La frase forma parte de la biblioteca sentimental de cualquier navarro interesado en la cultura: Navarre shall be the wonder of the world, Navarra será la admiración del mundo.

La escribió un tal William Shakespeare en una comedia teatral estrenada en 1595. El genio de las letras inglesas no se la jugó mucho porque, para entonces, Navarra ya había deslumbrado varias veces al mundo.

Con pensadores revolucionarios –como Martín de Azpilicueta y Bartolomé de Carranza–, con reinas poderosas –como Juana I de Navarra–, con evangelizadores del mundo –como San Francisco Javier–. Con una tradición, con corte, con fronteras e instituciones defendidas con personalidad propia durante siglos.

Era una pieza geopolítica demasiado codiciada por dos gigantes –Francia y la Monarquía Hispánica– y terminó por caer. Pero su legado hay que conocerlo y divulgarlo. Y es lo que ha hecho el Gobierno de Navarra, que homenajeó la aportación cultural que desde hace milenios ha hecho Navarra para el mundo.

Ceremonia sencilla y escenario inmejorable

Fue una ceremonia civil, sencilla, en el monasterio de San Salvador de Leyre. Al pie del Pirineo, mañana fresca en plena sierra. Yesa está tan lleno –aforo del 87%– que desde los jardines bien cuidados de los benedictinos parece un mar.

Todo está cuidado: los jardines con la hierba a punto, el órgano reformado hace diez años, la clave de luz totalmente adaptada a la oscuridad natural del templo, el coro gregoriano a tono.

El sitio tiene mucha magia y hay bastantes turistas, ayer extrañados por el despliegue policial para velar por tanta autoridad. Una cuadrilla de Oropesa de Toledo se acercó al monasterio arrastrada por una conocida del pueblo, que es Navarra, y siempre les había hablado mucho de la devoción a Leyre. Los navarros del XVI divulgaban en la India y los del XXI lo hacen en Castilla-La Mancha.

Al acto: ha consistido en una lección de historia a cargo del profesor Iñigo Mugueta, que habló de personajes e hitos históricos –como Jerónimo de Ayanz y el obispo Barbazán– y una recreación teatral por parte de Marta Juániz y Ion Barbarin como si fueran juglares medievales. Por último, Chivite y la vicepresidenta primera del Parlamento, Ainhoa Unzu, depositaron una corona de flores en la reja donde descansan los restos de los reyes navarros. Y a la chistorra del aperitivo público, quizá la forma más castiza de acabar un homenaje a los reyes de Navarra.