremos el encierro pero seguimos la juerga hasta que el cuerpo aguante", señalaron.

A las 12 del mediodía, las 200 personas congregadas alzaron sus pañuelos rojos al grito de "¡Viva San Fermín! Gora San Fermín!", mientras se escuchaban de fondo algunos cohetes lanzados desde los balcones, simulando un Chupinazo más que añorado. La pamplonesa Marisa Gil y su hija Zaira Sardina afirmaron emocionadas que "solo con escuchar las campanas del reloj" ya se daban por satisfechas.

Un centenar de personas alzan sus pañuelos en la plaza Consistorial. Foto: Patxi Cascante

Además, un nutrido grupo de pamploneses se acercó al reloj de La Casa del Libro, en la calle Estafeta, y grabó con sus teléfonos móviles cómo la cifra descendía a 365 días. "¡¡¡Ya falta menos !!!", gritaron esperanzados.

la hogaza de ablitas Este día 6 tan atípico permitió ver escenas inusuales para la fecha. Korrikolaris en la calle Estafeta -quizás entrenando para los encierros del año que viene-, visitas guiadas en plena Plaza Consistorial a una hora de que el reloj marcara las doce del mediodía o una hogaza de pan en una de las dos estatuas que flanquean la puerta principal del Ayuntamiento. "Todos los años intentaba ponerla pero era muy difícil por la cantidad de gente que había, así que este año me he quitado el gusanillo", comentó Alfonso Baigorri, panadero natural de Ablitas.

Alfonso Baigorri, panadero de Ablitas, colocó una hogaza en una de las estatuas del Ayuntamiento. Foto: Patxi Cascante

También para conocer historias tan curiosas como la de Joaquín, vecino de la calle Estafeta que desde 1964 vive el chupinazo desde el vallado de la plaza Consistorial. Para ello, se levanta a las cuatro de la mañana. "Generalmente me respetan el sitio, aunque un año vinieron unos de Andosilla a las 3 de la mañana y me lo quitaron", recordó. Este año no vino tan pronto, pero se quedó al chupinazo para "gritar un viva San Fermín que lo va a escuchar toda la plaza" y al Riau riau, "aunque seamos 20", aseguró.

A las 12 del mediodía, Joaquín gritó intensamente: "¡Viva San Fermín!". Foto: Unai Beroiz

Pero para historia curiosa la de tres peregrinos del Camino de Santiago, que contemplaban perplejos la estampa. Provenientes de Francia, Bélgica y Suiza, declararon que no sabían nada del por qué del blanco y rojo en la parte vieja de la ciudad.

Una pareja se besa con el ayuntamiento de fondo. Foto: Unai Beroiz