Cincuenta y cuatroaños tenía el hurañoarquitecto AntoniGaudí i Cornet(nacido en Reus,Tarragona, el 25 dejunio de 1852),cuando el industrialPere Milá i Camps y su esposa, RoserSegimon, le encargaron la construcciónde un edificio en una parcela que poseíanen la esquina del Paseo de Gracia con lacalle Provenza, con intención de residirellos en la planta noble y de dedicar el restode las viviendas a alquiler. Comenzabaun sueño que hoy sigue sorprendiendo a quienes pasean por tan céntrica zona dela Ciudad Condal. La casa Milá, que losbarceloneses rápida y despectivamentebautizaron como La Pedrera (la cantera),sin imaginar que su malévola alusión acabaríadando nombre propio a una de lasmás geniales obras del arquitecto, siguepareciendo una locura poética, sólidamenteanclada entre los edificios más convencionalesde tan linajuda zona de la ciudad,pero dotada a la vez de una vaporosasensación de irrealidad.
No es de extrañar que a los barcelonesesde la época (su construcción comenzó en1906 y concluyó seis años más tarde) sorprendiesela propuesta teniendo en cuentaque hoy, cuando la obra de Gaudí es taninternacional que se ha convertido en elprincipal atractivo de la capital de Cataluña,es habitual ver en pleno Paseo deGracia a grupos de paseantes entre asombradosy extasiados ante la curvilínea ypétrea construcción que el genio de Reuspuso ante sus ojos.
La Pedrera es, en realidad, un doble edificioarticulado sobre dos imaginativospatios interiores que ocupa una parcelade 1.620 metros cuadrados. Hoy esta esuna zona privilegiada de la ciudad, comoya lo era en el momento de su construcción:el corazón de la Barcelona burguesay crecientemente rica en la que elmodernismo, ese movimiento ético y estéticoque alcanzó en Cataluña carta denaturaleza, cabalgaba con fuerza sobre elcambio de siglo. Tan elegante se considerabaque en medio de la marea de risas,chistes, viñetas críticas en prensa, visitasasombradas y mucha sorna, se dice queuna parte de las familias bien dejaron dehablar a los Milá por haber consentidosemejante estrambote en medio de supróspero barrio.
LA GÉNESIS
Gaudí estaba terminando la casa Batlló,igual de imaginativa pero más pequeña ymenos llamativa, apenas cuatro manzanashacia abajo en la misma avenida,cuando aceptó el encargo del acaudaladocomerciante. Durante la edificación de LaPedrera trabajó simultáneamente en lacolonia Güell y en el parque Güell. Estastres serían sus últimas obras civiles porquepronto decidiría centrarse en laSagrada Familia, templo cuya finalizaciónno pudo ver (de hecho nadie ha visto,porque sigue en obras), debido a queun tranvía lo atropelló mortalmente el 7 de junio de 1926, cuando tenía 74 años. Lasmanifestaciones de duelo que siguieron ala noticia y el descomunal movimientociudadano durante el sepelio dejan biena las claras que las reticencias y la incomprensiónante el universo arquitectónicode Gaudí ya se habían superado.
La casa Milá fue declarada MonumentoHistórico-Artístico en 1969, Patrimonio dela Humanidad por la Unesco en 1984, yadquirida y restaurada por la FundaciónCaixa Catalunya en 1986. La entidad deahorro estableció su sede en el edificio ydestinó el piso principal a sala de exposiciones,el sótano a auditorio y la plantabaja, que es una explosión de imaginacióndesde la propia reja de la puerta, a servicioscomplementarios.
Además, en la curiosa buhardilla situadaencima de la cuarta planta, organizadapor unos preciosos arquillos dotadosde ventanas irregulares que filtran unahermosa luz, y que en su tiempo, por tranquilidady aireación, se dedicó a almacénde objetos varios y a tendedero, ha colocadoel Espai Gaudí, con maquetas, mobiliario,proyecciones, cartelería y abundanteinformación sobre la obra del hoscocreador de Reus. Un lugar que formaparte fundamental de la visita que hoy seoferta al viajero.
HASTA LA AZOTEA
La visita, claro está, comienza con unacola frente a las taquillas, ubicadas en elexterior. La sensación de movimiento queproducen los bloques de piedra de formasorgánicas, que se tallaron uno a uno allímismo durante la obra, crece al traspasarla reja del portón principal, diseñada porel propio Gaudí, al contrario que el restode la forja del edificio, que se magnificaen los balcones, donde participaron JosepMaria Jujol, uno de sus más fieles colaboradores,además de los expertos artesanoshermanos Badia.
Al turista se le ofrece la posibilidad dehacerse con una audioguía, y también lade subir hasta el apartamento tipo que seenseña bien por las escaleras, bien poralguno de los ascensores que se añadieroncon posterioridad. Sea como fuere,hay que admirar el patio interior, lascolumnas irregulares y lo que el arquitectodiseñó como zona de servicios, accesoy entrada de coches y carruajes.
El apartamento, amplio y luminoso, estádecorado con mobiliario de la época, aunqueno del mucho que diseñó Gaudí, que solían fabricar otros de sus grandes colaboradores,los ebanistas Casas y Bardés, ydel que algunas piezas se exhiben en elEspai Gaudí de la buhardilla:muebles orgánicos,sinuosos, pero cómodos y de un morbosoatractivo. Sea como fuere, los detallesdel modernismo invaden cada rincón deeste apartamento, en el que conviene detenerseporque da idea del lujo en el que vivíala burguesía de la época y de las habilido sas y utilitarias soluciones que Gaudíencontró para cada uno de los rincones.
Una vez superada esta parte y recorridoel Espai Gaudí llega el premio gordo de lavisita: la azotea, el lugar en el que el arquitectodejó vía libre definitiva a su imaginacióny que se configura como uno de losespacios más icónicos y sorprendentes detoda su obra. Los cajones de las escalerasrecubiertos de trencadís (técnica que consisteen colocar trozos de cerámica previamenterotos, que se adaptan a cualquiersuperficie por curva que sea, y quees uno de los signos de identidad de Gaudí),los respiraderos (con agujeros redondosy formas tribales, que se anticipan ala escultura abstracta), y las chimeneas(que asemejan guerreros dotados de originalescascos), forman un conjunto porel que perderse, a la vez que desde las alturasse observan magníficas vistas de laciudad. La línea curva, esa que es la únicaque existe en la naturaleza, se reivindicaen balconadas, buhardillas, elementosescultóricos y sinuosos pasamanos.
Aquí, algunos visitantes pierden el sentidodel tiempo y se quedan mucho más ratodel que la lógica dicta. Pero no hay problemas:la visita no tiene un tiempo marcadoy, una vez que se está dentro, uno sequeda cuanto tiempo quiere.
GUÍA PRÁCTICA
? Dónde está: Esquina de Paseo deGracia con calle Provenza (metro Diagonal).
? Horario: De 10 de la mañana a ochode la tarde.
? Precio: 11 euros visita libre, 15 conaudioguía. Hay diversos descuentos(estudiantes...). Hay una tienda en elapartamento visitable.
? Duración de la visita: Una vez quese está dentro de la casa, el tiempo esilimitado.