No hubiera sorprendido que una persona sometida a las mismas pruebas que ha sufrido Iñigo Urkullu durante su mandato se permitiera un gesto de alivio al dejar el cargo tras enfrentarse a una sucesión de crisis mundiales. Pero Urkullu, si hubiera actuado de ese modo, hubiera dejado de ser él mismo. Urkullu, el líder frugal, discreto y tranquilo, que se levanta de madrugada para acudir con la prensa leída al puesto de trabajo y que ha protagonizado jornadas laborales maratonianas, cierra ahora un ciclo que ha sido también una etapa de transformaciones, y donde ha querido dejar como sello personal un clima de estabilidad y acuerdos transversales. La convocatoria de las elecciones vascas el 21 de abril, donde Imanol Pradales recoge el testigo como candidato, representa el cierre simbólico de toda una era.

Urkullu (1961, Alonsotegi) ha permanecido más de 11 años al frente del Ejecutivo. Desde que ganó las elecciones el 21 de octubre de 2012, le ha tocado gestionar un periodo histórico marcado por una sucesión de crisis mundiales sin parangón, empezando por las consecuencias de la crisis financiera nada más acceder a la Lehendakaritza; después sobrevino la pandemia del coronavirus que tensionó el sistema sanitario y puso a prueba la resistencia del tejido económico, y la lista la han cerrado la guerra en Ucrania, la emergencia energética y la subida de los precios, además del conflicto entre Hamás e Israel. 

El PNV reivindica que este panorama tan desfavorable no ha impedido que Urkullu cierre su etapa mejorando los indicadores socioeconómicos, como la tasa del paro, que se situaba en el 16,6% en 2013 según el balance del propio Gobierno, y ahora ha bajado al 7%, o al 6,3% según el INE, cada vez más cerca de los niveles de pleno empleo que se estima que existen cuando se ronda el 4%. Aunque se admite que hay margen de mejora en Osakidetza y que es el principal foco de desgaste electoral, se han cumplido los objetivos de reducción de las listas de espera anunciados por el lehendakari en el último pleno de política general. La cola para someterse a una cirugía se encuentra por debajo de los 60 días, frente a los 85 que había que esperar en 2022, nada más finalizar la pandemia. Cuando llegó a Ajuria Enea, la lista rondaba los 50, lo que supone que las cifras comienzan a converger. El PNV esgrime estos datos como mejoras empíricas frente a la conflictividad sociolaboral que se ha extendido a ámbitos como la Ertzaintza, además de Osakidetza, y que ha sido un flanco de erosión.

Leyes troncales

Si algo ha llevado a gala Urkullu ha sido, por otro lado, la mirada a largo plazo. De ahí que el último tramo de su mandato se haya caracterizado por la aprobación de leyes que pretenden poner los cimientos para abordar las transiciones del futuro, como la exploración de energías renovables para combatir el cambio climático; o normativa que tiene vocación de perdurar en el tiempo para gestionar los servicios públicos, leyes estructurales como las de Educación, Salud, Empleo y la reforma de la RGI. 

En términos más generales, de hecho, el suyo ha sido un ciclo de transformaciones en varios ámbitos, como la paz, donde, incluso como presidente del EBB, exprimió su interlocución con Madrid para facilitar la legalización de la izquierda abertzale y después, como lehendakari, ha acompañado los pasos para el desarme y el fin de la violencia y ha buscado asentar la convivencia reconociendo a víctimas de ETA y también de vulneraciones de derechos por parte de las fuerzas policiales, con el histórico reconocimiento a Mikel Zabalza, el joven conductor de autobuses muerto en 1985 tras su detención en el cuartel de Intxaurrondo. 

Autogobierno y proyección mundial

En materia de autogobierno, el acuerdo sobre el Cupo ha brindado un escenario de estabilidad en las relaciones financieras con el Estado hasta 2026, y se ha logrado el primer calendario de transferencias para cerrar por completo el Estatuto de Gernika tras más de cuatro décadas de incumplimiento. Ha podido alcanzar acuerdos con dos presidentes españoles, Mariano Rajoy (PP) y Pedro Sánchez (PSOE). El melón del nuevo estatus está abierto a falta de que lo concrete el nuevo Parlamento, y la proyección mundial de Euskadi ha dado un arreón a través de la alianza con Japón y la participación de Urkullu en foros de la ONU o sus encuentros con autoridades como el Papa Francisco.