Juan Iturralde nació en Pamplona el 23 de octubre de 1840, y en la pila le pusieron los nombres de Juan Pedro Pascual Sebastián César Iturralde y Suit. Sus padres eran Tomás Iturralde y María Antonia Suit, que tuvieron además una hija, llamada Filomena Dominica Matilde Antera. Tomás Iturralde (nacido Thomas Yturralde) era natural de la localidad bajonavarra de Banka, al igual que los abuelos Juan Yturralde y Dominica Yribarne. En cuanto a la familia materna, y aunque la madre había nacido ya en Pamplona, descendía igualmente de Iparralde, donde el original Suhit en algún momento mutó al más castellanizado Suit. Los abuelos fueron Pedro Suit, María Erbinondo, Juan Arrambide y María Arreche. Se trataba, en suma, de una familia de honda raigambre navarra, en la que el euskara había estado presente hasta la generación de los padres, razón que justificaría que Iturralde fuera capaz al menos de entender dicho idioma, tal y como afirman algunos autores. Arturo Campión escribió en la revista La Avalancha (1910) una detallada semblanza de Juan Iturralde, al poco de su muerte, lo cual nos ha permitido recuperar detalles de su vida que de otra manera se hubieran perdido.

El padre de Juan ocupó puestos directivos en el Banco de Pamplona y en el Banco de España, lo cual dio a la familia Iturralde una buena posición económica, facilitando el acceso del joven a una sólida formación. Cursó el bachillerato en Pamplona y marchó a Madrid a cursar la carrera de Ingeniería, pero la aparición de unos problemas cardíacos aconsejó su regreso a Pamplona. Finalmente cursaría estudios de Comercio y Mercantil en la Escuela Comercial de Burdeos. De regreso a Navarra, no obstante, se hace cada vez más claro que su verdadera vocación es el Arte, la Literatura y la Historia. Su familia supo apreciar esa veta humanística, y lo enviaron a París, a formarse como artista en el taller de un pintor profesional. En la capital francesa Iturralde adquirió ese sentimiento romántico que alcanzará todas las facetas de su actividad posterior.

Una personalidad arrolladora

Asentado ya en Iruñea, el bagaje humano adquirido por Juan brilla con luz propia. Sus contemporáneos lo describen como guapo y distinguido, y destacan sobre todo su personalidad arrolladora. Funda La Constancia, una suerte de casino para jóvenes, y se convierte en el centro de atención de la juventud pamplonesa. Sus bromas, parodias, chanzas y caricaturas son conocidas y celebradas por todos. Es además un personaje culto y amante de la historia de Navarra, que estando fuera de casa ha idealizado con aires románticos. Con 26 años es nombrado miembro de la Real Academia de Artes de San Fernando, y de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra, y dos años después, en 1878, congrega en torno a él a los más distinguidos intelectuales napartarras, para fundar la Asociación Éuskara de Navarra, predecesora de la Sociedad de Estudios Vascos. En estos años casó además con la joven Adelaida Ribed Alzugaray, con quien tuvo cuatro hijas y un hijo. En otro orden de cosas, en 1868 es nombrado concejal del Ayuntamiento de Pamplona, cargo que ostentará entre 1868-1872 y 1879-1883. En las elecciones municipales llevadas a cabo en este último año, los éuskaros consiguieron en Pamplona nada menos que 8 de los 12 concejales en juego.

Una labor ingente

Los resultados de esta actividad cultural y política fueron muy destacados. Lideró, por ejemplo, un enérgico intento por traer desde Bearne a Pamplona los restos de los exiliados reyes de Navarra Catalina de Foix y Juan de Albret, frustrado tan solo por la dificultad de identificar los restos sin los actuales estudios de ADN. Propició y favoreció la aparición del moderno nacionalismo vasco, de raíz esencialmente navarra, y fue la Asociación Éuskara de Navarra creada por él la que adoptó el lema Zazpiak Bat, superando al anterior Laurak Bat. Más aún, fue el propio Iturralde quien dibujó su sello, el árbol de Gernika con el escudo de Navarra en su tronco y siete montañas detrás, representando las siete provincias vascas. En el terreno de la investigación histórica y arqueológica, localizó y dio a conocer los primeros dólmenes de Navarra (1894), y estudió las ruinas de los castillos y los monasterios de Navarra, siendo también responsable directo de la restauración del castillo de Olite, que por aquel entonces se encontraba aún en ruinas. Planeó además comprar los terrenos donde estaban los restos del castillo de Amaiur, para reconstruirlo y convertirlo en un monumento encaminado a recuperar la conciencia nacional navarra. En el ámbito de la creación literaria escribió 61 obras, sobre todo cuentos y leyendas vascas, de estilo depurado y romántico, y como dibujante fue autor de innumerables ilustraciones a plumilla. Según datos facilitados por Arturo Campión, a su muerte dejó en su casa más de 900 acuarelas y en torno a 150 óleos.

Iturralde creía que “el idioma de un pueblo es la manifestación más elocuente de su genio particular” (El Eco de Navarra, 1876), y por ello pensaba que “en la conservación del euskara hay más que un interés científico, puesto que a ella va unida la existencia del pueblo vasco”. Consecuentemente, participó en las iniciativas encaminadas a la unificación de la ortografía vasca, relacionándose para ello con personajes como el ya citado Arturo Campión, Estanislao Aranzadi, Resurrección María de Azkue y otros. Y a su impulso debemos el primer certamen literario en el que se dio cabida a obras en euskara, convocado en 1882 por el Ayuntamiento de Pamplona, siendo Iturralde concejal del mismo.

Últimos años

No parecen haber transcurrido felizmente los últimos años de vida de Juan Iturralde. A la muerte de su padre, acaecida en 1896, siguió pocos años después la de su hija Ana María, ocurrida en Barcelona (La Tradición Navarra, 1-9-1904). Seguramente con ello está relacionado el testimonio de Julio Altadill, que aseguraba que Iturralde se fue a vivir a la ciudad Condal “por requerimientos filiales y esperanza de alivio para seres queridos”. En estos años de exilio barcelonés Juan Iturralde pierde algo el contacto con los movimientos políticos y culturales de Navarra, y el propio Campión lamentaba su pérdida de referencialidad entre los intelectuales más jóvenes de Pamplona. Curiosamente, será su muerte, acaecida el 17 de agosto de 1909, lo que volverá a situarlo en primera fila, ya que su figura será reivindicada por personas que le conocieron, como Julio Altadill, Juan P. Esteban y otros. De entre todas estas reseñas destacaremos la que escribió su viejo amigo Arturo Campión, que lo describía como un “armonioso y envidiable conjunto de inteligencia vivísima, sensibilidad vibrante, imaginación reconstructiva, fantasía soñadora y pintoresca, corazón vehemente, ingenio festivo, espíritu observador, sagaz y paciente”. Ahí es nada.

El traslado de los restos de Juan Iturralde y Suit de Barcelona a Pamplona fue toda una manifestación de cariño y reconocimiento. Según puede leerse en la prensa del día siguiente, el fallecido llegó a Iruñea a mediodía, en el furgón de cabeza del tren correo, y en la estación le estaban esperando sus familiares e innumerables amigos, así como representantes de asociaciones y miembros del ayuntamiento, con el alcalde Juan Pablo Arraiza Baleztena al frente. La comitiva lo escoltó hasta el camposanto, donde fue finalmente inhumado. Allí, en la zona más antigua del pamplonés cementerio de Beritxitos, podrá quien quiera localizar el sepulcro familiar construido por el padre de Juan, el banquero Tomás Iturralde Iribarne. Se trata de un panteón de piedra rojiza, de arquitectura clasicista y sabor romántico, que se encuentra bien conservado, aunque faltan de forma notoria las flores, y en su interior se amontonan algunas hojas muertas. No hay reseña ni mención alguna al gran patriota navarro, y como única inscripción puede leerse, en la rosca del arco: SEPULCRO DE LA FAMILIA YTURRALDE-SUIT. AÑO 1852.