Los idus de marzo preceden a un surtido de episodios en UPN que conviene atender, ahora que encara su nuevo congreso, siquiera para tomar perspectiva. Cuatro momentos, en 1994, 2004 , 2009 y 2014, en los que UPN estaba al mando del Gobierno de Navarra, al contrario que ahora. Nueve años de oposición han estresado al partido, que se conjura para romper esta dinámica, sin que se proyecte un reajuste ideológico de cara seducir a un nuevo nicho de votantes

El ticket Ibarrola-Toquero-Esparza dibuja si no una tricefalia, un partido trifásico. De presidenta, quien fue breve alcaldesa de Pamplona. La moción de censura que le hizo caer en diciembre será un nervio emocional de su mandato. Como vicepresidente, las salvas del alcalde de Tudela, referencia del polo ribero, necesitado de darse a conocer en el resto de Navarra. Y en el Parlamento, Esparza, modulando su protagonismo, pero disparando la munición restante, descargado de la presidencia y del cartel de candidato. Caldo en tres tazas. El giro al centro por el que abogaba la parlamentaria María Jesús Valdemoros, se queda en un rincón. En UPN el centrismo se intuye en un recodo. Es parte de la superficie aprovechable, pero está poco habitado.  

Alli hablando desde la tribuna en el IV congreso de UPN. Javier Bergasa

ABRIL DE 1994

Primera encrucijada

Juan Cruz Alli, en modo cristalino

En abril del 94, hace 30 años, UPN gobernaba por primera vez Navarra, pero las grietas en el partido eran notorias. Habían asomado las primeras fricciones entre Juan Cruz Alli y Miguel Sanz, presidente y vicepresidente del Gobierno, cerradas en falso, de cara a elegir el candidato al Parlamento Europeo. La disyuntiva estaba entre Javier Pomés y el preferido por el Comité Ejecutivo, Luis Campoy. Sanz esgrimía en DIARIO DE NOTICIAS un cambio de opinión argumentando que tras la decisión del Comité Ejecutivo, su “obligación política” era defender a este órgano. Las discrepancias fueron tan lejos que Sanz llegó a presentar la dimisión, pero finalmente firmó la paz con Alli. Sanz negaba ser “brazo derecho o izquierdo de nadie” y haber “formado tándem” con el alcalde de Pamplona, Alfredo Jaime. 

En otro orden de cosas, leer al Sanz de entonces aporta un llamativo pasaje: “Algunos entienden, en clave electoral, que se puede conseguir mayor apoyo ciudadano desde la confrontación a ultranza (...) y nosotros entendemos que eso no es bueno. Se trata de convencer a HB de que la violencia terrorista es un lastre total para la consecución de sus objetivos políticos”. Ahí es nada.

Días después, Juan Cruz Alli lanzó en nuestras paginas una ráfaga de cargas de profundidad, retrato cristalino de las turbulencias del momento: “UPN ya no da más tal y como está ahora conformada. Tiene que renovarse totalmente en muchos de sus planteamientos, organizativos y de comportamiento interno, y abordar un proceso de autoselección. Hoy no tiene ni condiciones ni capacidad de liderar la sociedad y así malamente puede tener una continuidad política seria”. También anunciaba que no iba a ser candidato a presidente “a cualquier precio”, porque ya había “recibido demasiadas bofetadas”. Alli abogaba por un sistema de partidos de listas abiertas. A su juicio las estructuras de poder internas generaban “situaciones de corrupción, nepotismo, prepotencia o enquistamiento en el poder”. También defendía reducir el peso del mundo rural en el partido en beneficio del urbano. La batalla interna presagiaba la futura escisión

“UPN ya no da para más tal y como está conformada”, dijo Alli en abril de 1994. “No tiene ni condiciones ni capacidad de liderar la sociedad”

Alli parecía no controlar ya el Comité Ejecutivo, y su visión venía chocando con la de otros nombres propios de UPN. La confianza entre Alli y Sanz se había resquebrajado el 3 de abril, durante la XVI Asamblea del partido. Y aunque se intentó recoser, las costuras ya se habían dado de sí. Por si fuera poco, la figura de Urralburu cayó ese mes de abril bajo sospecha. Las derivadas del ‘caso Roldán’ llevaron al expresidente socialista a renunciar a su escaño en el Parlamento en agosto. Esa situación excepcional tensó inicialmente a UPN, con distintos pareceres sobre cómo posicionarse en los primeros compases de la crisis. Urralburu acabaría siendo condenado a prisión en 1998. 

Al día siguiente de la entrevista a Alli, Sanz le reprochó no proponer “ninguna fórmula”, si bien subrayó su liderazgo. Al secretario general del partido, Rafael Gurrea no le parecía que introducir cambios en UPN fuese “lo más preocupante para la sociedad”, y consideraba que no era el momento más oportuno para plantearlo. Javier Igal, concejal por Pamplona, templó gaitas: “Que hay que cambiar nadie lo duda, pero tiene que ser un proceso racional y prudente. Los cambios bruscos suelen ser anárquicos e imprevisibles”. Santiago Cervera, también concejal en Pamplona y senador, se mostró en cambio comprensivo con Alli. A su juicio “el peso ideológico” del partido no se correspondía con su importancia social y política, y era “necesaria una reorganización para devolverle el equilibrio”. Cervera veía en Alli “el mejor líder de Navarra”

Poco después nuestro periódico informó del rechazo existente en el seno del Comité Ejecutivo de UPN a la acción lingüística del Gobierno foral. En febrero de 1995 Alli destituiría a Sanz del Gobierno, como vicepresidente y consejero. En aquellas elecciones del 95 Sanz sería el candidato de UPN, y Alli el de la nueva CDN. El socialista Otano se convertiría en el nuevo presidente al frente de un tripartito. Por poco tiempo.  

Pérez Lapazarán y Sanz, en noviembre de 2003. Villar López (EFE)

ABRIL DE 2004

Segunda encrucijada

Lapazarán propone y Sanz dispone

En abril de 2004 UPN estaba en la meseta de su larga hegemonía. Sanz era el presidente desde el 96, y afrontaba su tercera legislatura, esta vez con CDN de socio en el Ejecutivo, experiencia que se repetiría al siguiente mandato, pero solo hasta 2009, cuando Sanz rompió el pacto de Gobierno. 

Aunque el sanzismo continuaría en el poder hasta 2015, en 2007, antes del ‘Agostazo’ ya sufrió su primer aviso serio. Tres años antes Zapatero había llegado a la Moncloa, lo que instauraba un nuevo equilibrio político. En ese contexto, José Cruz Pérez Lapazarán, que procedía de UCD habló en DIARIO DE NOTICIAS. Lapazarán, “hombre de centro”, no era un cualquiera. Vicesecretario del partido, había ocupado la presidencia tras el V Congreso, en 1997. Cargo que perdió tras el cónclave de 2001. Además, en 2004 pasó de ser diputado en el Congreso a candidato al Senado. Un encargo que le había decepcionado.

En abril de 2004 Lapazarán abogó por un “horizonte más atractivo” y por “un talante más abierto, moderado y centrista”

Entrevistado el 11 de abril de 2004, tras unas Generales en las que los resultados del PSN se acercaron a los de UPN-PP, Lapazarán propuso renovación en UPN y “buscar otro horizonte más atractivo”. “Un giro progresista”, “un talante más abierto, moderado y centrista”, “más diálogo y cercanía”, y “actitud más humilde”. 

Según Lapazarán, en el partido había “muchas personas moderadas, flexibles, dialogantes y respetuosas con la diversidad y con el contrario”. También “gentes de la derecha recalcitrante”, pero aseguró que predominaba “la socialdemocracia”. A su juicio, UPN tenía “vocación de partido de banda ancha”, y una línea moderada aportaría “confianza y tranquilidad” a la ciudadanía. En cuanto a la organización interna, descartaba las bicefalias, abogando porque el rector del partido fuese el candidato a la presidencia foral.  

Cuatro años después Lapazarán abandonaría UPN y se pasaría al PP. A finales del pasado año estuvo en la cabeza de la manifestación que este partido convocó en Pamplona contra la amnistía. 

Yolanda Barcina celebra su elección como presidenta de UPN junto a Alberto Catalán y Carlos García Adanero. Villar López (EFE)

ABRIL DE 2009

Tercera encrucijada

Sanz cede el testigo a Barcina

En abril de 2009, UPN celebró su VIII Congreso, donde Yolanda Barcina, que ya era vicepresidenta, se convirtió en la nueva presidenta del partido, apoyada por Miguel Sanz, que entregaba el testigo. Barcina fue elegida con el 89% de los votos, pero solo con 30 votos más que Catalán, que en 2013 le disputaría el liderazgo. 

En la nueva Comisión Ejecutiva estaban nombres como Sayas, Adanero, Catalán o el propio Sanz, que entrevistado por nuestro periódico sacó pecho: “Cuando cogí las riendas de UPN el partido era un potro encabritado y ahora es un caballo alazán”, afirmó metafórico. Llevaba doce años dirigiendo los destinos de la formación.

“No creo en las bicefalias”, afirmó Miguel Sanz en abril de 2009. “Son poco eficientes y acaban generando polémicas”

Contexto relevante; en el otoño de 2008 UPN había roto con el PP, en otro capítulo del ni contigo ni sin ti que ha bordeado la estrategia de ambas formaciones, y que no ha permitido trenzar una alianza de largo recorrido con el Partido Socialista. 

Tras aquel relevo de 2009 en la cúpula del partido, Sanz permaneció de presidente foral, abriendo una bicefalia que el propio dirigente destacó como “temporal”. Barcina solo tenía que esperar. Todavía por entonces quien lideraba UPN parecía abocado a presidir Navarra. Y así fue en 2011. Esa certidumbre ha desaparecido, y desde 2015 la oposición congestiona al aparato. “Si nos refugiamos en la autocomplacencia de lo que hemos hecho, ¡estamos perdidos!” advirtió Sanz a la militancia en ese cónclave de abril. 

Esparza, junto a Barcina, tras imponerse como candidato de UPN en 2015. Unai Beroiz

ABRIL DE 2014

Cuarta encrucijada

Barcina en su huida hacia delante 

Hace una década gobernaba Yolanda Barcina, con un proyecto político resquebrajado. UPN comenzaba a consumir su último año en el poder. En marzo Barcina había salvado los muebles gracias a Ferraz, que vetó al PSN a participar en una moción de censura. La legislatura se había convertido en un vía crucis, pero UPN, en rotunda minoría, se aferraba al clavo ardiendo de la debilidad del PSN, ninguneado nuevamente desde Madrid, dejando a Roberto Jiménez carbonizado.  

En abril de 2014, hace ahora una década, UPN comenzaba su último año en el poder, con Barcina tratando de darle la vuelta a su ocaso político

Proclive al sostenella y no enmendalla, Barcina encaró ese mes de abril falta de autocrítica y nutrida de frases hechas, y lo terminó con triunfalismo económico respecto a la crisis. Además, los sobresueldos de Caja Navarra volvieron al primer plano tras una entrevista a la presidenta en Vanity Fair, en la que apuntó que el mecanismo era conocido por los periodistas, lo que fue desautorizado por Alberto Catalán, perdedor en el congreso del partido el año anterior. Al día siguiente Barcina –aquí sí– reculó, reconociendo que "no habían sido unas declaraciones afortunadas”.  

Por más que la entonces presidenta confiase en ganar tiempo y revertir aquella situación de bloqueo, el cambio estaba en marcha, con Barkos destacando las “clarísimas posibilidades de Geroa Bai de liderar un cambio político en Navarra”. No se equivocaba. En noviembre Barcina anunció que no sería candidata, y a los días Esparza se convirtió en el cabeza de cartel. “Dar el paso no fue fácil”, dijo en diciembre. “La política está muy embarrada, se han pasado líneas que no se deberán haber rebasado”. Restaban cinco meses para unas elecciones que confirmarían el giro de la política navarra, el fin de una era y el comienzo de otra.  

ABRIL DE 2024

Quinta encrucijada

¿Una fórmula arriesgada?

Tras el congreso que viene, todo apunta a que Esparza dejará la presidencia pero podrá continuar como portavoz parlamentario. En el objetio de UPN de impedir que Chivite haga un tres en raya en 2027, Esparza será un activo reseteado, ajustando su cuota de protagonismo a su nuevo rol en el organigrama. Está por ver si la alianza entre Ibarrola, Toquero y el propio Esparza funciona. “No creo en las bicefalias”, explicó Miguel Sanz en abril de 2009. “Son poco eficientes y acaban generando polémicas”. Ahora se perfila una fórmula a tres, no exenta de riesgos, en un contexto que pesa lo suyo. A lo largo de casi una década, el ayuno de poder ha estragado a UPN, que busca cambiar la dinámica. Pero si le puede la gula no habrá Almax que le valga. Más bien acabe aumentando la sensación de ardor y acidez.