lOS más viejos del lugar dicen no recordar en los últimos años un comité regional del PSN con el nivel argumentativo del domingo. Una cita en la que por fin se habló del proyecto, arrinconando esos debates inanes sobre qué hay de lo mío y apostando por una redefinición de la marca que se antoja ineludible ante la concatenación de descalabros en seis meses en forma de la pérdida del suelo electoral en unos comicios autonómicos y en los siguientes generales.

Con todo, la autocrítica todavía se antoja escasa, para empezar porque se reconocen "errores de gestión, coordinación y comunicación" pero no se exige responsabilidad alguna. Y para continuar porque se achaca la hecatombe del 20-N a la crisis y se proclama que la merma en porcentaje de sufragio del PSN fue equivalente a la del resto de federaciones. Un escapismo baldío, pues la estadística no miente y refleja con crudeza la minorización del socialismo navarro, sintetizada en dos elocuentes datos: primero, que el PSN volvió el pasado mayo a los parámetros de las autonómicas de 1979, sólo que rondar los 50.000 votos deparaba entonces 15 escaños, por 9 ahora; y, segundo, que la sigla ha perdido en los últimos veinte años, desde los comicios de 1991, la friolera de 40.000 sufragios (el 42%) y de 10 parlamentarios (el 60%).

El escrutinio da todavía para mucho más, como por ejemplo para constatar que la candidatura de Fernando Puras a la presidencia foral concitó el apoyo de más electores que los que han escogido la papeleta del PSN en las recientes generales. Más de 74.000 votos aquellos de 2007 que sirvieron para superar en un escaño los 11 del socialismo navarro desde 1995, anclado en la horquilla de los 60.000-65.000 sufragios cuando en 1983 fueron hasta 94.737 para 20 parlamentarios, sus máximos históricos.

En suma, que la recuperación del PSN como una herramienta de cambio, como un proyecto reformista que seduzca al voto joven y al urbano extraviado, requiere un rearme ideológico práctico, no sólo dialéctico. Desde la premisa obvia, como el propio comité regional diagnosticó, de que la conversión en alternativa pasa por "ampliar espectros, comenzando por la izquierda". Un objetivo que demanda una nueva narrativa que permita al PSN trazar una identidad más propia, no por contraposición a terceros, y siempre con vocación de integrar la diversidad social y cultural de Navarra.

La cuestión, como por ejemplo explicitó el domingo Miguel Ángel Ancízar además de los críticos reunidos en torno a Amanda Acedo -la perdedora del congreso de 2008 con un 30% de los votos-, es si esa clarificación estratégica resulta compatible con compartir Ejecutivo con UPN, el en teoría antagonista político en Navarra. Porque, si los gobiernos se pierden, más que ganarse, ¿que será del PSN cuando caiga el que comparte con el socio del PP en Madrid? ¿Y cómo presentarse como el recambio de Barcina cuando se ha ido del bracete con ella?

Siendo por tanto el programa lo primero y principal, luego precisa encarnarse en alguien que lo enarbole con la coherencia y la solvencia debidas. Así que, inevitablemente, el PSN deberá acometer un análisis crítico de su estilo de liderazgo. Igual no en el congreso de esta primavera, porque tal vez la organización no esté aún madura para la catarsis que necesita, pero sí para elegir a su candidato en 2015. Mientras esa reflexión interna sobre la regencia va fluyendo, Roberto Jiménez no debería dejar de preguntarse qué significa hoy ser del PSN. En la respuesta está el futuro, también el suyo.