Vas a comer a un restaurante y cuando el camarero te toma nota del menú si eliges agua para beber te hará una pregunta obligada: "¿La quieres fría o del tiempo?". En principio es cuestión de gustos y aunque seguramente en verano te apetecerá más fría y en invierno más templada muchas veces no sabrás cuál es la que más te conviene.

El cuerpo humano es un 60% agua de forma que es vital mantener una buena hidratación para que el organismo pueda realizar correctamente todas sus funciones. El agua contribuye a regular la temperatura corporal, elimina toxinas, previene enfermedades, regula los niveles de energía, ayuda a la regeneración de las células, combate el envejecimiento y mejora el aspecto de la piel. 

Cuando hace mucho calor y realmente tenemos sed lo que más nos apetece es tomar un vaso de agua bien fría; sin embargo, debemos evitar los contrastes fuertes de temperatura y no tomarla ni muy fría en verano ni muy caliente en invierno. Tomarla a una temperatura muy baja puede tener un fuerte impacto en nuestro organismo y además ingerirla muy rápido o en grandes cantidades puede causarnos un corte de digestión. Beberla muy caliente está contraindicado en personas con enfermedades cardiovasculares, hipertensión o problemas renales.

De esta forma, según la plataforma digital Bebidas Naturales, lo mejor es tomar el agua del tiempo fresca, es decir a una temperatura entre 20 y 30 grados centígrados. De esta forma, nos hidratamos sin que el cuerpo tenga que trabajar en exceso para regular la temperatura. Tomarla demasiado fría tiene un efecto vasoconstrictor y muy caliente, vasodilatador lo que en ambos casos dificultará además la digestión. 

Un vaso se agua helada. Freepik

Agua fría y fresca

Lo cierto es que el agua, según la tomemos a una temperatura o a otra, nos va a aportar distintos beneficios: el agua fría adelgaza, la fresca hidrata, la tibia desintoxica el cuerpo y favorece la digestión y la caliente relaja y alivia el estrés. 

Así, si lo que buscas es desprenderte de algún que otro kilo, el agua fría puede echarte una mano, eso sí, siempre y cuando no descuides la dieta puesto que el agua no hace milagros y por sí sola no te dará ningún resultado. Al meter ese líquido tan frío en el cuerpo, tu organismo va a necesitar energía para regular la temperatura por lo que va a quemar más calorías. Procura no tomar agua fría en las comidas, ya que su ingesta con productos sólidos puede solidificar las grasas retrasando y haciendo más difícil la digestión.

Sin duda, y como dicen los expertos, la mejor forma de beber el agua y de estar hidratado es tomarla fresca. Nos resultará más fácil beberla así que si está muy fría o muy caliente y tomaremos más cantidad con menos esfuerzo. Además, el agua fresca hidrata, regula la temperatura corporal, facilita una buena digestión, favorece la salud renal, mejora el aspecto de la piel y el rendimiento físico.

Una jarra y dos humeantes tazas con agua caliente. Freepik

Agua tibia y caliente

El agua tibia tomada antes de las comidas favorece la digestión y hace que el organismo metabolice más rápido. Si la bebemos en ayunas, nos ayudará a combatir el estreñimiento y a aliviar dolores de cabeza o los derivados de la regla puesto que mejora la circulación de la sangre. Si eres de los que te cuesta beber agua, puedes acompañarla de un poco de limón o de menta que le aportarán un agradable sabor. 

En cuanto al agua caliente, mientras que en España no hay mucha costumbre de beberla así, en países como China es una tradición milenaria. Hay que tener mucho cuidado de no tomarla a una temperatura excesiva que pueda provocar quemaduras en la boca y en la garganta. Por lo demás, estimula el sistema digestivo aliviando la indigestión y el estreñimiento y eleva la temperatura corporal interna promoviendo la sudoración y la eliminación de toxinas por la piel. Además, tiene un efecto calmante, ayuda a relajar los músculos, reduce el estrés y mejora la calidad del sueño. También hidrata y alivia el dolor muscular y articular. 

Recuerda que es importante mantener un equilibrio adecuado al beber agua y escuchar las señales del cuerpo. Cada persona es diferente y nadie mejor que uno mismo para saber qué es lo que le sienta mejor y qué es lo que debe evitar.