El Palacio del Condestable acoge desde el 11 de junio la exposición Centenario de la Plaza de Toros de Pamplona 1922-2022: evocación, imágenes y documentos del Archivo Municipal de Pamplona, y permanecerá abierta hasta el próximo 28 de agosto. La muestra celebra los 100 años de la Plaza de Toros pamplonesa a través de un recorrido de la historia de los sucesivos cosos que ha acogido la capital foral desde el siglo XVIII hasta la actualidad, mediante planos, documentos, infografías y, fundamentalmente, con una selección de más de un centenar de fotografías de los fondos del Archivo Municipal de Pamplona (AMP). Han aportado instantáneas el fotógrafo recientemente fallecido Mikel Goñi, el fotógrafo de DIARIO DE NOTICIAS Javier Bergasa y la arqueóloga Mercedes Unzu.

El comisario de la muestra Javier Marquínez, nacido en Bargota en 1960, se ocupó en la presentación de proponer la idea y catalogar la exposición. “El centenario es una opción fantástica para resaltar la importancia que ha tenido este edificio, no solo a nivel taurino y festivo, sino también urbanístico; y de esta manera contar una historia fascinante que muchos no conocen”, argumentó.

La muestra se despliega en el vestíbulo y el patio del edificio y se divide en tres grandes bloques. Los dos primeros reflejan la sucesión de las plazas de toros previas a la actual y la construcción del coso que cumple 100 años, además de incluir una selección de un siglo de imágenes del Archivo Municipal de Pamplona. Instantáneas de la plaza, escenas del encierro e imágenes de tauromaquia y la fiesta. También se pueden ver planos y perfiles de la estructura que acogió los festejos taurinos que se celebraban en la Plaza del Castillo.

El vestíbulo despliega la historia de los espectáculos taurinos en Pamplona. Marquínez indicó que la capital navarra no contó con un coso taurino propiamente dicho “hasta el siglo XVIII”, por lo que todos los festejos se celebraban en la Plaza del Castillo, entre lo que hoy es el café Iruña y las escalericas de San Nicolás.

Desde 1616, el Ayuntamiento de la ciudad decidió que la Casa del Toril albergara los corrales, además de balcones para solaz de las autoridades. En 1777 se sugirió crear una plaza de toros en la Taconera, pero el Virrey de Navarra se opuso. Un gran obstáculo para construir un edificio de este tipo era que por entonces la ciudad estaba completamente amurallada y no había apenas terreno para dar lugar a nuevas estructuras arquitectónicas.

Hubo varias propuestas fallidas para ubicar una plaza en determinadas localizaciones. Por ejemplo, en palabras de Marquínez, con un proyecto para diseñar “un nido de cosos en la Plaza del Castillo”, que tuvo el visto bueno del reconocido arquitecto Ventura Rodríguez pero terminó por ser descartado. Otro plan, que en cambio pasaba por situar la plaza de toros cerca de la iglesia de San Lorenzo, sufrió el mismo destino.

En 1844 las ferias de toros se trasladaron al espacio diseñado por José Nagusia, donde anteriormente se situaba el convento de las Descalzas. Marquínez revela que “esta fue la primera plaza de toros de Pamplona”. Sin embargo, al año siguiente “ya se encontraron fallos en su construcción”, y 1849 fue el último año en el que estuvo activo. El siguiente ruedo, construido de forma provisional, se instaló en la plaza del Vínculo y funcionó entre 1850 y1851.

Habría que esperar al año 1852 para que Pamplona dispusiera de la correspondiente plaza de toros edificada, nueva y más amplia, aunque con escasa capacidad y pocas comodidades, que es la que en la ciudad se conoce como plaza vieja. Situada a unos 120 metros de la actual, se quemó el 12 de agosto de 1921, antes de que se demoliera, como estaba previsto para poder ejecutar el proyecto del II Ensanche, tras el derribo de esa parte de las murallas de la ciudad. Fue entonces cuando se erigió la actual Plaza de Toros, que, tal y como apunta Marquínez, “se terminó en 16 meses”, con un coste de más de un millón de pesetas y en un solar de 11.443 m2 cedidos por el Ayuntamiento”.

Se inauguró el 7 de julio de 1922 tras ser realizada por el arquitecto Francisco Urcola, quien ya había trabajado “en las plazas de toros de San Sebastián y Sevilla”. Fue el segundo edificio en todo el Estado que fue construido con hormigón armado, material al que de hecho se destinó gran parte del presupuesto de la obra. Fue también la primera plaza de toros pamplonesa en tener corrales. En el año de su inauguración “hubo una gran afluencia y, de entre sus participantes, unos 100 fueron heridos, lo que demuestra que Pamplona ya era ampliamente conocida por sus fiestas antes de que Hemingway popularizara los Sanfermines con su obra literaria”. La plaza nueva estaba muy cerca de la anterior, en gran medida para no tener que modificar –salvo en una curva– el recorrido del Encierro.

A la altura de 1963, según el comisario de la exposición, “el número de visitantes era tan elevado que se planteó la ampliación del complejo”. El elegido para acometer la empresa fue Rafael Moneo, quien engrandeció su entrada hasta convertirla en “la tercera más grande del mundo”. Marquínez ha investigado sobre esta historia mediante “las actas municipales”. “En ellas había mucha información disponible, así que he tenido que realizar el trabajo de seleccionar la más relevante e incluirla en la muestra”, detalla. Dicha selección se puede consultar en “un catálogo de 150 páginas que se puede adquirir al visitar la exposición”.

En el patio se exponen las fotografías, organizadas “en seis secciones: Plaza vieja, Encierro, Tauromaquia, Fiesta, Público y Otros espectáculos”. Entre estos últimos se cuentan actividades no taurinas que la Plaza ha acogido. E incluyen, comenta Marquínez, “competiciones de boxeo, conciertos de Iron Maiden o la celebración del mercado de Santo Domingo, que se trasladó a la Plaza en el año 1986”.