En 2008, las calles del Casco Viejo ya eran un hervidero de gente los fines de semana, pero el ruido aún no se había convertido en uno de los principales temas de conversación entre los vecinos ni los residentes reivindicaban con tanto empeño como ahora el derecho al descanso.

“Se comentaba muy poco. Poca gente protestaba”, recuerda Amaiur Feliu, socio del Mesón de la Nabarreria. Hasta entonces, este negocio disponía de una sola puerta de madera y cuando los clientes la abrían “salía mucha bulla”, reconoce Amaiur. 

Ese mismo año, los propietarios reformaron el local, los socios más antiguos –Johan, Edorta y Txema– decidieron instalar la doble puerta y el Mesón fue uno de los pioneros. “Nadie se había quejado, pero pusimos este sistema porque se debe apostar por la convivencia y el bienestar de los vecinos”, defiende.

La doble puerta les quitó espacio de la barra y del resto del bar –Amaiur aclara que “la pérdida es mínima” y que “no es para echarse a llorar”– pero a cambio ganaron en “tranquilidad” porque eran conscientes de que estaban molestando menos al vecindario.

“Cuando el cliente sale, una puerta siempre está cerrada y se limita bastante el volumen que se emite a la calle. Cuando están las dos a cal y canto, ni te cuento”, comenta. 

A la larga, la medida tuvo su recompensa porque fidelizaron a la clientela del barrio, que se percató de que en el Mesón estaban “concienciados” con el bienestar y su derecho al descanso.

“Muchas personas viven en el piso de arriba o en el portal de al lado y les debes cuidar. Los metros cuadrados que perdimos no se pueden comparar con tener al vecindario conforme y que perciba que le respetas. La ganancia fue brutal”, asegura.

Amaiur recuerda que en 2017 se llegaron a dos compromisos –la instalación de la doble puerta y la colocación del sonómetro CESVA– y no entiende por qué compañeros del sector no han cumplido con lo acordado. “Todo el mundo sabía lo que había, han tenido tiempo para adaptar sus locales y no te puedes quejar ocho años después. Alguno se ha hecho el loco”, critica. 

Amaiur insiste en que el sistema de doble puerta no les “ha afectado para nada porque la gente sigue entrando igual”, que el gasto “merece la pena” y que el hostelero debe cuidar el entorno en el que convive. “Se debe invertir para revertir situaciones que generan molestias a los ciudadanos”, finaliza.