Cada abuela tiene su método infalible para entretener a la chiquillería, rebajar las revoluciones de los renacuajos y que los txikis estén quietos en casa y no corran como pollo sin cabeza por los pasillos.
La fórmula de Presen, abuela de Víctor Cabrejas, era la aguja y las técnicas de bordado: punto de cruz, vainicas, ganchillo... “Éramos un montón de nietos y, con mucha paciencia, le funcionó”, recuerda Víctor.
Punto de cruz
Con “la tontería”, Presen, “mentora” de Víctor, le enganchó a este mundillo, con 13 años cosió en punto de cruz un cuadro en el que aparecía el Palacio de Cristal de Madrid, estudió grado superior de patronaje y, tras “darle muchas vueltas al coco”, el hobby de la infancia y adolescencia se ha convertido en su oficio.
Vitikers –en casa le dicen Viti de forma cariñosa, su pareja se llama Iker y en la familia les conocen como los Vitikers– es el nuevo comercio de Soto Lezkairu que combina cuatro servicios en un único local: atelier de costura creativa, mercería, arreglos de ropa y bordados personalizados.
La primera pata de Vitikers, ubicado en la calle Isabel Garbayo Ayala, es el atelier de costura creativa en el que Víctor explica cómo se utiliza una máquina de coser –el alumno nunca coge la aguja con la mano– y las pautas básicas –marcar los patrones, cortar las telas con tijera, enhebrar o asegurar el inicio y el final para que el producto no se descosa– para que los alumn@s diseñen sus complementos: bolsos, neceseres, mochilas, bolsas de cuerdas....
“No hay que tener un nivel previo, da igual que no hayas manejado una máquina de coser en tu vida, enseño desde cero”, recalca.
El taller
El taller dispone de una amplia gama de utensilios de costura –hilos, corta hilos, tijeras o alfileres–, materiales para fabricar los complementos –hebillas, mosquetones, reguladores, cintas rígidas, cremalleras o cursores– y los clientes pueden traer de casa sus telas, reciclar prendas o retales con la técnica del patchwork –coser piezas en un diseño más grande– o comprar las telas que ofrece Víctor, que inundan el local de colores fosforitos: amarillos, naranjas, verdes o rosas.
“En el norte solemos vestir con prendas sobrias –negros, grises o marrones– y poca gente va por la calle con un pantalón naranja fluor porque es demasiado arriesgado. Sin embargo, quizás se atreve a llevar ese color chillón en un complemento y le da vida”, especifica.
La filosofía de Vitikers es clara: para gustos, colores. La paleta está omnipresente en las telas repletas de dibujos de lo más variopintos –cerezas, autocaravanas, palmeras, dinosaurios, lunas, estrellas, peines, espejos, pinzas, cepillos de dientes o distintas formas geométricas–, en las cremalleras –20 tonalidades distintas–, en los cursores –otras 20 tonalidades– y en los hilos, con hasta 42 tipos diferentes. “Nuestro fuerte es el color. En todos los productos”, insiste.
Esta amplia variedad permite diseñar el complemento a la carta, dar rienda suelta a la imaginación y al atrevimiento –los alumnos proponen ideas inspiradas en publicaciones de redes sociales– y realizar las combinaciones que les dé la gana, que a veces, debido a las numerosas posibilidades, provocan quebraderos de cabeza.
“No es lo mismo tener tres opciones que 20. Muchas personas me dicen que no les saque más género porque les cuesta elegir, pero me gusta que duden y que piensen bien la decisión”, reconoce.
También cuentan con una gran gama de texturas –algodón, impermeables o polipiel– y, para rematar, con relieves 3D, dibujos que por ilusión óptica parece que sobresalen de la tela. “Son muy difíciles de encontrar”, destaca.
Vitikers ofrece un bono mensual que incluye ocho horas de clase. Los talleres de costura creativa son de lunes a viernes de 10.00 a 12.00 o de 18.00 a 20.00 horas.
Arreglo de ropa
María Ángeles, una clienta, entró a Vitikers durante la entrevista para agradecer a Víctor lo bien que había quitado un bolsillo: “El pantalón ha quedado perfecto. No sabía que podía quedar tan bien. Está mucho mejor que otras veces. Estoy muy contenta, encantada. Te puse una reseña en Google”.
El arreglo de ropa es la segunda pata de este negocio, Víctor considera especial cada encargo y siempre presenta al cliente todas las opciones que se le ocurren, aunque a veces sean complejas y se meta en un berenjenal.
“Hay dos formas de trabajar. La sencilla, el arreglo fácil, el cobro rápido. Y la complicada, meterle horas, ofrecerles una solución que nunca les han ofrecido. El resultado es que la gente entra por la puerta y te da las gracias porque no se espera lo que has hecho por ellos. Merece la pena”, defiende.
En la misma línea, Víctor critica el consumismo actual, apuesta por la moda y el uso sostenible de los materiales y recicla prendas a las que da una segunda vida. Por ejemplo, ha diseñado un pantalón con retales y un bolso con trozos de vaqueros. “No hay que tirar la ropa. Se arregla o se reutiliza”, subraya.
Mercería
Vitikers también es mercería, vende material de costura –botones, hilos, gomas elásticas o agujas– y es el único comercio del barrio que cuenta con este servicio. “Los vecinos están muy contentos porque les hacía falta”, expresa. Por último, Víctor realiza bordados personalizados –nombre o iniciales– en prendas –por ejemplo, batas que utilizan los txikis en el colegio– o complementos como pañuelos de San Fermín.