Este 2024 marcará un hito en la historia de la democracia ya que será el mayor año electoral de la historia. La mitad de la población mundial será llamada a las urnas, entre ellas las ciudadanas y ciudadanos de los ocho países más poblados del mundo: India, Estados Unidos, Indonesia, Pakistán, Brasil, Bangladesh, México y Rusia, sin olvidar las elecciones al Parlamento europeo, claves en el futuro devenir del viejo continente. Todo un reto para el mundo, en un momento en el que los partidos de extrema derecha parecen encontrarse en la cresta de la ola. ¿Marcará el 2024 un hito en el ascenso de la extrema derecha a nivel global?

Europa será, sin duda, uno de los escenarios donde se jugará esta crucial partida, ya que se decidirá la configuración política de la Unión Europea. Unas elecciones que marcarán hacia qué lado girarán las políticas de Europa y si la extrema derecha será capaz de ser decisiva a la hora de condicionar estas políticas. Al rebufo del gobierno de Georgia Meloni en Italia, la reciente victoria de Geert Wilders en los Países Bajos y los esperados resultados de otros partidos de ultraderecha en Europa, las elecciones europeas pueden ser un termómetro de la fuerza de esta corriente política en Europa y de su futura capacidad de condicionar la política del continente los próximos años.

Geert Wilders. EFE

No podemos olvidar tampoco que las elecciones europeas suelen ser un escenario muy proclive a la irrupción de nuevas formaciones políticas y su consolidación como futuros actores importantes. Un ejemplo de esto fue el de Vox en el estado español que, gracias a los buenos resultados obtenidos en unos comicios europeos, logró salir de la marginalidad y el anonimato, iniciando el camino que le ha conducido a consolidarse con una importante cuota del electorado español. Habrá que ver si alguna nueva estrella del star sistem de la extrema derecha europea emerge desde Bruselas.

Alemania es otro de los grandes focos de incertidumbre por el ascenso de la ultraderecha. A pesar de que el canciller Olaf Scholz solo lleva dos años de mandato y todavía puedan parecer lejanas las elecciones al Bundestag, los malos resultados demoscópicos están haciendo temblar la alianza de gobierno que sustenta a Scholz. Recientes encuestas le asignan la peor puntuación dada a un canciller alemán en 25 años, a la vez que su gobierno tripartito, socialdemócratas, verdes y liberales, es incapaz de lograr la financiación para la revolución económica verde que prometiera, mientras la economía real del país parece estancarse.

Pavor en Alemania por AfD

En esta tesitura, la progresión ascendente que lleva Alternativa para Alemania (AfD), el grupo de ultraderecha que fue creado apenas hace 10 años, produce pavor en todo el país. Las recientes elecciones regionales de octubre han tenido como resultado un gran castigo para Scholz y sus aliados y, sobre todo, un gran ascenso para la ultraderecha, a la que algunas encuestas llegan ya a situarla como tercera fuerza a nivel nacional. Es en la antigua Alemania del este donde la ultraderecha es más fuerte y algunos sondeos pronostican que las próximas elecciones regionales en tres estados federados del este pueden dar por primera vez desde la II Guerra Mundial una victoria aplastante a la ultraderecha en aquel país. Es posible que Scholz resista las peticiones de la oposición para convocar elecciones este año, pero una victoria de AfD en las regiones del este supondría todo un bombazo en un país como Alemania con una herencia tan sombría respecto a la extrema derecha.

Carteles del partido ultraderechista Alternativa para Alemania, en las calles de Berlín. EFE

Latinoamérica será otro de los escenarios a los que seguir de cerca, sobre todo después de la reciente victoria de Javier Milei en Argentina. Después de la reconquista de Luiz Inácio Lula da Silva del gobierno brasileño, dos serán las grandes batallas de la extrema derecha en el continente americano. La primera en México, en el que el movimiento Morena tratará de volver a arrebatar la presidencia a los históricos PRI y PAN, que no han dudado en unirse para enfrentarse al movimiento renovador del presidente Andrés Manuel López Obrador. Estas elecciones, en las que parece difícil el cambio de color en la jefatura del estado, puede que sean las que consoliden a la nueva ultraderecha mexicana, que trata de resurgir de la mano del productor de cine Eduardo Verastegui. Una opción ultraderechista, ultracatólica y reaccionaria que pretende traer al presente las ideas más extremas del pasado histórico político mexicano.

Pero es en El Salvador donde la ultraderecha cuenta con altas probabilidades de éxito para dar una nueva alegría a las fuerzas más extremistas del continente. La reelección de la gran estrella derechista latina tras la derrota de Jair Bolsonaro, Nayib Bukele, puede sentar cátedra en todo el continente. Bukele, proveniente en sus inicios de la izquierda, ha logrado, al igual que Milei, crear una tercera fuerza antisistema, capaz de conseguir el poder y, una vez en él, modificar las instituciones en función de sus intereses, retorciendo según su antojo leyes, como la que impedía la reelección presidencial.

El gran peligro de Bukele es su mensaje, que puede calar muy hondo en la extrema derecha latinoamericana en el caso de que vuelva a ganar. Si en Europa el miedo a los inmigrantes se ha convertido en el leit motiv de la derecha radical populista, el presidente salvadoreño ha logrado convertir la guerra a las bandas criminales y la inseguridad en su punta de lanza. Una lucha contra las maras que le ha llevado a encarcelar a casi 60.000 personas. Esta represión llevada a cabo a costa de la seguridad en el país, le ha supuesto a Bukele la crítica de las asociaciones de derechos humanos y de la oposición política, víctima, a su vez, de la lucha que debía caer sobre las bandas criminales. El éxito de un Bukele cada vez más autoritario y extremista puede ser un ejemplo a seguir para toda la ultraderecha latinoamericana.

Nayib Bukele. EFE

Con todo, serán las elecciones en los Estados Unidos el gran escaparate de la derecha radical populista mundial. El retorno de Donald Trump, el gran showman del populismo de ultraderecha a nivel internacional, y su intento de volver a hacerse con la Casa Blanca, suponen un reto para la ultraderecha a nivel mundial, a la vez que significarán un pulso mediático que comenzará muy pronto con las primarias republicanas de enero y culminarán con los comicios presidenciales de noviembre. Por tanto, serán once meses en los que seremos testigos de todos los efectos secundarios que la derecha radical populista contagia a los sistemas democráticos que parasita: polarización extrema, agresividad política, confrontación, puesta en duda de las instituciones, erosión de la separación de poderes… En fin, todo aquello que, desde un punto de vista democrático y racional, no debiera pertenecer al campo político.

El inquilino de la Casa Blanca

En esta carrera de once meses, no solo se dilucidará quién será el inquilino de la Casa Blanca entre 2024 y 2028, también entrará en juego el futuro del Partido Republicano estadounidense. Las primarias y la convención republicanas nos indicarán si el trumpismo ha consumado definitivamente el giro del partido desde las históricas posiciones conservadoras a la extrema derecha. Los never trumpers, los republicanos contrarios a la radicalización que inició Trump abriendo el partido a la denominada derecha “alternativa”, parece que no han sido capaces de devolver al Good Old Party a posiciones moderadas. El trumpismo incrustado en las filas republicanas ha impedido a los líderes moderados el giro al centro.

Los debates entre los aspirantes a la candidatura republicana no han dejado dudas al respecto de su radicalización. El último de estos debates ha sido una clase magistral de lo que ha cambiado el Partido Republicano desde que se ha instalado en el extremismo. Malos modos, ataques personales, insultos y, sobre todo, un Trump ausente, que ni siquiera se digna a debatir con sus contrincantes a la candidatura, demostrando su visión democrática del proceso electivo. Frente a él, cuatro candidatos, de los que tres no son más que diferentes versiones del trumpismo. Ron de Santis, el Trump moderado de California; el joven empresario Vivek Ramaswamy, una versión joven y más multicultural del trumpismo emprendedor; y Nikki Haley, antigua embajadora de la ONU bajo el mandato de Trump, y que encarna un trumpismo más respetuoso en las formas y con más experiencia y tacto en los organismos internacionales. Un claro ejemplo de que el trumpismo ya forma parte del ADN del partido republicano y de que su huella será muy difícil de borrar los próximos años. Incluso en el caso de que las últimas decisiones judiciales en contra de Trump lo lograran apear de la carrera a la Casa Blanca, pocos dudan de que su sucesor o sucesora no sea una variante del defenestrado expresidente que parece haber venido para quedarse durante mucho tiempo.

Debate presidencial del Partido Republicano de los EEUU. EFE

Las elecciones norteamericanas serán un altavoz para la ultraderecha mundial y una victoria de Trump o del trumpismo supondría un empujón importante para los movimientos de ultraderecha de todo el mundo. Si a esta gran victoria, se unieran otras en lugares clave de Europa, Latinoamérica y Asia, podemos encontrarnos ante una nueva ola de la extrema derecha a nivel mundial. Un verdadero tsunami que, después de su normalización y consiguiente aumento de influencia, puede conducir a la hegemonía en países de gran influencia a nivel internacional. Una nueva era política que, desde luego, no augura nada bueno para los sistemas democráticos. 2024 nos dirá si corren malos tiempos para las democracias liberales.