“Mi abuelo, que era como un padre para mí, fue todo un ejemplo en vida. Un hombre luchador y justo con sus ideas. Un adelantado a sus tiempos que hizo mucho por Pamplona, de la que estaba enamorado”. Así describe Elur Barón Rodríguez a su abuelo Baldomero Barón Irigaray (Pamplona, 1910-2006), cuya historia “da para un libro”. Fue uno de los fundadores del Club Natación, acudió a la Olimpiada Popular de Barcelona en 1936, luchó en el frente, estuvo en tres campos de concentración y, a su regreso, enseñó a nadar a media Pamplona y disfrutó de la vida hasta el final. 

Elur Barón, nieta de Baldomero, delante del Club Natación. Oskar Montero

Baldomero era el segundo de cinco hermanos y vivió en el número 23 de la calle San Antón. Como explica Elur, la pasión por el agua le viene desde crío. “En la Primera Guerra Mundial, cuando mi abuelo tenía 10 años, veía a la gente nadar en la zona de Alemanes. Era algo nuevo. Debía haber un camerunés que hacía piruetas y le llamaba mucho la atención. Entonces no había piscinas y solo podían venir al río, donde se juntaban una cuadrilla que se hacían llamar los lobos del Arga. Él estaba todo el día río para abajo río para arriba y llegó a ser multado y encarcelado varias veces porque estaba prohibido bañarse”.

De los seis amigos, cinco fundaron el Club Natación en 1931. “Entonces, pidió a mi tío Baldomero, que era director de Diario de Navarra, que les subvencionaran un trampolín”. Le encantaban el crol y la espalda y, en el trampolín, su nieta todavía recuerda su salto del ángel. “Abría los brazos y era precioso. Le hubiera encantado competir en los saltos extremos que hacen ahora en la Red Bull”, bromea.  

Baldomero Barón (derecha), con nadadores del club.

De la olimpiada a la guerra

Con 26 años, acudió a la Olimpiada Popular de Barcelona para competir en saltos y como responsable de la sección infantil de natación. Se fue para una semana, pero terminaron siendo cinco años. “Cuando llegaron el 18 de julio, estalló la guerra. Por suerte, pudieron ir a casa del misistro Irujo porque mi abuelo había servido para él”.

Se alistó en el ejército republicano, en la Brigada 43, y combatió en el frente de Aragón. “Baldomero decía que se le daba mejor hablar que disparar, así que se metió a retransmisiones. Por eso se libró de muchas, pero le pegaron un tiro en el pie”.

Tras la derrota, pasó por tres campos de concentración, entre ellos el de Gurs. “Dentro de lo posible, mi abuelo era un hombre que veía todo de forma positiva, pero lo de Gurs sí que le pareció triste. Recuerda mucha hacinación, que no les daban de comer, piojos, ratas, suciedad... Mi abuelo pensaba que iba a ir a Auschwitz, pero tuvo suerte. Su hermano Marino y él pararon en el mismo campo y mi tío Baldomero movió hilos para que los sacaran. Vino marcado como un toro, como él decía, porque los quemaban”.

Volvió a Pamplona en 1941 y siguió muy implicado con el Club Natación. “Estuvo muchos años enseñando a nadar –primero a los militares y luego a media Pamplona– y salvó a mucha gente de morir ahogada en la piscina y en el Arga. Lo veías saltar al agua y parecía Superman”. 

Camarero hasta los 78 años

Además, estuvo trabajando hasta los 78 años en el bar de la piscina cubierta, un oficio al que se dedicó desde los 11 años. “Trabajó en Casa Barón, en el Iruña, en el Bar Noé, en Larraina, en el Tenis, en la Piscina Municipal y en el Casino Eslava. Más de 60 años siendo un excelente camarero”.

“Cuando se jubiló, disfrutó de la vida. A la mañana, venía a la piscina a nadar y se echaba un par de potes por San Nicolás camino de casa. Después de comer, se iba al club de jubilados y luego al Irrintzi –del que también fue uno de los fundadores– a cenar. Nadó hasta los 95 años y disfrutó de la vida con pasión”.

Baldomero Barón, a los 93 años junto a su nieto.

Falleció en 2006, poco después que su mujer Felisa Zurró, con la que estuvo casado 62 años. Sus cenizas, como no podía ser de otra manera, se tiraron al Arga. “Mi abuelo tenía muy claro cómo quería todo. Tiré las cenizas al Arga, al trampolín, a un árbol que plantamos los dos... Todo como él quiso. Ahora, me da pena que en parte se haya olvidado la labor de estos pioneros. Creo que habría que recordar más los orígenes para que no queden en el olvido”.