El ganapán que atiende por Iván Redondo –hoy acogido en el periódico del conde de Godó y trapicheando influencias con los cívicos– se dedicó cuando estuvo en Moncloa a crear una estructura de poder dentro del poder. Este, que pasaba por gurú siendo un mero contrabandista de crecepelos, pensó que la mejor manera de dar empaque a lo suyo era organizar pirotecnias, como si el mundo no existiera antes que él. Así, decidió dotarse de su propia corte de aduladores, polinizando con su cháchara los despachos que le rodeaban, como la abeja reina organiza el enjambre. De otra, acrecentaba su pretendida fama de asesor listísimo y su poder factual a costa de los recursos que pagaba el contribuyente, edificando su propio palacio. Si Grigori Rasputín medró en la corte de Nicolás II por su relación cercana con la zarina Alexandra, el del peluquín tuvo su sitio a la vera de Sánchez a base de engolarse y proyectarse como el más clarividente. Hasta que le echó, por cierto, tras constatarse cuánto estaba cerdeando con el poder económico y cómo le interesaba más el parné que seguir engrandeciendo la sanchidad. Pero antes del divorcio, una de las aportaciones de Redondo fue la idea de que el presidente presentara cada cierto tiempo un papelito con el balance del cumplimiento de su programa, como si el político pudiera ser juez de sí mismo, y más la persona que ha hecho de su despego a la verdad y la palabra dada su principal instrumento de actuación. Otra de las evacuaciones del asesor presidencial en sus tiempos de gloria fue crear la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, una dirección general adscrita a la Presidencia del Gobierno de España que actúa bajo el lema “Miramos al futuro para cambiar el presente”. El antro cobró notoriedad con la presentación de un tocho llamado “España 2050”, que alguien debería preguntar cuánto costó la broma, en el que un grupito de intelectuales onanistas nos decían el tipo de futuro en el que viviríamos sí o sí. Se puede ver lo de esta gente en la petulante dirección de Internet futuros.gob.es. Porque, en efecto, hemos pasado de imaginar el futuro a que una oficina dependiente del presidente nos cuente cómo va a ser. Y hemos pasado de esa política en la que se decía que lo que valía era la capacidad de ser sensibles a los problemas, a otra en la que hay que guiarse por lo que hayan evacuado unos cuantos sabiondos. Que no es otra cosa que un modelo de dictadura del pensamiento.

Todo este recuerdo de la banalidad viene a cuento del hecho de que María Chivite, con su peculiar sociólogo (o algo así) de cabecera, el vicepresidente Taberna, nos amenaza con reciclar por aquí la misma quincalla que ya se ha oxidado en Moncloa. En efecto, la presidenta anuncia que presentará regularmente un documento de cumplimiento de objetivos, porque para eso tiene a Alzórriz en el Parlamento haciendo el pressing catch a la oposición. Pero además, se acaba de crear la petulante Oficina de Análisis y Prospección, que según nota oficial “ayudará a Navarra a prepararse para afrontar los retos y desafíos de las próximas décadas”. Obvio es que al frente de ella no han puesto a un ChatGPT, que saldría más barato y sería más eficaz, sino a un colega de Taberna con el que coincidió en CC.OO. en el escaso tiempo en el que el actual vicepresidente no cobraba su soldada (directamente) del contribuyente. De manera que ya han endosado a las arcas forales el mismo truño que en su momento Redondo urdió en Moncloa. Un montaje en el que unos espabilados se arrogan la capacidad de predecir nuestro futuro y, lo que es peor, determinar las orientaciones políticas que dicen sustentarse en tan sesudo y relevante análisis. En realidad, no lo perdamos de vista, estamos ante un instrumento para hacer política partidaria, para alojar en la administración resortes que sólo se usarán, o bien para malear la agenda civil, o bien para que quien tiene el mando del chiringuito se beneficie de ventajas respecto a sus contendientes. Como es verdad inmutable lo de “excusatio non petita, accusatio manifesta”, se nos presenta la oficina esa como un ente con “vocación de transparencia y accesibilidad”. Bonito mundo en el que la acción gubernamental es ciega y muda ante problemas palmarios que tiene delante, que como muleta utiliza el engaño sistemático y la constante manipulación semántica, pero que nos cuenta que ya hay un ente que nos va a explicar cómo será el futuro y qué esfuerzos habrá que hacer para ganarnos la Arcadia.