El historiador Josep Miralles (Castelló de la Plana, 1951) ha publicado con Txalaparta ‘Una represión olvidada. El carlismo perseguido por el franquismo y la extrema derecha (1955-1982). Un recorrido al detalle de la evolución del carlismo, que sufrió también el azote represivo de la dictadura, por más que hubiese contribuido a la victoria de Franco. Miralles, antiguo militante carlista, de familia también carlista, dedicó en su día la tesis doctoral a este asunto. Lleva editados una decena de ensayos al respecto. El libro que ahora ha escrito es una enmienda a la visión más conocida del carlismo ultra, de cariz franquista. Si bien reconoce que este credo político no sufrió la represión que padecieron "los comunistas y los anarquistas, fundamentalmente”. 

Ha tenido dificultades para documentarse, muchos testigos o protagonistas han fallecido. 

–He ido buscando, en compañía de colaboradores, buscando testimonios procedentes de todo el Estado español. Además de un rastreo muy minucioso, tengo un archivo particular bastante completo. Además hay archivos en el Partido Carlista del País Valenciano, o la Universidad de Navarra. Y no olvido a Manolo Martorell, porque él en Navarra ha estado investigando en este tema de la represión. 

Estructura el libro en tres partes. La primera, de 1955 a 1965.

–Mi libro anterior fue del 36 al 55. En 1955 Fal Conde dimitió. Había sido una época de oposición al franquismo desde posiciones tradicionalistas. Pero el cansancio a esa oposición y la represión que hubo, que fue mucha, el carlismo, que había estado en el bando nacional, vio mejor un acercamiento al régimen. El año 55 abrió una década en esa línea, que yo la llamo de no beligerancia. No es que se aceptara al franquismo, pero el régimen abrió la mano por esa actitud no beligerante. Eso permitió una cierta organización semilegal y funcionamiento. Pero a pesar de ello hubo represión. 

La segunda etapa va de la mitad de los sesenta hasta el 75.

–En 1966 la Comunión Tradicionalista decidió pasar a una oposición muy moderada, pero que empezó a activarse. Entonces se produjo la expulsión de los Borbón Parma en 1968, dirigente del carlismo. A partir de ese momento el carlismo se radicaliza y vuelve a una oposición más parecida a la habida en los primeros años del franquismo, con su consecuente represión. 

“En las Generales de 1977 no se legalizó ni al Partido Carlista ni a los republicanos; se trataba de neutralizar a los más beligerantes”

¿Todo ello no describe una trayectoria excesivamente errática? Esos cambios generarían divisiones.

–Había tres sectores del carlismo. Uno puramente franquista, los llamados carloctavistas, potenciados desde el régimen franquista. Un sector minoritario. Luego estaban los de la Regencia Nacional Carlista de Estella, antifranquistas, pero con una mentalidad muy integrista. Pero el carlismo más importante fue el de los seguidores primero de Don Javier de Borbón Parma y luego de su hijo Carlos Hugo, que en 1968 será expulsado del Estado, primero él, e inmediatamente después a su familia. Esa expulsión radicalizó a los sectores jóvenes y a los mayores también. A medida que el carlismo se fue radicalizando y se convirtió en el Partido Carlista, algunos seguidores se fueron descolgando. Pero este sector fue el que realmente hizo una oposición activa al franquismo.

Supongo que la expulsión de Carlos Hugo estuvo ligada a que un año después, en 1969, Franco nombró sucesor a Juan Carlos.

–Probablemente eso también formó parte de la decisión, más la oposición que ya se venía dando desde 1966. 

Esas divisiones se observaron en El Pensamiento Navarro. Cuando Fraga intentó apartar a Javier María Pascual de la dirección del periódico, y este periodista acabó desterrado por el régimen.

–Efectivamente. Javier María Pascual era del sector avanzado, y El Pensamiento Navarro pasó de tradicionalista a esta nueva línea. Pascual chocó con el consejo de administración, y recibió de la policía la orden de destierro temporal a un pueblo de Segovia. Volvió a la dirección, pero terminó siendo expulsado en 1970. Los GAC (Grupos de Acción Carlista) de dentro del partido de gente armada, que había tenido contactos con la ETA de aquel momento decidieron poner una bomba y volar la rotativa.

“La expulsión de Carlos Hugo y de su familia en 1968 radicalizó a sectores jóvenes y mayores del carlismo e hicieron una oposición activa”

¿Qué otros episodios destacaría hasta la muerte de Franco?

–Los consejos de guerra que se hicieron contra carlistas, fundamentalmente de los GAC, y de otro grupo que se formó que se llamaba las FARC, Fuerzas Activas Revolucionarias Carlistas, que trataban de dinamizar hacia la izquierda al Partido Carlista.

¿Con carlistas navarros?

–Concretamente en el año 70 en el discurso de final de año de Franco, un comando de cinco personas, tres de Euskal Herria, uno de ellos navarro, intentó interferir en la emisión, en el repetidor de Berberana, en Burgos. Después de un tiroteo, les apresaron, les torturaron, fueron a la cárcel y les hicieron un consejo de guerra y pasaron unos años en prisión. También hubo un asalto a Radio Requeté, donde esta vez con éxito se emitió una proclama carlista, que salió a las ondas, acompañada de fondo por Gernikako Arbola. Además hubo mucha gente a la que detuvieron por cosas como participar en manifestaciones. Por ejemplo, en Montejurra 69, después de la expulsión de Carlos Hugo, hubo cantidad de multas. Incluso a dos procuradores de las cortes franquistas elegidas por el Tercio Familiar, Zubiaur y Goñi, que fueron sancionados con 50.000 pesetas por los discursos que dieron.  

El año pasado se conoció nueva documentación sobre Montejurra 76, sobre el papel que jugó Fraga en aquellos sucesos. 

–La prensa en su día estuvo presente y había visto lo ocurrido, y conocía informaciones de diversa procedencia. Pero estos papeles, parece ser que de alguien arrepentido, facilitó esta documentación al Partido Carlista. Creo que lo más significativo es cómo se comunicaba con Fraga el gobernador civil de Navarra, Ruiz de Gordoa, y cómo contactan con un hermano de Carlos Hugo. Sixto era disidente, de la línea tradicionalista o reaccionaria, e intentaron que este hombre aceptase liderar a carlistas disidentes para que se enfrentasen con los organizadores del acto, del Partido Carlista. Desde el Gobierno Civil se organizó esta contramanifestación, que fue la que generó el ataque de los grupos de ultraderecha, a los concentrados en Iratxe y en la cima de Montejurra. Había algún antiguo carlista en estos grupos, pero fundamentalmente fueron gente italiana, sudamericana y portuguesa, del fascismo internacional.

En 1976 los herederos del régimen temían la movilización carlista frente a Juan Carlos I. 

–Probablemente. Que el carlismo lo encabezara la llamada dinastía proscrita les daba un poco de miedo. Se intentaba por todos los medios reforzar la figura de Juan Carlos. Al régimen le interesaba terminar con todo aquello que le pudiera hacer sombra, los carlistas y republicanos, y al año siguiente, en las elecciones Generales no se legalizó ni al Partido Carlista ni a los partidos republicanos.

Episodio concluyente: al Partido Carlista se le legalizó un mes después de las elecciones. 

–Efectivamente. Se trataba de neutralizar a los más beligerantes. Pero en cambio los grupos de extrema derecha sí que fueron legalizados. 

Otro episodio llamativo fue en marzo del 77. Carlistas de EKA tomaron la Diputación de Navarra, y colocaron en el balcón una pancarta, una ikurriña, la bandera de Navarra y la del partido. 

–Exigiendo la legalización de todos los partidos. Ahí no hubo represión. Entraron 150 militantes.

Uno de ellos Mariano Zufía, que en 1979 se convirtió en parlamentario.

–Y llegó a ser secretario general del Partido Carlista. Y elegido presidente de la Cámara de Comptos, el primero de la institución.

“El carlismo siempre ha mantenido el federalismo o confederalismo, al principio hablaba de foralidad y ya a finales del XIX de federación”

Volviendo a aquellos primeros compases tras morir Franco...

–Quería recordar el caso de Mikel Totorika, un chaval al que llegué a conocer, que estaba haciendo una pintada, le detuvo la Guardia Civil y a los tres días murió en su casa. Era hermano de alguien que años después fue alcalde de Ermua, Carlos Totorika. Y otra muerte, la de un hombre alavés que había sido requeté en la Guerra Civil, la policía buscaba a militantes de ETA, y creyó que él era uno de ellos. Según su versión les hizo frente con un cuchillo, y le pegaron un tiro. Al policía que le mató le pusieron una fianza de 25.000 pesetas, que era la misma sanción o fianza que ponían a cualquier carlista que detenían pintando un letrero.  

¿Por qué cree que otras ideologías rentabilizaron la represión y el carlismo acabó extenuado?

–La mayor parte de la militancia carlista se fue a grupos de tipo nacionalista, por lo menos en el País Valenciano. Hoy día el único partido que mantiene a antiguos militantes carlistas es Compromís. En el País Vasco muchos de esos antiguos militantes están en Bildu. Es verdad que algunos derivaron hacia posiciones más bien conservadoras y de derechas. 

“Pegando carteles de Montejurra 77 en Castellón nos detuvieron a diez carlistas, nos llevaron al juez y nos abrieron un proceso”

Juntar una cultura dinástica y monárquica con ideales sociales y visiones federales o confederales, ¿no era difícil de empastar?

–Sí, seguramente eso es difícilmente comprensible para los electores, pero creo que lo importante es cómo funciona la sociedad. Si se organiza de forma participativa, y autogestionaria, me parece que poco importa lo que haya arriba. Uno de los elementos de la tradición del carlismo ha sido la de la dinastía que llamaba legítima, desde Carlos V hasta Carlos Hugo, no hubo mayor inconveniente en mantenerlo, aunque hubo críticos. En cuanto al federalismo o confederalismo, el carlismo lo ha mantenido siempre. A principio hablaba de foralidad y ya a finales del siglo XIX de federación, incluso de confederalismo. En cuanto al socialismo, una organización que parte de un movimiento popular, lo lógico es que tenga unos sentimientos de tipo social y por qué no socialistas. No veo gran contradicción, pero está claro que la gente no lo ha percibido así.

Usted fue militante carlista. Tiene experiencias en carne propia.

–Militaba en el Partido Carlista y en Comisiones Obreras, y unas veces por militar en el carlismo y en otras en el sindicato, pero fui detenido en cuatro ocasiones, y estuve tres días en comisaría, otra vez dos, y las otras dos al menos una noche. Y pegando carteles de Montejurra 77 en Castellón nos detuvieron a diez militantes. Estamos hablando de abril del 77. Nos tuvieron encerrados toda la noche, nos llevaron al juez al día siguiente y nos abrieron un proceso. A mí además de estas detenciones me pusieron dos multas, una de 25.000 y otra de 50.000 pesetas.

EL LIBRO

  • Condensado. Publicado por Txalaparta, consta de 356 páginas, conun proemio de Carlos Javier de Borbón-Parma y prólogo de Manuel Martorell. También incluye una cronología que va del 36 al 82 y un índice onomástico.
  • El autor. Doctor en Historia, ha publicado una decena de libros sobre historia del carlismo.