Todo empezó con una vecina que propuso que se pintara un mural en la Rochapea. La propuesta inicial ha terminado con los cuatro colegios del barrio, un millar de alumnos y decenas de vecinos y vecinas dando color a una obra de 37 metros de largo por tres y medio de alto en el que se ilustra cómo la Rochapea lucha contra el cambio climático.

“Estoy muy sorprendida con la implicación”, confiesa Claudia Fernández, técnica de la Universidad del País Vasco que coordina la participación ciudadana en oPEN Lab, un proyecto europeo que pretende que la Rochapea se transforme en un barrio de “energía positiva”, zonas que consiguen un elevado grado de autosuficiencia energética. 

 Kontxesi San Juan, comerciante de la Rochapea durante 42 años, quería que se pintara un mural y propuso el paseo de los Enamorados a la altura del colegio La Compasión-Escolapios. “Me enseñó hasta la pared”, recuerda.

Claudia trasladó la idea al centro educativo –ambos ya estaban desarrollando un mapa digital interactivo en el que aparecen las necesidades energéticas y de movilidad de los vecinos– y su directora académica, Argiloa Jauregui, dio el visto bueno. “Nos animamos porque el proyecto cumplía con varios pilares fundamentales como la sostenibilidad, el medioambiente y la transformación del barrio”, señala Argiloa. 

Claudia, Kontxesi y La Compasión-Escolapios no querían que el mural se quedara en una acción aislada, se formó un grupo motor y se implicó al resto de la comunidad educativa del barrio: Patxi Larrainzar, colegio público Rochapea y Cardenal Ilundáin.

“Nos unimos al proyecto porque abre las puertas del aula, contacta al alumnado con el barrio y les da la posibilidad de analizar la realidad y transformarla”, reflexiona Iván Goñi, secretario de Cardenal Ilundáin.

En el futuro, cada colegio contará con su mural y el hilo conductor será la transición energética y el rol de la mujer en este proceso. 

Hace unos meses, diseñaron colaborativamente el boceto del mural de La Compasión-Escolapios y Garazi Valluerca, artista de la Rochapea, lo trasladó a una pared de 37 metros de largo por tres y medio de alto. “Para mí ha sido una gozada contar con semejante lienzo”, comenta Garazi.

La obra refleja cómo el cambio climático está afectando al barrio y está dividida en tres partes: la Rochapea del pasado –aparecen unas huertas, unas lavanderas, un pastor con ovejas, txikis bañándose en el Arga o el tren del Plazaola–, la del presente –cómo se ha deteriorado con la “edificación masiva”, la contaminación y el consumismo– y la que se desea en el futuro. En esta última zona aparecen mujeres montadas en bicicleta con carteles en los que se lee Emakume Ekologistak.

El mural se ha pintado empleando brochas, pinceles y rodillos –el spray contamina la atmósfera– y han participado 640 alumnos de La Compasión-Escolapios –600 de Infantil y Primaria y 40 de la ESO–, 20 escolares de Cardenal Ilundáin de 4º de Primaria y otros 20 de Patxi Larrainzar de 5º de Primaria.

“Para ellos es una gozada coger los pinceles y mancharse las manos. Sienten que el mural es suyo, pasearán con sus padres y les enseñarán dónde han pintado con los compañeros”, asegura Patxi Pernaut, profesor de plástica.

Participación ciudadana

La Asociación de Comercio y Hostelería La Rotxa también forma parte del proyecto porque los valores que transmite el mural “encajan” con su filosofía. “Nosotros, a diferencia de los grandes operadores, no somos agresivos ni con nuestro cliente ni con el medio ambiente. Vendemos tranquilos, con pausa y con orden. Debemos estar ahí para hacer un barrio más sostenible”, defiende su presidente Fermín Damborena. “Uno de los objetivos del proyecto es mejorar el comercio local, de proximidad y kilómetro cero”, insiste Claudia. 

Además, el grupo motor hizo partícipe del mural a todo el barrio y a las tardes Garazi coordinó jornadas en las que participaron decenas de vecinos y vecinas. “Soy de la Rochapea, mi primer mural lo pinté en el barrio y me ha hecho mucha ilusión ver pintar a personas que conozco desde pequeña. Han estado hasta mis padres”, indica.

La obra ya es un residente más de la Rochapea y ha sobrevivido a las fiestas, aunque las txoznas se colocaran a escasos metros del mural. “Se ha respetado, protegido y conservado al máximo. La gente está concienciada y lo está viviendo como algo propio. Es muy bonito”, afirma Iván. 

Recuperar las aves

El segundo mural se comenzará a pintar el curso que viene –a partir de octubre y aún no se sabe en qué colegio– y los otros dos restantes, en primavera de 2025. Además, a raíz del mural, a los alumnos se les ha ocurrido ideas ingeniosas como poner en marcha un proyecto para intentar recuperar las aves en la Rochapea.

“Al pintar se preguntaron por qué habían disminuido a lo largo de la historia. Enseñar con el libro está bien, pero los murales también son una herramienta muy interesante”, finaliza Arturo Larrasoain, profesor de ciencias en Escolapios.