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Hazte funcionario de la enseñanza

Hazte funcionario de la enseñanza

¿Conocen la expresión "juicios tengas"? Les propongo otra: "oposiciones ganes". Ya sé, ya sé lo que están pensando: "vacaciones", "trabajo fijo", "sueldo asegurado", "pocas horas de trabajo", "tranquilidad", "valoración", "promoción"…a quienes conozcan el mundo de la enseñanza pública, les habrá entrado la risa nerviosa enseguida; a los que lo desconocen, les parecerá poco y seguro que encontrarán algún otro "chollo" en nuestra profesión. A continuación, trataré de desmontar la visión que, tristemente, tiene todavía una gran parte de la sociedad de la situación del profesor de la Secundaria Pública. Comencemos.

Los Profesores de Secundaria somos los funcionarios peor pagados dentro del nivel A, lo que desmiente al mismo tiempo la "teoría del sueldazo" y la de las "vacaciones", pues éstas, en la práctica, se sustituyen por el dinero que dejamos de cobrar en relación con los demás funcionarios de nivel A. (mayor complemento, menos vacaciones; menor complemento, más vacaciones). Lo del "trabajo fijo" resulta paradójico, ya que muchos docentes que han aprobado la oposición permanecen sin destino definitivo durante años y, una vez obtienen el destino, traspapelado por la Administración en algún aquelarre burocrático, pueden verse obligados a viajar cientos de kilómetros diarios, conculcándose de esta manera el supuesto derecho a la conciliación familiar y laboral.

Vayamos con otro tópico: el "sueldo asegurado". En primer lugar, a los profesores de Secundaria se nos niega (y es ya una tradición tan arraigada como las campanadas de fin de año) el complemento específico de Secundaria (leen bien: de Secundaria) que sí cobran los maestros (nivel B) que imparten clase en el 1º ciclo de ESO. En segundo lugar, somos de los pocos trabajadores tan vilipendiados por "la derecha" como por "la izquierda". El PP nos congela el salario. El PSOE nos lo reduce. UPN asume con entusiasmo el recorte. Y PSN mira hacia otro lado. La verdad es que somos "afortunados".

Otro lugar común es el de las "pocas horas de trabajo" porque, sin contar las horas que el profesor invierte en su casa, trabajamos 35 horas semanales, tanto lectivas como dedicadas a tutorías, desdobles, apoyos, guardias, preparación de clases, corrección de exámenes y trabajos, formación continua, claustros, coordinaciones, intervención en expedientes disciplinarios, reuniones de departamento o de Comisión de Coordinación Pedagógica, elaboración o revisión de programaciones y proyectos curriculares, formación (las tardes de los miércoles), representación en el Consejo Escolar, sesiones de evaluación, atención a padres y madres, actividades complementarias y extraescolares, etc. Y, por supuesto, queda por incluir la abundante burocracia de distinto pelaje (auditorias, planes de calidad, pruebas de diagnóstico, tutorización de funcionarios en prácticas..) y la introducción de todos los datos en el, a veces, único y estropeado ordenador del departamento. En definitiva, en nuestra jornada de trabajo debemos sacar tiempo para hacer, como dice Forges, de "educadores, actores, animadores, papás, psicólogos, guías turísticos, acompañantes, traductores, ponentes, lingüistas, psiquiatras, diseñadores, formadores, escritores, dibujantes, gesticuladores y paseantes".

Si el agobiante acoso de la burocracia, que cada vez extiende más sus tentáculos sobre los profesores, no ha terminado de estresar al docente, otros factores perturban más aún la hipotética "tranquilidad" atribuida tópicamente al profesor, entre los cuales el más popular es la indisciplina en el aula. Nada ayuda la negativa a otorgar al profesor el rango de autoridad pública y muy poco ocurrencias como el DF de Derechos y Deberes del alumnado, en el que se permite al alumno de 3º convocar una huelga por "discrepancias educativas" o se sustituye el término "sanción" por "medida correctora educativa", que suena mejor. No hace falta desmontar el mito de la "valoración", queda desmontado con el argumento anterior.

Y, por fin, la promoción. Pues bien: no existe. Desde nuestro propio nombre ("docentes no universitarios" -seguro que no conocen ningún cuerpo de la función pública cuya denominación sea la negación de algo-), queda clara la intención de la Administración de excluir cualquier posibilidad de promoción. Si no me creen, anímense: opositen y, sobre todo, ganen la oposición y háganse funcionarios de la enseñanza. La gente les mirará mal, se alegrará de sus desgracias, entenderá mal sus reivindicaciones, le exigirá que haga con sus hijos lo que ellos no pueden o no saben hacer, aplaudirá cuando le rebajen el sueldo porque la economía va mal…Se lo aseguro: es toda una experiencia.