Pamplona. Si hace dos años se acusaba desde el nacionalismo vasco al PSE de ser indistinguible del PSOE en sus opiniones y actitudes, los diferentes intereses que mueven a unos y otros dibujan poco a poco un perfil propio del partido que dirige Patxi López. Bien sea una posición coyuntural por las elecciones, o no, en el centro de las diferencias entre PSE y PSOE -que hasta ahora nunca se han llevado al terreno de la crispación- está la opinión pública vasca.

Así, el Gobierno Vasco y el PSE tratan de coincidir en sus valoraciones, por ejemplo con respecto a Bildu, con el sentir mayoritario que se refleja en las calles de Euskadi y no en Almería o Burgos. Y así también el órdago del PNV al PSOE, al que exige la legalización de Bildu para volver a apoyar a Zapatero, no tiene la misma lectura entre unos y otros.

El ministro del Interior y vicepresidente primero del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, alababa ayer el papel del PNV frente a la violencia de ETA y dejaba patente su respeto por los ritmos que proponen los jeltzales con respecto al regreso de la izquierda abertzale a las instituciones, aunque no los comparta. Mientras, su homólogo y para algunos álter ego en Euskadi, Rodolfo Ares, cargaba con tremenda dureza contra el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, a quien calificó de "prepotente".

En declaraciones a RNE, Ares recordó a Urkullu que la legalización de las listas de Bildu corresponde a los tribunales y calificó de "intento de chantaje intolerable" la exigencia de que la coalición abertzale sea legal si Zapatero quiere tener de nuevo el apoyo a sus Presupuestos. El PSE, sobre todo después del papelón que sus compañeros de Madrid les hicieron jugar el otoño pasado, cuando para sobrevivir en La Moncloa negociaron el traspaso de las políticas activas de empleo con el PNV, no tiene mayor interés en tener contentos a los seis diputados jeltzales de la Carrera de San Jerónimo.

Más bien al contrario, en unos días el PNV será el enemigo a batir en las tres diputaciones vascas, en Bilbao, en la Margen Izquierda, en Vitoria, en la Gipuzkoa industrial, en la Rioja Alavesa y en tantos y tantos frentes en la campaña electoral. La alusión a la "prepotencia" y el "chantaje" no es, en ese sentido, lo más fuerte que se va a oír en jornadas venideras, como prueba el hecho de que en la misma entrevista Ares acusara al PP, con quien gobierna en la CAV, de utilizar de forma "absolutamente indecente" el terrorismo con el fin de desgastar al PSOE.

Pero en Madrid Urkullu no es un rival, sino un aliado imprescindible con el que no conviene enemistarse, el flotador de Zapatero, el único banco que concede crédito al presidente del Gobierno a estas alturas de su mandato. Por ello, Rubalcaba respondió al órdago de Urkullu con un tono conciliador y respetuoso, ciñó las diferencias entre PNV y PSOE sobre Bildu a simples cuestiones de matiz, alabó el papel de los jeltzales en la lucha contra ETA y presumió de su fluida relación con Sabin Etxea. Dijo que "hay gente que quiere ir más deprisa y gente que queremos ir más despacio" ante el fin del terrorismo, y que estas diferencias que separan a nacionalistas y socialistas son las mismas que se respiran en las calles vascas y españolas.

En definitiva, Rubalcaba cree legítima la posición del PNV, y en cuanto a si Urkullu ha puesto a Zapatero entre la espada y la pared, el ministro coincidió con Ares en que la decisión sobre Bildu corresponde a los jueces. Además, confió en sus dotes de convicción para devolver las aguas a su cauce, dado que según reveló mantiene frecuentes conversaciones con Urkullu y en la próxima abordará el debate sobre la coalición entre independientes, EA y Alternatiba.