La Universidad de Navarra (UN) estudia desde 2021 un plan de renaturalización y reforestación del campus, uno de los parques más grandes de Pamplona con 113 hectáreas en las que habitan 4.200 árboles de 173 especies distintas y otras 130 especies vegetales. El 74% de la extensión del campus son zonas de bosque, césped, jardines y superficies de absorción de agua. 

En los últimos tres años, la UN ha realizado varios estudios y peritajes preliminares para conocer el estado de salud de la población arbórea. Los resultados, defiende la UN, son positivos, aunque expertos en medio ambiente, urbanismo y de varios organismos independientes han “alertado” sobre el estado de “algunos” de los 4.200 ejemplares

Desde el centro académico remarcan que el proyecto de renaturalización y reforestación aún no está aprobado y que no han adoptado ninguna decisión. El objetivo de este posible plan, continúa la UN, “es rejuvenecer la población arbórea y vegetal del campus para garantizar su sostenibilidad” y se acompañaría con “una iniciativa de repoblación que priorizará la plantación de especies autóctonas y el respeto a la biodiversidad de la zona”, detalla la UN.

Una conífera de grandes dimensiones en el campus. Iñaki Porto

En el campus universitario conviven 4.200 árboles de 173 especies distintas: 90 secuoyas –52 gigantes y 38 rojas– que han alcanzado los 40 metros de altura, cerezos de Japón, el ginkgo biloba del edificio Central, hayas, robles, pinsapos, abetos, araucarias, libocedros, cedros, chamaecyparis, criptomerias, cipreses, juníperos, piceas, pinos, tejos, abedules, liquidámbares, plátano de sombra, ciruelos, tilos, fresnos, chopos lombardos, acebos, magnolios, castaño de Indias, la paulonia imperial, el árbol de los farolillos, encinas... Un bosque de colores. 

Además, gracias a la buena labor de los nueve jardineros de la UN, sobreviven algunos olmos –en España, en la década de los 80 y 90 desaparecieron el 85-90% de los ejemplares porque fueron víctimas de la grafiosis, una enfermedad que tapona los vasos por donde circula la savia y los olmos se secan y queman en el interior– y, aunque parezca mentira por el clima que sufre Pamplona, también crecen palmeras que rodean el edificio de Facultades Eclesiásticas. 

Premiado por séptima vez

El minucioso trabajo de los jardineros tiene su recompensa. En agosto, el campus de la UN fue galardonado por séptimo año consecutivo con el reconocimiento internacional Green Flag Award, premio que otorga la institución Keep Britain Tidy por la gestión de parques y espacios verdes.

La acreditación sitúa al campus como uno de los mejores parques del mundo por la buena gestión del espacio y los elevados estándares medioambientales. Además, la entidad destaca su conservación, mantenimiento y excelencia a la hora de recibir visitantes. Keep Britain Tidy premió a 54 parques europeos y en España también galardonó al parque Quevedo y de la Granja en León, al campus de la Universidad de Huesca y la Senda Mediterraneum en Málaga.

Los árboles situados cerca de la orilla del río Sadar y que UPN acusa al Ayuntamiento de querer talar. Iñaki Porto

Campo de cereales

Hace 64 años, cuando la Universidad de Navarra comenzó su andadura educativa a orillas del río Sadar, el paisaje era totalmente distinto: campos de cereales, un terreno intensamente parcelado y algún frutal aislado. Los árboles brillaban por su ausencia y solo existían la cadena de chopos lombardos, que se juntaba con los plátanos de sombra al llegar a la carretera que discurre paralela al Sadar, y un nogal solitario situado en las inmediaciones de la ermita y que aún sigue en pie. 

El primer árbol que se plantó en el campus, según el reportaje Donde el sueño echó raíz, fue un cedro atlántico frente al Colegio Mayor Belagua. A este ejemplar pionero le acompañaron otros compañeros y el campus se empezó a poblar de abedules, hayas, cerezos, secuoyas, arces, tuyas gigantes... Además, conforme se erigían los edificios, se ajardinaban los alrededores y en el curso 1963-64 el verde de los céspedes se extendía por las inmediaciones del Colegio Mayor Goimendi, la campa de Belagua y la plaza del Central. 

La “clave” del campus, detalla la UN, reside en la plantación de árboles nobles a la distancia requerida “sin dejarse intimidar por el efecto inicial de vacío” con el objetivo de formar bosquetes de tres, cinco o siete árboles y “jugar con la personalidad” de los ejemplares aislados. Además, los jardineros consiguieron que el campus tuviera vida durante el invierno con la plantación de 900 coníferas, especie con hojas verdes permanentes.