Semana de negociaciones interminables, de delirio y resentimiento reaccionario y de fumata de investidura. Nueva etapa; todo pasa y todo queda en la política estatal y en su compleja sociología. El acuerdo entre PSOE y Junts supone una novedad de envergadura, dentro de una crisis que comenzó a fraguarse a partir principalmente de la sentencia del Estatut de 2010. Trece años con giros de guion, saltos al vacío, rupturas profundas y boquetes por tapar, dentro de una transformación global acelerada y un contexto variable y complejo, no exento de pulsiones ultras o nostálgicas.

En momentos como el actual, el análisis se hace imprescindible para radiografiar la situación. Tres observadores, Joan Rusiñol, Esteban Hernández y Oriol Bartomeus, acaban de investigar sobre el cambio y el paso del tiempo desde diferentes ópticas. 

Rusiñol ha escrito con Ferran Casas ‘España no se toca. Las cartas del Estado al descubierto’. Ensayo en catalán (el título es traducido) publicado por La Campana sobre “los pilares de un régimen que parece inamovible”. 

Por su parte, Esteban Hernández presenta la próxima semana ‘El corazón del presente. Mapa de una sociedad desconocida’, publicado por Círculo de Tiza.  

Finalmente el politólogo Oriol Bartomeus ha escrito ‘El peso del tiempo. Relato del relevo generacional en España’, publicado por Debate, sobre la “lenta despedida” de la generación de la posguerra protagonista de la Transición, el inicio del envejecimiento de la siguiente, y la incorporación al censo electoral de los nacidos, por ejemplo, en 2005, cuando Zapatero era presidente, y que vivieron la adolescencia con Sánchez en la Moncloa. Si bien, como afirma el propio Bartomeus en su ensayo, “las construcciones culturales siempre son fruto de la novedad y la herencia. Nada empieza de cero”.

JOAN RUSIÑOL

Subdirector de informativos de Catalunya Ràdio

“La amnistía es poner el contador antes de 2017”

Para Joan Rusiñol (Tona, 1979), la “amnistía es un gesto político de enorme calado”, con “un importantísimo valor político” y profundidad simbólica. “Pone otra vez el contador antes de 2017”, y “todos los actores políticos pueden estar en igualdad de condiciones a la hora de hacer política”. Cree que “lo que determinará si realmente cambia el modelo nacionalista español que ha imperado en la articulación del Estado, es si hay algún gesto relativo al reconocimiento nacional de Catalunya y de Euskadi, o hacia la autodeterminación”. Dicho de otro modo, “si de algún modo se avanza hacia un reparto distinto de la soberanía”. 

"AMBIVALENCIA" DEL PSOE“

En las páginas de su libro se incluye una advertencia de Quim Nadal, quien fue candidato socialista en 1995 a la presidencia de la Generalitat, y hoy es conseller sin carnet del Govern de Aragonès: “Solo hay una cosa más difícil que la independencia, la España federal”, considerando que el PSOE es federalista cuando no está en el poder. Para Rusiñol, que recuerda que el Partido Socialista sigue en el Gobierno en funciones, está por ver qué ocurre una vez eche a andar la legislatura. Y recuerda al respecto una frase de José Martínez, fundador de la revista Ruedo Ibérico, que decía que en el 82 el PSOE tomó posesión del Estado, pero el Estado también tomó posesión del PSOE. 

El subdirector de informativos de Catalunya Ràdio ve en Sánchez “una gran capacidad de adaptarse a cada momento y hacer de la necesidad virtud”. Otra clave en el nuevo escenario será el proceder de Felipe VI, que cree no será obstruccionista, pero que, recuerda, protagonizó el discurso del 3 de octubre del 17. “Ese día demostró que su arbitraje no es tal. Por activa o por pasiva la monarquía tiene ideología y ese discurso le ubicó liderando el bloque reaccionario, la derecha”, y “demostró cómo entiende la unidad de España”. Cuenta que hablaron con Javier Ayuso (director de Comunicación de la Casa Real de 2012 a 2014), “que nos dijo que una gran obsesión de Felipe VI es no ser el último Borbón”. 

Rusiñol observa en el reciente discurso de Aznar (“el que pueda hacer, que haga”) “en cierto modo el nuevo a por ellos”. Y considera “nada casual que de repente los jueces actúen, el CGPJ se pronuncie, y Ciudadanos consiga que la Comisión Europea pida explicaciones”. Un “movimiento orquestado”, “sobreactuación” para “deslegitimar” al futuro Gobierno, y “un aviso a navegantes”, para “que no haya ningún paso de reconocimiento nacional”. 

Este periodista ve en Zapatero al presidente “más moderno que ha tenido España” en su “filosofía de fondo”, y destaca su forma de entender la democracia como una promesa abierta. “Desde esta premisa es donde se pueden buscar acuerdos y diálogos”, añade Rusiñol, que tiene la sensación de que Zapatero ve en Sánchez la posibilidad de “culminar lo que él no pudo hacer”, y “por eso está tan implicado”. 

ESTEBAN HERNÁNDEZ

Jefe de Opinión de ‘El Confidencial’

“El descontento se ha vehiculado desde lo territorial”

Esteban Hernández (Madrid, 1965), licenciado en Derecho, analiza en su libro una serie de fracturas existentes en la sociedad que tienen una traducción política. “Si tu idea de futuro va decayendo, porque piensas que lo que viene va a ser peor que lo que tienes, y hay una sensación de descenso en el nivel de vida y de falta de oportunidades, eso crea un clima desfavorable”. Para él lo esencial de este tiempo, “a nivel nacional e internacional” ha sido que el descontento “se ha vehiculado desde lo territorial”. Lo vimos, dice, “en el Brexit, en Catalunya, en Estados Unidos, o en Rusia, mientras China, Turquía, India, Irán o Arabia Saudí están desarrollando proyectos nacionales muy potentes”.

Hernández echa en falta más discernimiento. “La manera de abordar los problemas muchas veces se simplifica en términos morales, de bueno o malo, sin necesidad de media justificación”. Ello unido al utilitarismo, a un mayor individualismo y a la tecnología, ha generado una dinámica que cree que imposibilita los consensos y el debate ciudadano. “Estamos en un momento muy complicado en Occidente y en España, y a la hora de abordar los problemas tenemos una forma de pensar poco clara, poco definida, poco razonable, y por lo tanto poco útil”. Considera que en múltiples cuestiones no hay “una argumentación sostenida que permita entender los asuntos de fondo, las motivaciones últimas o los desafíos de la sociedad”. Este analista ve en “la exageración el instrumento típico de nuestra época. No solo en el ámbito político, sino también social. Para Hernández, cuando se cree tener “toda la razón, y has caído en el moralismo existente”, uno se siente “legitimado para utilizar cualquier tipo de exageración. En el momento en que tomas partido por una trinchera de manera definitiva lo que dices no te parece exagerado, sino lo razonable”. 

CORRIENTES DE FONDO

El jefe de Opinión de El Confidencial analiza en su libro el clima sociológico dominante en Madrid, en una “ciudad global” como “le pasa en cierto sentido también a Barcelona”, que es un “espacio de captación de recursos, de población y de esperanza de mucha gente”. Así Madrid absorbe población de ciudades pequeñas intermedias, y a muchos jóvenes con una “cualificación que les permite creer que van a tener recorrido” en dicha urbe. De esta manera, la vitalidad que podían tener hace décadas ciudades pequeñas e intermedias va sucumbiendo ante un Madrid que hace de “aspiradora”, y donde se genera una expectativa de triunfo y “esperanza” ante la presencia de grandes empresas, consultoras, medios de comunicación o despachos jurídicos. 

Sueños que, sin embargo, a menudo, con mucha frecuencia, se rompen, porque “triunfar triunfan pocos”, lo que deja a muchos en situación de tensión, parálisis e incertidumbre, “sin perspectivas de futuro”. Así que Madrid tiene “un elemento aspiracional claro, pero también de ruptura de aspiraciones”. Fenómeno extensible a otros entornos donde en cambio se aprecia un notable declive de posibilidades. Todo ello genera “emociones políticas”, “gente que se indigna y está harta”, mientras otros piensan que “a lo mejor ahora las cosas no van especialmente bien, pero que no pasa nada porque les irá bien en el futuro”. 

En ese contexto emocional, Madrid se ha erigido como un contrapoder político frente al Gobierno Central, con una presidenta madrileña que habla nada menos que el inicio de una “dictadura” de Pedro Sánchez. Según Hernández en este asunto confluyen varios elementos. Uno, “típico de las ciudades globales”, “la permanente exigencia de mejores condiciones”. Este analista considera que Ayuso “está jugando con ello”, como cuando Boris Johnson era alcalde de Londres, y “decía que esa ciudad no podía tener las mismas reglas que las demás urbes británicas”. Además, “Ayuso está aprovechando una visibilidad y proyección que le confiere su signo político en este contexto. Por último, recuerda que en estas dos últimas décadas se ha dado una asimetría donde Madrid “crecía” y Barcelona “descendía”. Esteban Hernández piensa que las “élites catalanas en declive reaccionaron con el pulso del procés”, y ahora ve en Madrid un “elemento de conservación de la autoridad” mediante un relato “hiperbólico”. 

ORIOL BARTOMEUS

Politólogo

“Se está relevando a la generación que hizo la Transición”

Oriol Bartomeus (Barcelona, 1971) explica en su ensayo la materialización de un gran cambio sociológico, que ni la política ni el periodismo pueden soslayar: el peso del tiempo. “Estamos inmersos en un profundo cambio generacional”, pues se está “relevando a la generación que hizo la Transición, y que ha dominado hasta hace una década”. Este profesor de la UAB observa “el agotamiento del modelo”. Recuerda que ya en 2014 abdicó Juan Carlos I, “encarnación de la Transición”, apareció Podemos, y confesó Jordi Pujol, y “el modelo que se plasmó en la Transición llegó a su fin, porque se agotó, y dio paso a otra cosa que no sabemos cuál es”. Crisis que va pareja con el “agotamiento del sistema político, económico y social que se dio en Europa desde 1945”.  

Bartomeus advierte de que el relevo generacional no garantiza el progreso. Según este politólogo “el sistema, sobrevive en crisis permanente”, y se mantiene porque la “contestación no ha sabido cuajar en nada”. Detecta “una enorme incapacidad para crear una reformulación profunda”. Algo, entiende, “muy propio de nuestros tiempos enormemente volátiles, de aceleración e impaciencia, en los cuales es imposible asentar nada, ni siquiera una revolución ni una reforma”. Bartomeus descarta que haya una transformación de corte federal. “El sistema va a ser el mismo, porque no existe un consenso para poder reformarlo de forma consistente”, y porque, asegura, “no hay realmente en ninguno de los actores la voluntad de construir uno diferente”. Así pues, no cree que “nadie esté pensando en la orientación de la reforma del Estado”, ni que exista la posibilidad de acuerdo en ese sentido. A su juicio, “lo que se lleva ahora en el mundo nuevo es el cambio sin modelo”, “un constante bombardeo de anuncios que se agotan en el mismo anuncio”. 

SOMOS UN TIEMPO

Este investigador no olvida la influencia del factor sentimental, el de la juventud perdida. Como apunta en su libro, la Transición y Felipe González representan para algunos esa conexión generacional, de un tiempo, el suyo propio, que se lleva “impregnado y se acarrea a lo largo de toda la vida”. En el fondo, prosigue Bartomeus, estamos “hechos de un tiempo que va pasando”. Observa que parte de la sociedad española que tiene un vínculo sentimental con la Transición, “se puede sentir traicionada”, pero apunta que la parte mayoritaria de la sociedad carece ya de dicho vínculo. 

Con todo, Oriol Bartomeus detecta la continuidad de un “sustrato antipolítico”, que “permanece en generaciones que se han criado en democracia”. Para este politólogo, ha faltado voluntad de crear “generaciones democráticas”, en la idea de que la democracia produciría demócratas. Cree que “hay que hacer un esfuerzo de inocular esos valores en las generaciones nuevas”. Recuerda que los nacidos desde 1976, vivieron en un sistema que “a partir del año 90 convive de forma permanente con un elemento muy corrosivo como es la corrupción”. Por lo tanto, ya no era “esa democracia épica contra la dictadura”, sino con afecciones serias. 

En cuanto a la “polarización” dice que está presente desde 1993, hace ya treinta años, “y no ha dejado títere con cabeza”. Tampoco obvia la crisis del 2008 que pilló a la generación del ‘baby boom’ “con hipotecas y en plena edad laboral”, lo que sumado a otros factores, ha provocado un cierto “desasosiego existencial” en esta franja de edad.