pamplona. En el espejo del vestíbulo de la Administración de Fincas Mendía, gestora ubicada en el barrio de la Rochapea de Pamplona, bien podría reflejarse la figura de unos propietarios cada vez más acuciados por las deudas. La morosidad se ha convertido en objeto de tema del día en las reuniones de vecinos, que han alcanzado incluso situaciones conflictivas. "Se han dado casos en los que a los morosos les han dejado notas amenazantes en el parabrisas del coche o les han pinchado las ruedas", señala Peio Mendia, de la referente Administración de Fincas Mendía, que gestiona 65 comunidades de vecinos.
No ayuda a calmar los ánimos que la situación "siga muy similar" y que los morosos no han tenido oportunidad de "remontar". Siempre han existido dos tipos de morosos, el pagador perezoso, al que hay que insistirle para que realice sus pagos; y la gente que no puede hacer frente a los recibos que le llegan. Éstos son mayoría ahora", indica Mendia.
COMUNIDADES NUEVAS Desde su propia Administración indican que el perfil del deudor se corresponde con el de "una persona que se ha quedado en paro, por lo general inmigrante, y que se hipotecó en su día, cuando la cosa estaba bien, hasta el 110% del valor de la vivienda. Incluso dejó el coche como aval y ahora se encuentran atrapados en una realidad en la que ni vendiendo su vivienda acaban saldando sus deudas".
En esta oficina saben bien de qué hablan cuando se refieren a la morosidad. "Administramos varias comunidades de Sarriguren y Buztintxuri, donde se están produciendo las mayores morosidades. Incluso los bancos han embargado tres pisos de los edificios que gestionamos. Se trata de la última solución, pero últimamente las comunidades están optando por el embargo. Cuesta mucho cobrar esas deudas. Son de gente que anda con el agua al cuello, pero el resto del bloque no anda mucho más boyante y no puede soportar otras deudas". Son escaleras sin apenas remanente del que tirar y en el que alcanzar la ansiada liquidez es un anhelo más que una realidad.
30.000 EUROS DE DEUDA A modo de ejemplo, Peio Mendia cita el caso de dos comunidades de vecinos de Sarriguren y Buztintxuri, con más de un centenar de vecinos cada una y con deudas en torno a 30.000 euros. "Hay hasta media docena de vecinos con más de 2.000 euros de impagos. Son gente que no puede pagar y que arrastra esa deuda. Pero en cuanto tienen un euro te lo dan. Esos son los casos que más duelen", refiere Mendia, que añade que los monitorios han perdido agilidad (a la hora de cobrar no hay bienes que reclamar, sólo procede el embargo del piso y de los bienes, una decisión complicada de tomar para la comunidad) porque han colapsado los juzgados como el de Aoiz, del que dependen poblaciones como las antes mentadas o Egüés y Mendillorri y cuya carga de trabajo ya es insoportable.