La periodista y escritora Nuria Varela (Turón, Mieres (1967). pasó esta semana por Pamplona para presentar en una charla organizada por COMFIN en Katakrak su libro El síndrome Borgen (Ediciones B) inspirándose para su concepción en la conocida serie danesa de televisión. Para Varela “está tan normalizada la desigualdad de poder entre los hombres y las mujeres que la sociedad no lo ve, porque nos parece normal”. Cree que “hemos aceptado que estamos en igualdad, pero es mentira, y es muy difícil cambiar las cosas si ni siquiera sabemos que están mal”. A su juicio, “lejos del discurso oficial que dice que las mujeres nos hemos empoderado en los últimos años, lo que se ha empoderado es el patriarcado”. Además, incide, “el que haya una mujer poderosa o cien no empodera a las mujeres, no es suficiente”.

¿Por qué este libro?

–Aquella serie mostraba la forma en la que las mujeres entran en el poder, un poder no diseñado por ellas ni para ellas, las dificultades que tienen y cómo ese poder las expulsa con muchísima facilidad. A veces las maneras son muy sutiles y otras las hemos normalizado tanto que ya no las vemos. La violencia simbólica y nuestro imaginario tiene mucho que ver con la normalización de las mujeres como ciudadanas de segunda, carentes de autoridad. La serie fue muy vista porque mostraba muy bien todas esas sutilezas.

Ha venido a una comunidad con tres presidentas consecutivas. La presencia de la mujer en la presidencia está más que normalizada.

–¿Seguro? Efectivamente Navarra es un territorio con un recorrido importante de la igualdad, creo sobre todo que gracias a Skolae y que se ha trabajado desde hace mucho tiempo en al educación, y eso es determinante. Eso no significa que las mujeres en el poder en esta comunidad no sufran lo mismo que en el resto de los sitios.

“Que haya algunas mujeres en el poder no significa que el poder sea un lugar hecho por mujeres y que no se resista a incorporar a las mujeres”

Viene de desayunar con María Chivite. Ella nos contó haber percibido machismos como presidenta. Y ha sufrido insultos de carácter sexual.

–Por eso lo digo. Recojo declaraciones en el libro de Bachelet, dos veces presidenta de Chile, tiene una trayectoria política espectacular, pero parecía que le había parido por méritos el presidente de su partido. Que haya algunas mujeres en el poder no significa que el poder sea un lugar hecho por mujeres y que no se resista a incorporar a las mujeres. El coste personal de todas las mujeres que llegan al poder es espectacular, sobre todo se paga muy alto en salud, y lo aluden casi todas cuando dejan los cargos.

¿De qué ha hablado con Chivite?

–Ha sido un desayuno muy cordial de breve análisis de lo que está ocurriendo. Es una obviedad que la política se ha masculinizado en todo el mundo, y que cuando los ámbitos se masculinizan se hacen más violentos. He recibido muchos mensajes de mujeres agradeciéndome que hablara de estas cosas, porque el feminismo es muy consciente de lo que sucede, y de cómo esa violencia en la política, esa falta de respeto y ese nivel de insultos y mentiras nos afectan a nosotras y después gravemente a la democracia. Somos el centro de los ataques de la ultraderecha y de una izquierda posmoderna que tampoco ha asimilado el feminismo y se lo quiere apropiar.

Esto segundo llama más la atención.

–Aun en los lugares donde se ha trabajado por la igualdad, la desigualdad es evidente, nos siguen matando igual, la violencia sexual, sobre todo en las mujeres más jóvenes, es insoportable, y las desigualdades están en todos los indicadores. Constatamos brechas en el ámbito laboral, salarial, en los cuidados y sobre todo en violencia. Digo en el libro que la igualdad se ha convertido en una retórica vacía de contenido, que todo el mundo utiliza. La derecha para cargársela y la izquierda para apropiársela. Ahora todo es feminismo, con lo que te lo has cargado. Sin embargo, en enero de 2023 había 36 mujeres jefas de Estado y de Gobierno en todo el mundo. En septiembre solo quedaban 28. No es cierto ese discurso de igualdad y éxito, no.

“La igualdad se ha convertido en una retórica vacía de contenido. La derecha la utiliza para cargársela y la izquierda para apropiársela”

Las elecciones en EEUU las ha ganado Trump.

–Kamala es un ejemplo clarísimo de acantilado de cristal. Cuando la situación es insostenible se llama a una mujer. Ocurrió en Finlandia y aquí. Pero ella no hizo una campaña como Obama, llegó en el último momento, con la campaña improvisada, que tuvo que levantar a última hora. También en Naciones Unidas, en crisis, se habla por primera vez de que una mujer pueda ser secretaria general. Ahora, cuando no hay dinero y la ONU tiene descrédito. Estamos viviendo situaciones falsas, y eso no es feminismo. Otra cosa es que aumente muchísimo la conciencia de las mujeres en todo el mundo, porque seguimos cobrando menos, trabajando más y siendo objeto de violencias. Fíjese lo poco que permea el discurso de la igualdad, que tenemos un montón de hombres jóvenes votando a la ultraderecha. El problema es serio. Trump ha faltado a las mujeres desde el primer día. Es un misógino, violento, que está condenado y que tiene acusaciones de violencia. No imagino a ninguna mujer con ese expediente en una presidencia.

Entonces...

–Los análisis no pueden llegar el día de las elecciones. A la ultraderecha se le para haciendo políticas justas, demócratas y de igualdad siempre. Cuando en una sociedad que se dice democrática e igualitaria se permite la brecha de desigualdad tan espectacular que tenemos respecto a las mujeres y ni se nombra, ya está normalizada, y se está abriendo la autopista a quienes luego vienen con discursos supremacistas.

¿Es una estrategia de la ultraderecha o la derecha liderazgos como los de Meloni, Le Pen o Ayuso?

–Es muy difícil que las mujeres lleguen al poder, pero más fácil para las mujeres conservadoras que no quieren cambiar las relaciones entre hombres y mujeres, que para las feministas. El feminismo no es una teoría de la identidad. Por ser mujer no eres feminista, y por ser hombre no eres machista. Vivimos una paradoja.

¿Cuál?

–La mitad de mujeres y niñas en el mundo no tienen ningún derecho, ni siquiera el derecho a la vida, y en la otra mitad cualquier mujer prácticamente puede llegar a cualquier lugar de poder, porque en la foto esta sociedad necesita ya mujeres. Pero muy pocas consiguen permanecer en él y menos aún las que lo ejercen; estar en un puesto de poder no significa que tengas poder. Mujeres con poder real en política hay muy pocas. Otra cosa es que las haya en cargos. El poder político coarta a las mujeres, las exprime y las expulsa. Cada vez son más jóvenes frente a los hombres cada vez más mayores. Es indicativo. Una mujer joven no tiene el mismo poder porque no le ha dado tiempo a establecer las redes.

“Fíjese lo poco que permea el discurso de igualdad que un montón de hombres jóvenes vota a la ultraderecha. Trump es un misógino, un violento”

¿El asunto Errejón debería ser un revulsivo para detectar disociaciones de la dimensión conocida?

–Bueno, pero es de sobra conocido que ser de izquierdas no te hace feminista, ni tampoco autoproclamarse feminista. Hay un montón de partidos de izquierda que se dicen feministas, y defienden la prostitución, los vientres de alquiler, la pornografía... Es absolutamente incoherente. Si tienen un discurso político contra la explotación de los empresarios a los trabajadores, cómo es posible que defiendan la de los hombres con las mujeres en la prostitución, por ejemplo. El feminismo es una teoría política con un discurso emancipador para las mujeres. Si no, no es feminismo. Este no es el primer caso de hombres en la izquierda que tienen comportamientos misóginos y machistas.

¿El periodismo está atravesado por ese machismo que denuncia?

–Es muy responsable de todo esto, porque sigue comunicando con todos lo estereotipos sexistas, no se deja ni uno. Sigue juzgando y exigiendo de manera distinta a hombres y mujeres en el poder. Por ejemplo, con Liz Truss, la exprimera ministra británica. Venían de un Gobierno de Boris Johnson. Un periódico tan aparentemente serio como The Economist se preguntó si ella iba a durar más en el cargo que una lechuga en pudrirse. ‘Lady Iceberg’ se llamó la columna. ’Un medio digital colocó una foto de ella y una lechuga a la que luego pusieron gafas, una peluca... Yo no he visto eso en un hombre jamás. Y no será que su antecesor no hizo barbaridades. La falta de respeto con las mujeres no se tiene con los hombres.

Me viene a la memoria Puigdemont y su cabello...

–Cuando un hombre se hace categoría, ahora, puede haber decenas de categorías y no hay una categoría, no lo sistematizamos, y eso también es muy significativo de lo que ocurre, las mujeres se van yendo en silencio, sin contar lo que ha pasado, y van desapareciendo de la escena política. Sin embargo la permanencia de los hombre tiene otras características.

“Las mujeres, que somos la mayoría de la población, tenemos que estar en los puestos de decisión en la medida que nos corresponde”

¿Estamos en los albores de la ola reaccionaria o hay arraigo para dar la vuelta al conformismo?

–El feminismo siempre se ha enfrentado al fascismo. y la ultraderecha lo ha convertido en uno de sus principales objetivos de crítica y destrucción. Pero si la izquierda quiere enfrentarse a esa ola reaccionaria tiene que asentarse en principios básicos de igualdad en todos los sentidos, también el material. Ya está bien de relatos. Salgamos del marco violento en el que nos ha metido la ultraderecha, porque en el barro, en la crítica, los insultos, la falta de argumentos, siempre vamos a perder. Necesitamos sentido común, argumentos, debate, pensamiento y un suelo ético común de respeto y de igualdad. Eso es defender nuestra democracia, y ahí no podemos normalizar esa violencia continua contra las mujeres que rompe dicho suelo ético. Es muy interesante un estudio de Sara Berbel, una feminista que ha trabajado en el Ayuntamiento de Barcelona al frente de Igualdad.

¿Qué observó?

–Que cuando hay un 15% de mujeres los hombres ven ya el 50%. Es de primero de democracia que las mujeres, que somos la mayoría de la población, tenemos que estar en los puestos de decisión en la medida de lo que corresponde. Son fundamentales los cambios en la educación, también en la universidad. Si no, luego nos dedicamos a gastar el poquísimo dinero que hay en Igualdad a formar a gente que acaba de salir de esta. Y es mucho más difícil desaprender después de haberte formado con una mirada androcéntrica toda tu vida de estudiante. La igualdad tiene que ser el nervio central de la democracia y obviamente no lo es, porque si tienes una autopista de desigualdad en su seno se te va a colar cualquier discurso supremacista.

Una idea elemental y muy potente.

–Y no depende ni de una mujer ni de 50 en un país. Pongo muchos ejemplos de muchos países, de mujeres que han sufrido esto en todos los espectros ideológicos.

Puede quedar la sensación de que la política española es una trituradora, pero que fuera se está mejor.

–Es una trituradora sin ninguna duda, pero a la igualdad no puedes ponerle fronteras. Es como cuando hablamos de atajar la prostitución. No se puede parar solo en una comunidad o en un país. Son fenómenos mundiales que se tienen que atajar desde perspectivas muy compartidas. La Unión Europea se tiene que tomar esto mucho más en serio. Los discursos de igualdad que vemos a diario no se trasladan a la realidad de las mujeres de este país. En los últimos años se ha desvirtuado muchísimo lo que es el feminismo. Hemos bajado tanto el nivel que cualquier cosa lo parece.