obrenuestra tierra habíamos terminado la guerra, pero no por eso nuestro espíritu se había muerto para el mundo”. Esta primera frase es del lehendakari Aguirre. Quedó para la historia en las páginas del libro De Gernika a Nueva York pasando por Berlín, que publicó la histórica editorial Ekin en 1944.

Las impresiones de Aguirre continuaban en el citado volumen. Valora que con la puesta en marcha del coro Eresoinka quisieron mostrar en el extranjero cómo vibraba “aquella alma vasca que había sido sacrificada en aras del totalitarismo y organizamos periódicos, revistas y espectáculos teatrales”. Estando Aguirre en Santander, tres días antes de su caída, llamó a un notable músico vasco y le hablé de la siguiente manera: “Es posible que nosotros no podamos salir de aquí, pero por eso no ha de concluir la lucha que quiero que sea llevada también al campo artístico. Le encargo a usted salga inmediatamente para Francia y forme entre nuestros refugiados el coro más selecto posible, que lleve por el mundo a través de nuestras melodías el recuerdo de un pueblo que muere por la libertad, porque todavía no saben en el extranjero que se lucha por ella. Si caemos, nos dedican un recuerdo y sigan cantando”.

El avión fabricado en Estados Unidos bautizado como El Negus que sirvió al Gobierno de Euzkadi trasladó a la persona que se iba a encargar de la agrupación musical. Llevaron su mensaje propagandístico antifascista por Francia, Bélgica, Holanda e Inglaterra. A juicio de Aguirre, “esparciendo nuestro arte al mismo tiempo que iba cambiando la opinión”. A su entender, era propaganda, sí, propaganda por la libertad, porque “cantando solamente pueden desparramarse semillas espirituales”.

Y cantando, los vascos anunciaron al mundo que la misma fuerza bruta que había desterrado de Euzkadi “aquellas bellísimas canciones, era capaz de sellar los labios de los pueblos que se creían más seguros”. Al lehendakari le quedó un pesar. “El mensaje de nuestros artistas fue oído, pero no entendido por muchos de aquellos que iban a ser futuras víctimas de los nuevos invasores”.

Sobre Eresoinka se han publicado excelentes estudios, casos firmados por José Antonio Arana-Martija y Philippe Reginier, “pero están centrados en los aspectos artísticos”, valora a DEIA el investigador Koldo San Sebastián, quien junto al histórico jeltzale Iñaki Anasagasti han publicado un libro que no se ha llegado a presentar a los medios de comunicación debido a que se editó al mismo tiempo que se decretaba el confinamiento estricto.

Los dos autores estiman que su obra titulada Si caemos sigan cantando. Eresoinka por dentro (1937-1939) es un ensayo centrado en los aspectos políticos y propagandísticos. Siempre según sus palabras, José Antonio Aguirre creía que mantener la cultura propia era una forma de luchar por la libertad. “Hemos trabajado, además, sobre fuentes inéditas o poco conocidas”, enfatizan. El trabajo encargado por el euskaltzale durangués Leopoldo Zugaza, difunde asimismo la reproducción de carteles, fotografías, folletos y memorias (facsímiles), “en su mayoría poco conocidos, que enriquecen el texto”.

Anasagasti y San Sebastián ponen en valor la riqueza cultural vasca de dos décadas antes a la guerra. Los años 10 del siglo XX. “Se había impulsado un potente movimiento cultural con vocación de renacimiento (pizkunde) que afectó a la literatura, la música, el teatro, la danza, las bellas artes... La principal riqueza de Euzkadi era su cultura y era a través de esta la mejor forma de mostrar el alma vasca. Y, no solo eso. Dos décadas después, tras la caída de Bizkaia, la cultura se convirtió en un elemento esencial de propaganda y, más tarde, de resistencia”.

Los autores evocan que en el verano de 1937 -en plena guerra militar- se redactó un denominado Proyecto para la organización de la propaganda exterior que Aguirre, recién llegado de Santander, firmó en Valencia. En octubre, se constituyó formalmente el Comisariado (Sección) de Propaganda del Gobierno de Euzkadi que dependía directamente de la Presidencia. “Dentro de este Comisariado, había una Comisión Artística presidida por Manu de la Sota de la que dependían el Departamento de Propaganda de la Delegación de Barcelona, la llamada Exposición Euzkadi y el Grupo Eresoinka y, desde diciembre de aquel año, también el grupo de baile Elai-Alai”.

A juicio de Anasagasti, que hace un paralelismo con la situación actual que sufre Afganistán, “hay que felicitar a aquella gente del coro y grupo de baile, porque era abnegada y con calidad, ya que estaban todo el día ensayando. Yo creo que es un hito de nuestra historia reciente”. El jeltzale apostilla una última valoración: “Por ley de vida se nos están yendo estas personas tan queridas y aunque no sean conocidas hoy por la sociedad, jugaron en su día un gran papel e hicieron algo tan hermoso por la causa vasca como cantar a la paz y a la vida de un pueblo al que se quería destruir”.

Aguirre siempre creyó que mantener la cultura propia, “la principal riqueza de Euzkadi”, era una forma de trabajar por la libertad

El libro no se ha presentado a los medios porque se editó al mismo tiempo que se decretó el confinamiento estricto por la pandemia