'Caso Cabacas': los ertzainas imputados se contradicen a la hora de señalar a los responsables
Aseguran que hubo más agentes que efectuaron disparos en la noche en que Iñigo Cabacas resultó herido de muerte
Bilbao - Sobre las 11 de la noche del 5 de abril de 2012, cuando enfilaban hacia comisaría con el fin de poner punto final a su jornada laboral y regresar a casa, agentes de la Ertzain-tza recibieron un repentino aviso por uno de los canales internos de comunicación: debían dirigirse a la herriko de María Díaz de Haro para atender lo que parecía ser una pelea. A partir de ese momento, un operativo que se había desarrollado de forma “placentera”, tal y como afirmó ayer en sede judicial uno de los suboficiales que participaron en el despliegue por el Athletic-Schalke 04, se convirtió en un auténtico caos con el resultado conocido de la muerte del hincha rojiblanco Iñigo Cabacas por el impacto de una pelota de goma.
Los seis únicos ertzainas imputados por este hecho, tres mandos y otros tantos agentes de base, coincidieron en asegurar que lo que se encontraron allí fue una “encerrona”, un ataque organizado por el que les llovieron objetos de todo tipo, sobre todo botellas y adoquines. Pero ése fue prácticamente el único punto en común de sus respectivos relatos. A partir de ahí a se dedicaron a repartir culpas en un cruce de acusaciones que trasladó a la Audiencia Provincial de Bizkaia las escenas de tensión entre los propios agentes que se vivieron hace seis años y medio en Bilbao.
deficiente registro de escopetas El juicio oral del caso Cabacas arrancó ayer tras una larga fase de instrucción y en medio de una gran expectación con las declaraciones de los seis agentes o exagentes -algunos de ellos ya se han jubilado-. Ante la práctica imposibilidad de identificar al autor del disparo que acabó con la vida de Iñigo, debido en gran medida al deficiente registro del uso de las escopetas y pelotas de goma, buena parte del esfuerzo de la acusación particular se centra en buscar responsables en las escalas superiores por un operativo que arrojó este trágico balance.
En ese punto los ertzainas protagonizaron ayer su propio fuego cruzado. Buena parte de las miradas se centraron en el oficial, ya jubilado, por tratarse del agente de mayor rango aquel día sobre el terreno. Identificado con el número profesional 3.389, explicó que hubo cuatro furgonetas -la 12, 13, 14 y 15- asignadas a un denominado Sector 1, “un rectángulo que abarcaba desde Moyúa hasta Sabino Arana, y por arriba hasta casi Autonomía”. Cada uno de los vehículos contaba con un responsable y él estaba al mando de la 12. Rechazó en todo momento, eso sí, cualquier responsabilidad que fuera más allá. “Yo era el de mayor rango de las cuatro furgonetas, y si tenían alguna duda me consultaban, pero no se asignó a nadie como responsable del sector”, dijo a preguntas de Jone Goirizelaia, abogada de los padres de Iñigo, Manu Cabacas y Fina Liceranzu.
Se esforzó, en cambio, en desviar la atención hacia las escalas superiores, en concreto al conocido como Ugarteko, “el jefe de operaciones de la comisaría, que coordina los recursos y da las órdenes utilizando a sus operadores de radio”. La de Ugarteko fue una presencia constante durante la vista tras no haber sido imputado pese a la insistencia de la acusación particular, y el ya exoficial no ahorró críticas hacia su figura debido a su gestión del operativo. “Cuando llegamos, aquello era un cacao, ya estaba encendido y no había quien lo parara”, dijo en varias ocasiones. Extendió sus reproches hacia el uso que se hacía entonces de Seguridad Ciudadana, “un cajón de sastre que se utilizaba para todo”.
El panorama que describió fue desolador. Aseguró que los agentes a su cargo, y él mismo, tenían “muy poca experiencia en antidisturbios”, una labor propia de la Brigada Móvil y de la Brigada de Refuerzo creada por el entonces consejero de Interior, Rodolfo Ares. “Prácticamente nunca se hacían reciclajes ni se subía a la Academia, hubo gente que jamás utilizó la escopeta Benelli, no se recibía adiestramiento en esa materia”, aseveró. El que fuera oficial puso como ejemplo concreto de esa noche una agente que iba en su furgoneta y que “tenía asignada una escopeta pero no la sacó porque no sabía ni cómo funcionaba”.
Respecto a su papel frente al callejón de María Díaz de Haro, resumió que “me limité a mantener el orden y la seguridad dentro de mi furgoneta”, ninguno de cuyos integrantes, aseguró, efectuó ni un solo disparo. Una supuesta inacción que fue duramente criticada por los dos suboficiales que declararon a continuación. Comenzó el número 5.351, al cargo de la furgoneta 14, tres de cuyos er-tzainas son los únicos que han admitido haber efectuado disparos esa noche, por lo que ayer también estaban sentados en el banquillo como imputados.
“¿Estaba el oficial al mando del sector?”, “Entiendo que sí”, “¿Les dio alguna orden?”, “No”, fue parte del interrogatorio de Goirizelaia a este suboficial. Explicó además que expresó sus diferencias al oficial en caliente, esa misma noche, cuando le reprochó que “si se hubiese bajado de la furgoneta se podía haber hecho de otra forma”. Defendió a su vez que disparar entonces fue “absolutamente necesario”, debido al “efecto disuasorio que tienen los disparos en vacío”, sin carga. “Como ese primer cometido no se dio, o solo en una ínfima parte porque siguió el lanzamiento de objetos, se dispararon pelotas”, añadió.
El segundo suboficial, responsable de la furgoneta 13, coincidió en que el oficial “era el que más rango tenía” en ese escenario, aunque el otro suboficial imputado y él mismo “teníamos más experiencia por llevar más tiempo en la calle”. También protagonizó algunos momentos tensos por la acusación del primer suboficial y de varios de los agentes de la furgoneta 14 de que les dio orden de disparar pese a que no estaban bajo su mando, tras impactar varias botellas junto al lugar donde se encontraba. “Para nada, es rotundamente falso”, zanjó.
Una docena de escopetas Una coincidencia en los relatos de ayer es que, cuando llegaron a María Díaz de Haro, ya había allí ertzainas desplegados y efectuando disparos con las escopetas. En concreto, se trataba de agentes de las furgonetas 1 y 6 que procedían de la comisaría de Deusto y no habían sido movilizados con motivo del partido. Es otra de las ideas que sobrevoló sobre la primera jornada del juicio: que hubo más agentes que dispararon pelotas de goma. Algo en lo que insistieron los agentes de base imputados por lo que presenciaron a la hora de devolver el armamento en el búnker.
El último en declarar describió que “el material sin usar se dejaba a la derecha, el usado a la izquierda y allí había 10, 11 o 12 escopetas; yo la dejé en el montón”. Se ratificó, al igual que el resto, en que disparó pero lo hizo al aire para repeler la agresión que estaban sufriendo.
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