El nombre de Amelia Salanueva se ha colado en las quinielas para asumir la presidencia del PP navarro. Sin hacer demasiado ruido, la senadora navarra, con una dilatada trayectoria política, suena ya entre los candidatos posibles de cara al congreso que la pequeña federación tiene todavía pendiente de celebrar, y que Génova, según la agencia Efe, quiere resolver en un mes junto a los de La Rioja y Asturias

El que salga de ese cónclave no solo tendrá que recomponer el partido a nivel interno después de la etapa de Ana Beltrán, cuyo papel al frente del partido ha sido cuestionado incluso de forma pública por históricos como Del Burgo. El futuro líder estará al frente del partido en un momento clave para la derecha, pues es ahora mismo cuando UPN y PP mantienen una tensa negociación para encontrar una fórmula con la que concurrir a las próximas elecciones tras la muerte de Navarra Suma tal y como la conocemos. 

Y en medio de este panorama surge el nombre de Salanueva, un nombre que ha generado sorpresa e incluso recelos en el regionalismo. Por dos motivos. El primero, por ser una mujer muy cercana a Beltrán, que fue quien la recuperó para la política en 2019 en una maniobra que no gustó nada a UPN. 

Pero, sobre todo, porque fue Salanueva la que en 2015 rivalizó cara a cara con Esparza por el control de UPN tras la salida de Barcina. Es decir, que en el supuesto de que Salanueva asumiera en pocas semanas la presidencia del PP, estaría frente a frente con su último rival político.

Algo que se ha visto incluso como una provocación en ciertos sectores regionalistas teniendo en cuenta que el PP llega a esta negociación crecido por las buenas encuestas que ha cosechado Feijóo y que le llevan a reclamar mucha más visibilidad en una eventual coalición.

Nuevo papel

La trayectoria de Salanueva desde que Feijóo tomó el mando ha ido en sentido contrario a la de Beltrán, cuya carrera política está acabada después de haber sido una de las escuderas de Casado. La todavía presidenta del PP navarro pasó de la vicesecretaría de Organización, algo así como el número tres del partido, a ser una de las 35 vocales rasas.

Y ya es un hecho que no repetirá al frente de la presidencia del PP navarro, puesto que, por cierto, le hizo incumplir los estatutos del partido por acumulación de cargos hasta mayo de este año. Entonces mismo se supo que Salanueva pasaba a ser la secretaria general del grupo del PP en el Senado, lo que era un ascenso en toda regla.

Feijóo, que parece poco dado a las revoluciones, dejó muchas cosas del Congreso y el Senado tal y como estaban, de ahí que Cuca Gamarra y Javier Maroto siguieran teniendo protagonismo. Parece que la cercanía del exalcalde de Vitoria –al que metieron como senador por Castilla y León cuando se quedó sin escaño– con la navarra ha hecho que Salanueva haya tenido más fácil escalar posiciones y reciclarse pese a que venía amadrinada por Beltrán.

Precisamente, este hecho ha despertado alguna sospecha entre quienes creen que Salanueva no representa una renovación como la que supuestamente trae Feijóo, y que de alguna manera su elección supondría que una agrupación quedara en manos de alguien muy cercano a la antigua dirección de Casado.

Pero, sobre todo, no despierta demasiada simpatía entre algunos regionalistas que la próxima interlocutora en las negociaciones sea, precisamente, una exafiliada del partido. Salanueva fue senadora de UPN y consejera del Gobierno de Navarra con Miguel Sanz. Es una mujer políticamente inteligente y que conoce muy bien el partido de Esparza. Algo a lo que Génova le da valor y cree que ayuda al PP en una negociación en marcha con UPN, tal y como apuntó esta misma semana The Objective.

Pero lo que en Madrid ven como un punto positivo aquí se ha percibido por algunos como una provocación. Salanueva consiguió el 38% de los votos en la asamblea de 2015 que encumbró a Esparza como líder de UPN. Sacó una buena tacada de votos y Esparza tendrá otras virtudes, pero no es un político que encaje bien las contestaciones internas –basta ver qué ha pasado con Sayas, rival de Esparza en 2020–. Así que no parece que haya muchas razones para pensar que la elección de Salanueva vaya a destensar relaciones en un momento clave.