En 1974 Euskal Herria era una ebullición de reivindicaciones no saldadas. En el teatro Príncipe de Donostia ofrecía un recital el cantautor Joxean Larrañaga, Urko, que ante un público entusiasta que abarrotaba el aforo entonaba un estribillo hasta entonces inédito: "Zer eskatzen du herriak? AMNISTIA!!!". Los asistentes, enfervorizados, coreaban la estrofa sin ser conscientes de que se estaba grabando la actuación para un disco en directo. Al final, el estribillo seguía coreándose mientas el cantautor abandonaba el escenario protegido por varios amigos para pasar la noche oculto. Todavía vivía el tirano. A partir de entonces, ese "Zer eskatzen du herriak?" sería lema coreado en plazas, fiestas populares y conciertos, como una forma de desahogo y de presión ante un Franco y un franquismo moribundos. Las cárceles estaban llenas de nacionalistas vascos, comunistas, anarquistas, de demócratas, a fin de cuentas.
Muerto el dictador, la amnistía fue reivindicación más allá del raquítico indulto que siguió a la coronación del Rey de España y la demanda coreada en las calles de Euskadi con el estribillo de Urko tuvo eco clamoroso en Catalunya, donde las fuerzas democráticas blandieron el lema "Llibertat, Amnistía, Estatut d'Autonomía" como exigencia que también echó a la calle a millares de catalanes. La reivindicación de la amnistía se generalizó en cuantas movilizaciones democráticas se convocaban en todo el ámbito del Estado. Los más de 600 presos políticos que seguían en las cárceles españolas eran una losa en aquella transición, y el pueblo acabó por arrancar la amnistía total en 1977.
Han pasado 35 años desde aquella clamorosa reivindicación. Han pasado 35 años en los que ha campado otra dictadura de drama, de muerte y de terror. ETA no aceptó aquella amnistía como fin de su ciclo armado, y en Txiberta se erigió en vanguardia para luchar contra lo que consideró una reforma cosmética de 40 años de franquismo. De nuevo se llenaron las cárceles de presos vascos, y volvió el sufrimiento a miles de familias mientras unos despreciaban las consideraciones éticas y otros se aplicaban a la venganza.
Retirada ETA de la escena sin más logro que una penosa frustración, ha renacido la reivindicación de amnistía si bien tímidamente y reducida a ámbitos minoritarios lógicamente próximos a los presos afectados, o simplemente como retórica declaración de intenciones de líderes políticos afines. Ello no significa que en los próximos tiempos la amnistía no vaya a ser argumento de agitación y lema movilizador. Pero el problema es que la respuesta a aquel "Zer eskatzen du herriak?" del teatro Príncipe no sea hoy tan clamorosa, tan unánime ni, sobre todo, tan entusiasta.
Han transcurrido desde entonces 35 años, amplio y doloroso paréntesis en el que desde todos los ámbitos, incluidos los históricamente homologados como demócratas, se ha cultivado una desaforada y casi siempre injusta reacción no solo antiterrorista sino también antivasca como respuesta a la descabellada violencia de ETA. El interesado e instrumentalizado apoyo a las víctimas del terrorismo ha creado un cortafuegos de oposición a cualquier medida no solo de clemencia, sino de pura legalidad en alivio de la situación carcelaria de los considerados como presos políticos vascos. Si a todo ello se suma el impedimento constitucional, está claro que no va a repetirse la salida que en 1977 se dio a la reivindicación de amnistía.
No es bueno, por tanto, alimentar la frustración y quienes desde las tribunas políticas o desde las calles vascas reclaman la amnistía deberán darse un baño de realismo. El terror aún está demasiado cerca para pasar página y el enemigo está vigilante para evitar cualquier iniciativa que pudiera ser interpretada como perdón por ley o decreto de los delitos cometidos. Lo que procede en estos momentos es negociar el fin de la dispersión, acogerse a los grados contemplados en los beneficios penitenciarios, lograr la excarcelación de los enfermos graves y promover la modificación de la aplicación de la doctrina Parot. Iniciativas, todas ellas, hasta ahora controladas, supervisadas e incluso restringidas por el denominado Colectivo de Presos Políticos Vascos y que según el reglamento penitenciario deben ser solicitadas y cursadas de forma individual.
No va a ser fácil, por tanto, y por más empeño que se ponga, dar un carácter colectivo a esas medidas penitenciarias de forma que la salida de las cárceles de los que se acojan a ellas pueda parecer una amnistía. Que vuelvan a casa, que es lo que sus familias desean, aunque sea uno a uno y con el visto bueno del Colectivo o sin él.
A estas alturas, es muy difícil pretender vestir de victoria una derrota y no es poco lograr lo que en una variante del estribillo de Urko sería "Zer eskatzen du herriak? Presoak etxera, banan-banan behar bada".