vitoria - Oinatz Bengoetxea cerró ayer un ciclo. Pudo por fin calarse esa txapela tan deseada. Ese campeonato del Cuatro y Medio de Primera perseguido durante años, que le ha hecho sufrir mucho, y que hasta ahora siempre había acabado en tristeza. Por fin Oinatz pudo sonreír el último día. Esta victoria ante Jokin Altuna en el Ogueta gasteiztarra es la “más bonita de mi carrera junto a la final del Manomanista que le gané a Abel Barriola” y le sirve para entrar en la historia como uno de los siete grandes que han logrado la Triple Corona. El resto son Julián Retegi, Fernando Arretxe, Aimar Olaizola, Juan Martínez de Irujo, Abel Barriola y Mikel Urrutikoetxea. Palabras mayores. Pelotaris capaces de adaptarse a cada disciplina para tocar el cielo. Son parte del Olimpo y desde ayer Bengoetxea también es uno más dentro de él.
“Estar ahí con estos seis pelotaris que pasarán a la historia es algo increíble y que mi nombre esté con ellos, es algo grande. Siempre me sentiré orgulloso de ello y este partido va a ser muy importante en mi vida”, declaró el leitzarra. Fue el momento de poner la última joya a la Triple Corona. Completar una de las hazañas más complicadas del mundo de la pelota con un encuentro para el recuerdo. Ese ha sido el final de esta lucha por alzarse con las tres txapelas, el bautismo llegó en 2008 con su triunfo en el Manomanista ante Abel Barriola. “Todos hemos evolucionado desde aquel día. Vamos mejorando, unas veces vamos bien y otras mal, pero creo que hay que estar ahí, sufrir mucho. Es muy duro, sobre todo el Cuatro y Medio, y el sufrimiento da sus frutos muchas veces”, afirmó el nuevo ganador de la jaula.
Bengoetxea ha alternado durante su carrera momentos de vino y rosas con situaciones llenas de sufrimiento. Montañas rusas de sentimientos en los que el trabajo constante ha sido la nota dominante. En la final del Cuatro y Medio ante Altuna, al igual que en toda su trayectoria, vivió de todo. Situaciones con el viento a favor y la alegría final de la victoria, mezclado con un esfuerzo titánico y fases del juego en las que la remontada pareció algo impensable. “La clave del partido ha sido el sufrimiento y el saber estar en los momentos finales. El partido ha sido mentalmente durísimo y creo que el sufrimiento me ha dado la victoria”, reconoció el leitzarra. Aunque Oinatz también es guerra, no parar en ningún momento y lanzarse siempre a tumba abierta. “He jugado como si fuera a lo loco y al final ha sido disputar la txapela a vida o muerte. Al igual que yo, Altuna también se ha merecido la victoria. Para mí ha sido un honor jugar contra él porque es un pelotari maravilloso y todavía no me creo haber ganado esta txapela. Ha sido ganada con el corazón”, añadió.
HASTA LA ÚLTIMA GOTA Y es que el leitzarra es puro instinto. Sin pensar demasiado las cosas, el talento florece en los momentos de tensión y le sirve para sobrevivir. El cara a cara de ayer en la jaula fue similar. Sin respiro. Al ritmo de Oinatz. “No he pensado en todo el partido en ningún momento. Es puro instinto. Mentalmente ha sido muy loco. Sabía que iba a haber momentos malos y he sabido salir adelante”, declaró el leitzarra. Bengoetxea sufrió e hizo sufrir a Altuna, sin especular en ningún momento y dejándose en el frontón hasta el último gramo de fuerza para poder sacar la txapela adelante. “En el último tanto se me subían todas las bolas. Tenía el brazo derecho bloqueado, no podía hacer ni un golpe más, y si Altuna le hubiera acertado, ni siquiera le hubiera dado porque tenía el brazo agarrotado”, apostilló el delantero navarro. Depósito vacío, pero suficiente para llevarse una victoria muy perseguida. La txapela del Cuatro y Medio ya está en la cabeza de Bengoetxea, la Triple Corona es suya y su nombre se hará más grande dentro de la historia de la pelota.