Montiel es un rincón de Pamplona que, durante más de seis décadas, ha resplandecido con el brillo de la alta joyería y de la alta relojería. Ubicada actualmente en la emblemática avenida de Carlos III, cerrará sus puertas el 31 de enero de 2025 tras más de 60 años de historia.

Fundada en 1963 por Gonzalo Fernández Montiel y Dory De Prado, este negocio familiar comenzó su andadura en la calle Mercaderes antes de trasladarse a su ubicación actual. Desde entonces, Montiel ha sido testigo de la vida de varias generaciones, de sus momentos más felices y significativos, y de una ciudad en constante transformación.

El anuncio de su cierre ha generado una ola de nostalgia entre los pamploneses, pero, para sus actuales propietarios, los hermanos Gonzalo, Óscar y Miki Fernández De Prado, esta es una despedida cargada de satisfacción. Después de dedicar su vida al negocio familiar, sienten que ha llegado el momento de descansar y pasar página. “Es una decisión personal tomada en el momento adecuado”, comenta Óscar, con serenidad en la voz, pero con una ligera emoción en la mirada. “Hemos logrado lo que queríamos. Nos sentimos orgullosos del camino recorrido, pero también sabemos que es hora de seguir adelante”.

Espacio Patek Philippe en el interior de la joyería Montiel Cedida

 A pesar de ello, el cierre de Montiel no se debe únicamente a una decisión personal. La falta de relevo generacional ha jugado ha jugado un papel fundamental en este desenlace. “Ya no podemos estar al frente de todo”, admite Óscar. “Además, en nuestra familia no hay quien quiera tomar el relevo, y respetamos esa decisión”.

Para los Fernández De Prado, el legado de Montiel no solo ha sido el de una joyería exitosa, sino el de un negocio profundamente ligado a los valores familiares. “Nuestros padres nos dieron libertad para elegir nuestro camino”, recuerda Gonzalo. “Nunca nos insistieron en continuar con el negocio. De hecho, yo empecé arquitectura, después ingeniería, pero siempre había algo en la joyería que me atraía”. Esa atracción fue lo que llevó a Gonzalo a sumergirse en este sector a los 21 años, un mundo que, aunque heredado, moldeó a su manera.

Los clientes, parte de la familia

 Montiel no es una joyería cualquiera. Desde sus inicios, ha buscado diferenciarse en la selección de cada pieza. “Nunca quisimos vender productos genéricos”, señala Gonzalo. “Cada joya, cada reloj, se escogía con esmero. Si algo no nos convencía, simplemente no lo ofrecíamos. No se trataba solo de vender, sino de ofrecer algo especial, de lo que nos sintiéramos orgullosos”, añade.

A lo largo de los años, Montiel fue pionera en traer a Pamplona marcas como la prestigiosa casa ginebrina Patek Philippe, referente de la alta relojería, y la italiana Buccellati, una de las firmas de alta joyería más exclusivas del mundo. Esto fue todo un desafío en los años 70 y 80 cuando el mercado era local y limitado. Sin embargo, los hermanos supieron afrontar los retos con una visión clara, sin ceder a las tendencias del mercado. “El camino no ha sido fácil”, reflexiona Óscar. “Hubo muchos obstáculos. Pero siempre nos hemos mantenido fieles a nuestros principios”.  

Espacio Patek Philippe en el interior del establecimiento. Cedida

Esta filosofía de negocio, centrada en la exclusividad y el cuidado por el detalle, ha convertido a Montiel en un referente del sector tanto en Navarra como a nivel nacional. Además, ha llegado a ser un lugar de encuentro emocional para muchos de sus clientes. Gonzalo y Óscar relatan con orgullo cómo han visto a parejas jóvenes comprar sus alianzas de boda y, años más tarde, a sus hijos regresar para escoger sus propias joyas. “La fidelidad de nuestros clientes es lo que nos enorgullece”, dice Gonzalo. “Hemos construido relaciones que van más allá de lo comercial. Somos parte de sus historias”.

El negocio familiar, en el que también trabajó hasta su jubilación Mamen, la hermana mayor, ha llegado a un punto de inflexión.

Lo que más resaltan en esta despedida es el orgullo por haber sido parte de la vida de tantas personas y por haber mantenido siempre una identidad propia. “Lo más gratificante es haber crecido y evolucionado sin perder nuestros valores”, añade Gonzalo.

El cierre de Montiel marca el final de una era, pero también el inicio de un merecido descanso para una familia que ha dado todo por su negocio. Aunque la joyería Montiel dejará de iluminar la avenida de Carlos III, su brillo quedará para siempre en el recuerdo de Pamplona y de quienes confiaron en ella para celebrar los momentos más importantes de sus vidas.