Víctimas de los GAL La guerra sucia contra ETA
Entre 1983 y 1987, los GAL asesinaron a 27 personas Lasa y Zabala fueron las primeras víctimas mortales y García Goena, al parecer por error, la última
1983
-Joxean Lasa Arostegi y Joxi
Zabala Artano. Presuntos miembros
de ETA secuestrados en Baiona,
torturados por miembros de la
Guardia Civil en el Palacio de La
Cumbre y sepultados con cal viva en
Alicante.
-Ramón Oñaederra. Asesinado en
Baiona por su presunta militancia
en ETA.
-Mikel Goikoetxea Elorriaga. Presunto militante de la banda ETA
alcanzado por las balas de un francotirador mientras se disponía a
entrar en su vehículo en Baiona.
1984
-Bixente Perurena Telletxea y
Angel Gurmindo Izarraga. Ametrallados en Hendaia. Se les atribuía
militar en ETA.
-Eugenio Gutiérrez Salazar. Presunto miembro de ETA asesinado
por un francotirador en Idaux-Mendy.
-Jean Pierre Leiba. Joven trabajador
de una empresa de ferrocarriles
francesa asesinado por error al ser
confundido con el presunto miembro de ETA Jesús Ugarte Irujo.
-Xabier Pérez de Arenaza Sogorb.
Muerto en una gasolinera de Biarritz
por su supuesta militancia en ETA.
-Rafael Goikoetxea Errazkin.
Acribillado hasta su muerte al ser
relacionado con ETA.
-Tomás Pérez Revilla. Presunto
miembro de ETA asesinado por medio de una moto bomba.
-Christian Olaskoaga. Bailarín
alcanzado por los disparos que los
GAL efectuaron desde una moto.
Su fallecimiento se debió a un error.
No guaradaba ninguna relación con
la organización armada ETA.
-Santiago Brouard Pérez. Asesinado a tiros en su consulta de pediatría. Era diputado de HB y dirigente
de HASI.
1985
-Benoit Pecastaing. Muerto
durante el ametrallamiento del bar
Les Pyreneés.
-Xabier Galdeano Arana. Periodista
de 'Egin' asesinado a tiros.
-Emile Weiss y Claude Doerr.
Resultaron muertos por el fuego
cruzado durante el tiroteo del bar
Trinkete en Ciboure. No eran miembros de ETA, ni matenían relaciones
con ningún contacto perteneciente
a la organización.
-Santos Blanco González. Disparado en Baiona por su presunta
militancia en ETA.
-Juan María Otegi Elizegi. Presunto
miembro de ETA asesinado en Donibane Garazi.
-Joxe Mari Etxaniz Maiztegi, Inaxio
Asteasunizarra Pagola, Agustín Irazustabarrena Urruzola y Xabin Etxaide Ibarguren. Dirigentes de ETA asesinados en el tiroteo del hotel Monbar en Baiona.
-Robert Caplanne. Muerto tras un
tiroteo en Biarritz.
1986
-Christophe Matxikote y Catherine
Brion. Asesinados a disparos.
No tenían relación con ETA.
1987
-Juan Carlos García Goena. Trabajador de una empresa de ferrocarriles asesinado supuestamente por
error. El lugar en el que trabajaba
era Transfesa, el mismo en el que
desempeñaba su trabajo Jean Pierre
Leiba, también asesinado por los
GAL tres años antes.
pamplona. A los 829 muertos que ha dejado la historia de ETA hay que sumarles otras 27 víctimas mortales fruto de la denominada guerra sucia. Fue el 16 de octubre de 1983 cuando tuvo lugar la primera acción de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), el secuestro y asesinato de los presuntos miembros de ETA Joxean Lasa y Joxi Zabala. Desde entonces, casi cuatro años de actividad clandestina supusieron una negra etapa en la democracia española.
El 14 de diciembre de 1983 los GAL llamaron a la Policía francesa para comunicar la puesta en libertad de Segundo Marey, confundido por sus captores con el presunto miembro de ETA Mikel Lujua. Marey fue el improvisado mensajero de la organización contraterrorista, para lo que introdujeron en su bolsillo una nota de la banda. El mensaje fue claro: "Cada asesinato de los terroristas tendrá la respuesta necesaria; ni una sola de las víctimas permanecerá sin respuesta".
Así comenzó el ojo por ojo de los GAL. Una táctica de poner la venda antes de la herida que no hizo más que dar lugar a un mal peor. Una infección endémica. 27 asesinatos. 27 heridos. Y casi la mitad, por error. Jóvenes de grupos ecologistas, trabajadores de empresas ferroviarias, políticos o ciudadanos para los que la conjunción entre momento y lugar hizo que la palabra casualidad tuviera un agrio significado.
ETA en Iparralde Durante cuatro años los GAL asesinaron a 27 personas. A priori, su objetivo era combatir a ETA con sus propias armas y su creación y mantenimiento dependieron de las más altas esferas del poder, el Ministerio del Interior, tan solo un peldaño por debajo del inquilino del sillón presidencial. Sin embargo, tuvieron una finalidad mucho más sibilina: acabar con la permisividad del Gobierno francés respecto a la presencia de ETA en Iparralde.
La primera acción que se atribuye a los GAL fue además una de las más dramáticas de toda su trayectoria, causando un hondo impacto en la opinión pública vasca: el secuestro de los jóvenes militantes de ETA Joxean Lasa y Joxi Zabala, el 16 de octubre de 1983 a manos de la Guardia Civil. Fueron torturados, asesinados y enterrados en cal viva en Alicante, donde se descubrieron sus restos dos años más tarde. Sin embargo, no sería hasta 1995 que los mismos fueron identificados, por una mezcla de azar y pericia de unos pocos investigadores.
Tras el fallido intento de secuestro de Joxe Mari Larretxea, que se saldó con el arresto en Francia de un inspector de policía y tres geos, los GAL llevaron a cabo la primera acción que reivindicaron: el secuestro del vendedor de mobiliario de oficina Segundo Marey, el 4 de diciembre de 1983, en Hendaia, a manos de mercenarios franceses.
Los asesinatos se sucedieron a partir de entonces en diversas localidades de Iparralde, con atentados contra destacados dirigentes de ETA como Mikel Goikoetxea Elorriaga, Txapela, el 28 de diciembre de 1983, o Eugenio Gutiérrez Salazar, Tigre, el 25 de febrero del año siguiente. Rompería esta dinámica la muerte a tiros, el 20 de noviembre, del carismático líder de HB Santiago Brouard en su clínica de Bilbao, que provocó una enorme repulsa social.
Indiscriminados Los GAL adoptaron sus maneras más cáusticas a partir de 1985, cuando la guerra sucia alcanzó sus más altas cotas, al apostar por atentados incluso más indiscriminados, en los que la evidente presencia de civiles no era óbice para que los pistoleros vaciaran sus cargadores. Entre los atentados perpetrados destacan el asesinato de Xabier Galdeano Arana el 30 de marzo en San Juan de Luz, un refugiado que trabajaba como periodista y comercial de Egin en Iparralde.
El 25 de septiembre tuvo lugar el atentado más sangriento de los Grupos Antiterroristas de Liberación: el ataque al Monbar de Baiona, donde dos mercenarios se emplearon a fondo al acribillar a balazos a los clientes, rematándolos incluso en el suelo -tal y como se establecería en el posterior juicio, les pagaban 50.000 francos por herido y 200.000 por muerto-. Murieron los activistas de ETA Joxe Mari Etxaniz, Potros; Inaxio Asteasuinzarra, Beltza; Agustín Irazustabarrena, Legra; y Xabin Etxaide, Eskumotz.
La falta de escrúpulos de los GAL quedó de manifiesto en el atentado contra el Batxoki de Baiona el 8 de febrero de 1986. Tres pistoleros dispararon indiscriminadamente a través de los ventanales, hiriendo a tres adultos y dos niñas de 3 y 5 años. Solo cuatro días después, el mismo comando atentó contra el bar La Consolation de San Juan de Luz, que ya fue objeto de un ataque el 10 de julio de 1984.
Fin a la barbarie La progresiva caída de ciudadanos galos bajo las balas de los GAL provocó un cambio en la opinión pública francesa respecto a los miembros de ETA refugiados en Iparralde. El que se pensaba que iba a ser el último atentado del grupo armado, el asesinato de Christophe Matxikote y Catherine Brion -que no pertenecían a ETA-, el 17 de febrero en Bidarrai, supuso la puntilla. El Gobierno francés se había imbuido de esta beligerancia y, a partir de 1987, se empleó a fondo para encarcelar, expulsar y extraditar a etarras. El pacto antiterrorista rubricado por los Estados español y francés reforzó esa dinámica. No hacía falta que los GAL actuaran de nuevo y se les dio por desarticulados.
Pese a que su objetivo primigenio de acabar con el santuario de ETA terminó haciéndose realidad, los GAL habrían de hacer una última y, si cabe, aún más injusta y gratuita aparición. Fue el 14 de julio de 1987 en Hendaia, año y medio después de su última acción. La explosión de una bomba colocada bajo el coche de Juan Carlos García Goena terminaba con su vida.
La víctima era un insumiso del servicio militar refugiado en Iparralde, sin relación con ETA. Por ello, lo más fácil es pensar que su asesinato se debió, una vez más, a un error o acción indiscriminada. Sin embargo, teorías posteriores apuntaron a que una facción de los GAL se rebeló contra sus dirigentes políticos, a los que pretendían advertir para que no les dejaran tirados. En este sentido, García Goena sería una víctima fácil para tan espurios fines.
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