Si leen José Antonio Girona seguramente no les venga ninguna persona a la cabeza. Si escuchan El Largo le identifican enseguida: “Me llamaban el largo, el largo, el largo y el largo me quedé”, bromea José Antonio, que de joven era muy alto y flaco. Este vecino de San Jorge ha dedicado su vida a los proyectos comunitarios –Adardunak, Umetxea, comparsa de gigantes adulta y txiki, zanpantzares, APYMA y consejo escolar– y tras más de 40 años pasa a tercera línea. “Te entra el gusanillo, la rueda empieza a girar y ya no puedes salir”, señala El Largo

En los 80, la heroína “azotaba muy fuerte” en San Jorge. “Era un entorno hostil para los adolescentes y jóvenes. Veías cómo gente cercana que había estudiado contigo caía día a día. Fueron años muy duros”, relata.

El Largo, que desde los 14 años colaboraba con la peña txiki en la organización de las fiestas y en la ludoteca, se concienció de que San Jorge necesitaba espacios para “darle la vuelta a esa dura realidad” así que en 1985 fundó Adardunak, un colectivo de animación infantil . “El objetivo era crear espacios seguros y realizar labores de prevención desde el tiempo libre”, explica.

José Antonio, junto con otras personas, se puso manos a la obra y construyó unos toricos de ruedas –unos sofás desmontados con unas telas viejas–, la almacicleta –una almadía tirada por una bicicleta con equipo de sonido incorporado– o muñecos gigantes que llevaban en zancos. “Pensábamos en juegos que enganchara a los chavales”, insiste. 

Con el paso del tiempo, Adardunak se transformó en un espacio popular de desarrollo circense en el que jóvenes actuaban en las calles de San Jorge. “Nos hacíamos nuestros propios atrezos y las abuelas tejían los trajes de payaso. Aquí ha colaborado todo el mundo”, destaca El Largo.

En verano, la compañía amateur llevaba su espectáculo circense a los pueblos de Navarra y desde hace más de 20 años acuden a la feria de teatro callejero de Tárrega, Lleida.

Es una recompensa, como un viaje de fin de curso después de haber estado todo el verano actuando. La labor formativa entre el voluntariado es muy importante y acudir a la feria enriquece mucho porque aprendemos de las grandes compañías. Lo que vemos lo adaptamos a nuestros medios y a lo que podemos hacer con los chavales”, apunta.

En la actualidad, Adardunak está compuesta por 15 chicos y chicas, ensayan dos veces a la semana y Josu, Raúl y Marta han cogido el testigo a El Largo. “Eran nuestros txikis y ahora tienen 30 años. Es muy bonito que estén al frente tres personas que se han formado dentro del colectivo”, asegura. 

Gigantes, Umetxea y Apyma

El Largo siempre lo ha dado todo por San Jorge, lo comunitario y la vida de barrio. Más allá de Adardunak –el colectivo al que más tiempo dedicó–, en 1991 participó en la creación de Umetxea Sanduzelai, salía de zanpantzar en Olentzero, Carnaval y fiestas y colaboró en la construcción de los cuatro gigantes de la comparsa grande, que bailaron por primera vez en la subida de los mayordomos al Casco Viejo de 1993. “Fue muy bonito ver cómo las familias se divertían con elementos festivos que habían diseñado gente del barrio para vecinos del barrio”, afirma. 

En esa época, había “tanta ilusión por hacer cosas” que hasta los niños y niñas de Umetxea fundaron su comparsa, compuesta por ocho gigantes y tres zaldikos.

Igual no son los más bonitos del mundo, pero los han construido los chavales. Se sienten muy orgullosos”, destaca El Largo, que, cómo no, echó una mano a los txikis. “Me formé en técnicas de artesanía de vidrio, goma espuma y latex que apliqué en los gigantes y escenografía de Adardunak”, indica. 

También formó parte de la APYMA del colegio de San Jorge, fue miembro del consejo escolar y dirigió la edición del libro que se escribió por el 40 aniversario del centro.

“Organizamos una súper fiesta que congregó a muchísima gente, algunos, antiguos compañeros de clase. Fue muy emocionante”, recuerda. Y entre una cosa y otra, asesoraba en cuestiones burocráticas a las asociaciones que lo necesitaban. 

Algunos se preguntarán de dónde sacaba el tiempo. El Largo trabajaba a la mañanas en el Ayuntamiento de Pamplona como jardinero, comía en casa y a las cuatro de la tarde ya estaba en Karrikagune –el centro comunitario de San Jorge– para lo que hiciera falta.

Nos daban las diez de la noche y al día siguiente había que madrugar. Llegaba el verano y tampoco cerrábamos porque nos íbamos a los pueblos a actuar; sonorizaba los espectáculos de teatro con las silletas de mis hijas al lado. Cuando estás a gusto haciendo algo, llegas a todo y no te cansas. Me daba fuerza ver a tanta gente ilusionada”, revela. 

El Largo también destaca el trabajo de un "montón de años" junto a Alberto Jauregui para conseguir lo que hoy en día es Karrikagune, el centro comunitario: "Fue una intensa labor de cocina, de muchas reuniones y de insistir. Un gran logro para el barrio contar con locales donde desarrollar las actividades".

40 años dedicados al barrio

Tras cuatro décadas de trabajo comunitario, El Largo se aparta de la primera línea. “No puede ser que un colectivo funcione porque una persona lleva 40 años al frente. Los jóvenes son muy capaces y aportarán mucho. Es muy bonito ver la ilusión con la que llegan”, expresa. 

El 2 de marzo, las distintas asociaciones comunitarias de Iruña reconocieron su labor altruista en la jornada Inter barrios que se celebró en la Txantrea. “Me homenajearon a mí, pero somos un equipo. Las actividades de barrio salen adelante porque hay mucha gente detrás trabajando”, concreta. Aunque querría citar a medio San Jorge, se acuerda en especial de Pedro Quesada, que “ha colaborado en todo y más. Se le llama y sigue estando ahí”, halaga. 

El Largo, que seguirá en la retaguardia, se queda con las relaciones forjadas –tiene “lazos muy fuertes” con personas que conoció con nueve años y ahora supera la treintena– y con los vecinos y vecinas que le saludan “agradecidos de corazón” por la labor realizada desde los 80. “Es lo más bonito. Todo ha sido por ellos, por el barrio y desde el barrio”, finaliza.