Pamplona, en deuda con Félix Urabayen
Autor de 'El barrio maldito' (1925), la obra que noveló los Sanfermines, fue homenajeado en el Casino
La Pamplona y los Sanfermines de Félix Urabayen fue este jueves el objeto de un animado acto cultural celebrado en el Casino Principal, con motivo de la edición en euskera de El barrio maldito (1925), un siglo después. Los escritores Fermin Erbiti y Kike Diez de Ulzurrun, impulsores de la idea a través de la fundación IKF y prologuistas de la traducción Auzo madarikatua, que ha realizado Aingeru Epaltza, fueron los encargados de conducir el acto y desgranaron curiosidades de aquella época, desde inicios del siglo XX hasta entrados los años 20. Un amplio repaso acompañado de imágenes, de los personajes y temas clave de la ciudad de aquellos años, sociales, políticos, culturales, el nacimiento del Ensanche, la nueva plaza de toros...
Hubo música de txistu, de la mano de Mintxo Garaikoetxea (en recuerdo de la figura de Javier Echeverría, el txistulari que aparece en El barrio maldito, fallecido a principios del siglo XX). Se habló de Gayarre y de Pablo Sarasate, y no faltó el violín de Sara Sotés interpretando piezas memorables del violinista de la calle San Nicolás. En nombre de La Pamplonesa, banda musical constituida en 1919, acudieron cuatro músicos, Mikel Juániz, Jesús Garisoain, Carmen Barásoain y Luisma Remesar, que tocaron partituras sanfermineras como la Biribilketa de Gainza. La Casa de Misericordia, el pintor Javier Ciga, los agotes.., fueron temas que salieron en este acto de recuerdo, que quiso ser, sobre todo, un homenaje a Félix Urabayen, el autor de El barrio maldito, ayer presente en la figura de Diego Urabayen, hijo del sobrino del escritor.
No faltó, al respecto, una petición al Ayuntamiento de Pamplona para que reconozca a Félix Urabayen con un espacio en Pamplona, ya que fue el primer escritor que noveló los Sanfermines en 1925. Porque, a pesar de que Hemingway lo hizo un año después, con Fiesta (1926), el norteamericano sí cuenta con una estatua y un paseo. La reflexión está ahí: Pamplona está en deuda con Urabayen.