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Doce horas de emoción desbordada

La inusitada expectación que despertó el inicio del juicio hizo mella en la familia de Nagore, exhausta tras un día de infarto. "Está siendo muchísimo más duro de lo que imaginaba", confesaba Asun Casasola al caer la noche.

Doce horas de emoción desbordada

LA escena resulta casi obscena. Una nube de medios de comunicación se agolpa a la entrada del Palacio de Justicia. Javier, el hermano de Nagore Laffage, está a punto de entrar en directo para una televisión estatal? Tres, dos, uno? El chaval no puede reprimir el llanto y emprende la carrera para refugiarse tras un muro. Está sobrepasado, no puede articular palabra. "El pobre está pasado, pero le estamos intentando tranquilizar", dice con estudiada afectación el periodista.

Le buscan, le ponen la mano sobre la espalda, y Javier vuelve a ponerse el pinganillo para poder escuchar las preguntas que vienen desde Madrid. "Hola, buenos días, estamos aquí por el juicio?", la perorata sigue, y Javier se deja por fin llevar, con la mirada perdida, lejos, muy lejos de aquel lugar en el que 146 profesionales de la comunicación intentan hacer su trabajo. En dos horas comenzará el juicio por el asesinato de su hermana.

El periodista, engominado, consigue su presa. "Efectivamente, la familia está muy afectada pero nos acompaña Javier Laffage, hermano de la víctima". El chaval, de 24 años, se arranca en ese momento, y haciendo de tripas corazón confiesa su temor de que el acusado haya tenido demasiado tiempo "para inventar mil y un historias. Es una persona lista, un psiquiatra. ¿Que si estamos mal? Pues sí, para qué te voy a engañar". Hace ya más de un año que Nagore, su hermana, se convirtió en un icono. Mientras habla Javier, su hermana está detrás, con la sonrisa impresa en decenas de retratos que portan amigos y familiares, los mismos que han acompañado a la familia durante el último año interminable, y que no dudaron en montar en los dos autobuses que organizó el Ayuntamiento de Irun para arropar a la familia cuando más lo necesita. "Ha sido emocionante la muestra de adhesión de toda Guipúzcoa. Siempre hemos querido demostrar nuestro cariño a la familia para que la pérdida de Nagore no fuera agravada por la soledad", confesaba a este periódico frente al Palacio de Justicia José Antonio Santano (PSE-EE), el alcalde de Irun. La ausencia de autoridades navarras, por contra, resultaba llamativa.

La nube de periodistas va y vuelve. Se reparte entre Javier y Asun Casasola, una madre coraje que a fuerza de tesón ha mantenido en el tiempo un pulso mediático poco habitual. "Dejad a Javier, por favor, está nervioso". Madre e hijo se reparten la tarea de atender mil y un preguntas.

A unos 30 metros pueden verse los muros de la prisión de Pamplona, desde donde en esos momentos, a eso de las 10.00 horas, José Diego Yllanes, el autor confeso del crimen, está a punto salir para acudir a la citación judicial. El padre de la víctima, Txomin Laffage, situado discretamente detrás de una pancarta de la Plataforma de Mujeres contra la violencia de género, mira hacia ese punto, como queriendo atravesar los muros. ¿Qué piensa? ¿Por qué no ha hablado con los medios durante todo este año? Este periódico le traslada esa misma pregunta. El hombre reposa y coge aire para explicar algo que difícilmente puede expresarse con palabras. "¡Para qué hacerlo! Sólo me saldrían palabras malsonantes. ¿Sabes? Tenía un estrechísimo vínculo con mi hija", responde calmado, con la mirada castigada por tantos desvelos.

Son las 10.15 horas y ya hay más de un centenar de amigos, familiares y vecinos solicitando un juicio justo en la concentración. "Estamos aquí para demostrar ante el jurado popular que la ciudadanía dice que no ante este tremendo caso de violencia de género", expresa Tere Sáez, técnica de Igualdad en el Ayuntamiento de Estella, que vuelve a hacer hincapié en las ausencias. "Por cierto, ¿dónde está la alcaldesa de Pamplona?", se pregunta. Le responde una salva de aplausos.

Los amigos de Javier Laffage se arremolinan en torno al joven. Tratan de hablar sobre cualquier tema distendido. "¿Pero no tienes que hacer el proyecto este año?". Javier sonríe. Parece más calmado. Va llegando la hora de entrar en la Audiencia. Los abogados de las partes se van acercando. Eduardo Ruiz de Erenchun, el letrado de José Diego Yllanes, el autor confeso del crimen, se detiene unos minutos para atender a la prensa. "La familia está muy afectada porque se han dicho muchas cosas que no son ciertas. Los juicios no se ganan en los medios", contesta el letrado, dejando entrever que hará una defensa de su cliente con uñas y dientes. "Lo primero que hizo su familia es pedir perdón".

-¿Pero no fue un poco tarde?

-¿Os parece tarde el 18 y 19 julio?

Otra pregunta que queda en el aire. Eduardo y su padre, Ángel Ruiz de Erenchun, entran en la sala. Entretanto, las autoridades vascas siguen dejándose ver, entre quienes destacan la portavoz del Gobierno Vasco, Idoia Mendia, la presidenta de las Juntas Generales de Gipuzkoa, Rafaela Romero y la presidenta de la Comisión de Igualdad del parlamento foral, Rebeka Ubera.

El Gobierno Vasco, según avanzó Mendia, estudia la personación de letrados como acusación popular en todos los casos de violencia machista que tengan lugar en la CAV.

Ya en el interior, los pasillos del juzgado están atestados. Arranca la vista. Lo primero que impresiona, visto de espaldas a cuatro metros, es la fuerte complexión de Diego Yllanes, que parece tranquilo. Las amigas de la víctima, como Irati Rubio, de 20 años, las mismas que Nagore cuando fue asesinada, apenas pueden reprimir el llanto al detallarse algunos de los aspectos más escabrosos.

Son las 21.30 horas. Asun Casasola lleva un día de infarto, y el juicio no ha hecho más que comenzar. "Está siendo muchísimo más duro de lo que imaginaba", confiesa la mujer, rendida tras una jornada agotadora.