"OTAN no, bases fuera era la consigna por excelencia de las protestas que sacudieron el Estado hace cuatro décadas por la entrada en la Alianza Atlántica y que se prolongaron durante los primeros años en el Gobierno de Felipe González, que llegó a Moncloa prometiendo retirar a España de la organización, pero terminó defendiendo la permanencia en un referéndum que el presidente socialista ganó por un porcentaje ajustado, con una campaña enfrente a favor de la salida del club militar que suscitó todo el apoyo del sector a la izquierda del PSOE.

40 años después, España permanece en la OTAN y las bases estadounidenses siguen en su sitio. Y no solo eso, sino que la Alianza Atlántica ha recuperado el peso perdido a nivel geopolítico tras la invasión de Ucrania a manos de Rusia. Así, una organización cuya utilidad en los últimos años era más cuestionada que nunca -desde la caída del Telón de Acero su presencia a nivel internacional había decrecido- se ha visto ahora reforzada a todos los niveles y con la inclusión de dos nuevos miembros que hasta el momento habían mantenido una plena neutralidad en el tablero global: Suecia y Finlandia.

Esta entrada de dos países europeos se escenificará a finales de este mes en la cumbre de la Alianza Atlántica que acogerá Madrid -29 y 30 de junio- y por la que desfilarán los líderes de buena parte de las potencias occidentales; entre ellos, el estadounidenses Joe Biden. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y los ministros socialistas, tratan de vender la cita como un hito en la importancia de España a nivel global, pero las críticas han arreciado en las últimas semanas desde el socio minoritario del Ejecutivo, la coalición Unidas Podemos.

Esta división en el seno del Gobierno de coalición ha vuelto a revivir la histórica fractura en la izquierda que mantuvieron en los 80 el PSOE de González y el PCE, por aquel entonces liderado por Gerardo Iglesias, con respecto a la posición de la OTAN. De esta manera, afloran de nuevo heridas sin cerrar y eternos debates, ahora personalizados en la posición a adoptar con respecto a la cumbre madrileña.

División en Unidas Podemos

Y con la novedad de que en esta ocasión no solo socialistas y postcomunistas discuten sobre cómo proceder, sino que también hay un debate interno en el seno de Unidas Podemos. Tal y como ya se ha evidenciado en otras cuestiones de Defensa como el envío directo de armas a Ucrania, Podemos y su líder Ione Belarra mantienen una posición más antibelicista, mientras que el sector de Yolanda Díaz e Izquierda Unida ha cerrado filas con los socialistas.

Respecto a la asistencia o no de la coalición de izquierdas a la cumbre de final de mes en Madrid, las posiciones no están tan claras pero se vislumbra por dónde van las dos corrientes en disputa. Mientras que Ione Belarra ha sido contundente en su rechazo a la cita militar y ha dejado claro en los últimos días que no va a asistir a ella a pesar de ser ministra, Yolanda Díaz deshoja la margarita y ha ido dando largas en la última semana cuando ha sido preguntada al respecto.

Díaz sí excusó su asistencia al acto en la capital española del pasado lunes en el que se conmemoraba el 40º aniversario de la entrada de España en la Alianza Atlántica, y que contó con la asistencia de su secretario general, el noruego Jens Stoltenberg.

En esta ocasión, la líder de Unidas Podemos justificó su inasistencia alegando motivos médicos y no quiso criticar ni a la OTAN ni la organización de la cumbre próxima en Madrid. Pero la vicepresidenta segunda no termina de anunciar si acudirá a la cita internacional más importante del año en materia de Defensa.

Quienes no escatiman en críticas son sus socios de Podemos, vislumbrando así otra importante discrepancia en el seno de la coalición morada. Ione Belarra y otros dirigentes de su formación han ido elevando el tono contra la OTAN e incluso han arrojado sospechas de adjudicaciones a dedo en la organización de la cumbre y partidas económicas irregulares.

Asimismo, Podemos considera desproporcionado el gasto total destinado a esta cita y considera que se debería haber invertido en cuestiones sociales o, en su lugar, haber organizado una “cumbre por la paz” que presionara para una salida negociada a la guerra en Ucrania.

Vuelven a darse por tanto dos posturas -una más radical y otra más pragmática- en el seno de Unidas Podemos. Y mientras tanto, el enfado va en aumento en las filas socialistas, donde recuerdan a sus socios que son parte del Gobierno y ello requiere un compromiso institucional que está por ver si finalmente se cumple con la asistencia o no de los ministros morados a la cumbre.