PAMPLONA. Al filo de las 15.10 horas, el juez declaró absuelta del homicidio de José Antonio Gil Silva en Tafalla en noviembre de 2009 a su esposa María Pilar Marcos Rubio, que no cabía en sí de gozo al escuchar esas palabras: "Absuelta con todos los pronunciamientos favorables". Levantó los brazos en señal de triunfo, se giró hacia su familia y amigas, y se fundió en un abrazo y en un mar de lágrimas con su hija pequeña, Alba, que con sus hermanos Marcos y Guillermo escucharon dentro de la sala el veredicto.
El jurado popular emitió un veredicto de inculpabilidad sorprendente, al no haber considerado probado ninguno de los hechos delictivos que se le imputaban a la acusada. Es decir, no encajaron los hechos en ninguna de las cuatro alternativas existentes: el homicidio directo (tenía intención de matar), el homicidio por dolo eventual (no quería causar la muerte, pero era altamente probable que la provocara al clavar el cuchillo en la zona pulmonar), la imprudencia y la muerte accidental.
una cuestión de mayorías Entienden que no está probado que existiera una conducta delictiva. Así, se necesitaban siete votos de los nueve totales del jurado para declarar la culpabilidad de la procesada en los hechos que le eran desfavorables, pero en la pregunta 1 y la 14 A del objeto del veredicto, que se corresponderían con un homicidio por dolo directo o por dolo eventual, respectivamente, tres jurados votaron que no estaba probado. Así que esa tesis del dolo directo o eventual, que lleva aparejado el mayor reproche penal y que era la más cercana a la mayoría del jurado, se desmoronó por el juego de mayorías necesarias al computar 6 votos y necesitar 7 por ser contrario a la acusada.
Precisan en la argumentación a su respuesta que la acusada "estaba en su sano juicio por la reacción de arrepentimiento espontáneo que tuvo" y que "habiendo acometido ya una vez con el cuchillo (que causó una herida superficial en el hombro de él), sí podía imaginarse que ocurriese la muerte de su marido. Pero declaran no probado el hecho: "Mª Pilar se re-presentó como altamente probable que durante el forcejeo se clavara el cuchillo en el pecho de José Antonio y pese a ello continuó con el forcejeo". Así, no hay dolo eventual.
Se aprecia por sus respuestas que el jurado tuvo muchas dudas a la hora de valorar la legítima defensa ejercida por María Pilar Marcos y el miedo insuperable de ésta hacia su marido, que aprecia como atenuantes simples. Aceptan que era una mujer maltratada, pero detallan que en los últimos años ya habían cesado las agresiones físicas graves y hay detalles que el jurado aprecia contrarios a una actitud timorata y asustada de la esposa, "ya que jugaba regularmente al parchís con sus amigas y hablaba de jubilarse con su marido como su plan de futuro".
Consideran que "no hay pruebas suficientes para afirmar que José Antonio Gil trataba de acabar esa noche con la vida de su esposa, ya que ninguna de las agresiones físicas, aunque éstas fueran fuertes, puso en peligro directamente la vida de la acusada". Por eso introdujeron una pregunta alternativa, para decir que ella actuó en todo momento para evitar la agresión de su marido. En esta línea aseguran que María Pilar Marcos no debió temer por su vida, pero que la discusión sí produjo "una situación de intenso miedo para la integridad física de la procesada".
Precisan que la reacción de la acusada clavando el cuchillo ante la agresión fue "desproporcionada" y que, aparte del arma blanca, tenía otros objetos para defenderse de la agresión, como el frutero que había encima de la mesa. Por último, señalan como atenuantes el arrepentimiento espontáneo (la acusada llamó de inmediato al 112 para comunicar los hechos y trató de taponar la herida) y la reparación del daño, al haber resarcido económicamente a sus hijos repartiendo su herencia. Estas atenunantes, que reducirían la pena en caso de haberla, no tienen valor al decretarse la absolución.
"ya hemos terminado, mamá" Conocida la resolución, María Pilar Marcos Rubio afirmó que no termina de creerse la decisión del jurado popular y aseguró que ha pasado por una "pesadilla" hasta llegar a este momento. "Estoy que no termino de creerme lo que ha pasado, tampoco terminaba de creerme lo que había pasado antes. Fue una pesadilla. Ahora estaba resignada". Abrazado a su lado y rodeado de medios, el hijo mayor de la mujer, Marcos Gil Marcos, manifestó que la espera hasta conocer el veredicto "ha sido agónica" y se despidió con un "ya hemos terminado con esto, mamá". Incluso afirmó que se disponían a celebrarlo y reconoció que su madre "tenía sus dudas" sobre la decisión del jurado, "pero ella en todo momento estaba segura de cuál era su versión, no tenía que andar fingiendo, esto era sumar dos y dos y que el jurado lo entendiera y lo ha entendido". Ángel Ruiz de Erenchun, el letrado de la defensa, señaló que el jurado entendió en su veredicto que la mujer se "defendía" cuando ocurrieron los hechos y de la misma forma que su marido "le iba a agredir".