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Su hijo no se puede llamar Kevin Costner

la ley presenta limitaciones para que los padres llamen a sus hijos. Si el nombre es inadecuado, desde el registro civil se le pone uno de oficio

Su hijo no se puede llamar Kevin CostnerFoto: josu chavarri

LO vamos a llamar Kevin Costner Pérez. No, no es posible. Pues pongámosle Lenin Stalin Pérez. Tampoco es posible. Cualquiera de los dos, Lenin o Stalin, podrían confundirse con apellidos y podrían perjudicar objetivamente a su hijo. Al igual que Caín, que en la cultura occidental se identifica con maldad, o que Judas, al que relacionamos con traición. Nosotros tratamos de velar por el interés superior del menor. Disponen de tres días para elegir otro nombre, que no sea Kevin Costner ni Lenin ni Stalin. En caso de que no elijan otro nombre más adecuado, nos dispondremos a incribirle de oficio con un nombre que escogerá el responsable de este Registro Civil. Si no están de acuerdo, pueden recurrir a la Dirección General de los Registros y del Notariado.

Aunque suene a chirigota, este diálogo, con este u otro orden en las reclamaciones, se ha dado entre familias que acuden al Registro Civil de Pamplona para realizar la solicitud de inscripción de sus hijos. Los encargados de estos servicios ya pueden poner un nombre de oficio si el que eligen los padres es inadecuado y, a partir de la nueva ley aprobada en el Congreso, en caso de disconformidad decidirán también el orden de los apellidos. "Los padres tienen libertad casi absoluta para poner un nombre a sus hijos", asegura Martín Corera, responsable del servicio en la capital, sin embargo existen unas limitaciones legales: "Por encima de todo está proteger la dignidad del recién nacido, de aquel que no se puede defender. A veces los padres toman decisiones irreflexivas o arbitrarias, y alguien les tiene que proteger de esas decisiones". La legislación civil establece en España que una persona es obligatorio que tenga nombre y dos apellidos y limitaciones como que no puede constar con más de dos nombres simples (desde 1957), no se le puede llamar de tal manera que perjudique objetivamente a la persona (por lo que se excluyen los que resulten por sí o en combinación con los apellidos deshonrosos o humillantes), no se admiten los nombres que hagan confusa la identificación (por ejemplo un apellido convertido a nombre) ni los que induzcan a error en sobre el sexo de la persona. Tampoco se puede atribuir a un hermano el nombre de otro hermano vivo, aunque sea en otra lengua de las que existen oficialmente en España. Es decir, no se puede llamar un hijo Jorge y que su hermano se llame Gorka o Jordi.

Corera constata que "los que más chocan con la realidad española son los nombres de procedencia hispanoamericana, países en los que tienen libertad absoluta para llamar a una persona con cualquier nombre, como John Fitzgerald Kennedy. Pero cuando se nacionalizan como españoles, dependen de la jurisdicción de aquí, que les restringe con las limitaciones que antes hemos hablado. Por ejemplo, en el registro de Pamplona no admitimos a una niña a la que sus padres querían llamar Aloha, que es un saludo hawaiano. Cuidado, pero aquí hablamos a efectos registrales, el nombre con el que la sociedad te conoce, te identifica y que aparece en tu documentación oficial, que no tiene que ser el mismo nombre con el que te conoce el derecho canónico de la Iglesia". Desde 1977 también se acepta en los registros que el nombre sea escrito en cualquier idioma siempre y cuando esté correctamente escrito.

¿Pero uno se puede cambiar el nombre? No habría mayor problema. "Tampoco te puedes presentar aquí todos los días para cambiarte varias veces de nombre, pero ocurren muchos casos en los que con la debida justificación de que en tu vida diaria usas habitualmente un nombre distinto, o que quieres realizar una equivalencia onomástica a otra lengua (Jorge por Gorka, también con los apellidos como Etxeberria por Echeverria), el cambio se realiza", apunta Corera. Otra cosa será si quieres volver más tarde a tu primer nombre. Ese supuesto se deniega la mayoría de las veces porque vulnera la fijeza que requiere un nombre.