La transmisión de padres a hijos del uso de la violencia como un recurso legítimo tiene su ejemplo más claro y conocido en el caso de los Gallastegi, una saga familiar vizcaína que forma parte de la historia de ETA desde sus orígenes. El patriarca de la familia, Elías Gallastegi, protagonizó la primera gran escisión del PNV, cuando sacó del partido a su sector Aberri, abiertamente independentista. Su hijo, Iker Gallastegi, huyó a Francia el año de la fundación de ETA, 1959, y hace apenas tres meses, con más de 80 años, fue condenado por la Audiencia Nacional acusado de un delito de enaltecimiento del terrorismo. Su sobrina, Irantzu Gallastegi, está encarcelada, entre otras cosas, por haber colaborado en el secuestro del concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco, a quien disparó en la cabeza su compañero sentimental y posterior jefe de ETA, Francisco Javier García Gaztelu, Txapote. Los hermanos de Irantzu, Lexuri y Orkatz, también cumplen condena, éste último acusado de facilitar información para el asesinato en Getxo del juez José María Lidón, en el que supuestamente participó Txeroki.