“Las cuatro mujeres de Hemingway fueron extraordinarias y muy cultas”
Cuando se cumplen 100 años de la primera visita de Hemingway a Pamplona, Sagarna nos muestra las conexiones del periodista y escritor con Navarra y la CAV entre 1923 y 1959, y en Idaho
Llegó un 6 de julio de 1923 cuando todavía no era un escritor de prestigio, ni siquiera un premio Nobel, sino un reportero del diario Toronto Star en busca de material curioso para sus reportajes periodísticos.
Así es. Llega el 6 de Julio de 1923 por la noche junto a su primera mujer, Hadley Richardson, embarazada del que seria el primer hijo de la pareja, John Nicanor. Es el mismo Hemingway, quien nos relata la llegada a Pamplona en el a artículo publicado el 27 de octubre de 1923, inicialmente llamado World Series of Bullfinting, a Mad, Whirling Carnival (Series Mundiales de Tauromaquia, un loco y vertiginoso carnaval) y retitulado en las recopilaciones periodística del autor americano con un título más modesto: Pamplona in July (Pamplona en Julio). Según su testimonio, la pareja arriba junta a Pamplona, seguramente en bus desde San Sebastián, y después de cruzar todo el gentío que esta bailando y disfrutando de la música y de los fuegos artificiales por la calle, por fin se plantan enfrente del Hotel la Perla, hotel en la que no pernoctan a pesar de haber reservado previamente una habitación por telégrafo. Hablaron con quien puede ser la dueña del hotel, Ignacia Erro, quien les trató de regatear un precio muy desorbitado para los estándares de la pareja. Finalmente, terminaron alojándose en una casa particular de la Calle Eslava, 5. El Hemingway joven periodista es un aspecto que hasta ahora se ha destacado poquísimo. Este Hemingway que aparece en 1923 está deseoso de empaparse en el ambiente local, y conocer ese “Country” (tierra) alrededor de las ciudades, que más tarde representara en algunos de sus trabajos.
¿Qué le movió a venir? ¿Fue la influencia de Gertrud Stein, escritora norteamericana y mecena de artistas en el París de postguerra?
Es la pareja formada por Gertude Stein y Alice Toklas los que le recomiendan que venga a Pamplona. Stein organizaba multitud de tertulias en su casa a la que asistían todo tipo de artistas. Es la culpable de la denominación de la Generación Perdida. En su círculo se juntaban escritores tan importantes como Jonathan Doss Passos, Scott Fitzgerald, James Joyce, con quien tuvo Stein un enfado muy importante, o Ezra Pound, que estuvo en París hasta 1924 antes de mudarse a Rapallo. Hemingway admiraba a Pound. No solo había literatos, sino que pintores importantes merodeaban esos círculos: Picasso, Juan Gris e incluso podemos encontrarnos al pianista George Antheil.
¿Qué le cautivó especialmente de las fiestas en esa primera cita?
La forma en la que vive su primera experiencia sanferminera le cautiva. Desde el momento que pisa Pamplona todo el mundo está bailando con la música palpitando y eso le parece asombroso. En Pamplona en Julio comenta que “Todos los carnavales que he visto, palidecían en comparación”. Es decir, todo lo relativo a la fiesta le fascina. Es algo que queda patente en sus cartas. No es solo esta primera vez. Durante la década de los 1920s cada vez que tiene que hablar de los Sanfermines lo hace con devoción. Esta fascinación lo traslada a la ficción, y los Sanfermines son el setting en donde ocurren los momentos transcendentales de Fiesta. Eso sí, parece que Hemingway no solo se alimentaba de lo que el veía en la realidad. También utilizaba carteles y programas de fiestas e, incluso, infinidad de recortes de periódicos, para la construcción de sus relatos.
¿Encuentra unas tradiciones y formas de vida ya olvidadas en un país entonces mucho más pobre, ese contraste le cautivó?
Según la interpretación de José Gabriel Pazos en el The Sun Also Rises hay cierta loa a los valores que Hemingway encontró en Navarra. Al ser neutral España no fue devastada por la Primera Guerra Mundial y, por ello, preservó cierto carácter genuino. Ante el cinismo de los americanos para afrontar la vida existe la cordialidad y franquezas navarras. Más allá del choque cultural que supondría para Hemingway el hecho de conocer Navarra, diría que es más una idealización del mismo Hemingway que algo real.
¿Qué opina de la leyenda de un Hemingway snob, borracho, buscabroncas y mujeriego? Dicen que sufría un trastorno bipolar que le provocaba altibajos.
Hemingway parece ser que a veces podía ser una persona bastante cruel. Especialmente, en aquellos momentos en los que se cruzaba. En una entrevista a la mujer de Paco Garay, Jeanette Hohberger, agente fronterizo cubano y uno de los mejores amigos en Cuba, cuenta en una entrevista que Hemingway era una bella persona, pero que podía llegar a ser implacable, si no le gustabas. Es un hecho conocido que cortó por lo sano y contundentemente con algunas amistades de gentes reconocidas. Según Andrew Farah Hemingway, no sufría de un trastorno bipolar sino de una demencia con depresión recurrente: identifica como mínimo nueve contusiones fuertes durante su vida que le causaron una encefalopatía traumática crónica, el alcoholismo, que le causó una inestabilidad psicótica con una sintomática parecida al bipolarismo e hipertensión y prediabetes.
¿Qué ha descubierto en su investigación sobre Hemingway que más le ha llamado la atención?
La cantidad de gente que le conoce y el interés que despierta. Queramos o no, casi todo el mundo que escucha su nombre sabe quien es. Y claro, también la cantidad de relaciones que tiene con lo vasco.
Diez veces estuvo en Iruña, cerró el ciclo en 1959, dos años antes de pegarse un tiro en su casa de Ketchum, Idaho. Usted ha estado allí investigando una región con fuertes vínculos con el pueblo vasco.
Si, así es. Resulta que Idaho es una de las zonas que ha recibido más inmigración vasca desde principios del siglo XX. Hemingway llega a esta zona aislada por un ofrecimiento que le hacen desde un hotel de lujo establecido a mediados de la década de 1930. Averall Harriman, dueño de la Unión Pacific Railroads, decide establecer un resort de lujo para promover el esquí en Sun Valley. Los contactos con los vascos son variadísimos. En la primera época se hace amigo de dos señores que tenían un club de apuestas: León Bilbao y Paul Sugaza. Asimismo, y ligado a la gastronomía, le encanta otro club regentado por Gloria Batis, una cocinera extraordinaria. Y también, le encanta la cocina de dos mujeres vascas, Pilar Arriaga y Epi Inchausti. Dos mujeres vascas fueron amas de casa de la casa que compró en 1959 y un navarro llamado Ben Yturri fue su jardinero.
Este año se cumplen los 25 años de la muerte de su tercera mujer, Martha Gellhorn. ¿Qué papel jugaron todas ellas?
Las cuatro mujeres que Hemingway tuvo en vida, todas a su manera eran mujeres extraordinarias y muy cultas. Gellhorn, quien odiaba que la relacionaran con Hemingway después de su traumático divorcio, no quería convertirse el apéndice de la vida de algún otro, y fue una de las reporteras de guerra más importantes del siglo XX. Gellhorn se dio a conocer durante la contienda civil española, y en esas circunstancias comenzó su idilio con Hemingway. Fue una mujer de carácter muy fuerte. Y mientras que le encantaba escribir, odiaba realizar las tareas del hogar. Al final, llego a contratar dos mujeres navarras con las que tuvo una relación larga, laboral y de amistad. Les llamaba las Pamp, Rosario y Lola, de Viana.
Al Nóbel también le atrajo la belleza de la montaña y de pueblos como Burguete y Aribe, el contrabando y la vida en la frontera.
En Burguete solo estuvo dos veces, en 1924 y1925. Aún y todo si que es un lugar que le fascinó. No solo por la pesca o la belleza de sus alrededores porque parece ser que conoce a gente interesante. Hemingway dejo a Dos Passos y a George O´Neil sus ahorros y se encontraba en Burguete sin suficientes pesetas para pagar a los dueños del Hotel Burguete. En otra carta escrita a su madre el 18 de julio de 1924, menciona que el día 17 inspeccionó cabalgando con un capitán carabinero unas 30 millas los puestos fronterizos para controlar a los contrabandistas; era Juan Cueto.