pamplona. ¿Por qué abandona la Fiscalía de Navarra?

Me voy porque llevo casi diez años como fiscal superior y creo que ya es momento del cambio, de que entre gente joven, con ideas nuevas, con ganas de innovar. Los cargos no son para toda la vida. Ésa es la primera o segunda razón más importante.

¿Y cuál es la otra?

Me tenía que ir ya, porque en enero debía ir a la Fiscalía General del Estado. Ya me había llamado el fiscal general del Estado, porque mi etapa ya había acabado aquí. Salió la oferta del despacho, una oferta muy seria, de un compañero mío del Colegio Mayor, para trabajar en Andalucía una temporada. Y después de tantos años, uno también tiene ganas de volver. Aquí ya no me quedan más puestos que cubrir.

¿Se le ha quedado Navarra pequeña?

No, Navarra pequeña no. Simplemente que ya he cumplido una etapa. No me gusta decir que Navarra se ha quedado pequeña, porque sigo teniendo mis amigos, es una comunidad en desarrollo... Y profesionalmente ya no hay más puestos a los que ascender. Entonces, la alternativa era Madrid o irme a este despacho profesional.

¿No será por problemas para pagar la hipoteca?

La hipoteca está sin pagar eh (risas). Como he dicho, me he inclinado porque es Andalucía, porque he acabado un ciclo y porque la vida en Madrid no me seduce demasiado. Yo soy de provincias, de Jaén, de Granada y de Pamplona, que es donde he vivido siempre. Además, se me brinda un trabajo apasionante, de un bufete buenísimo, a coordinar un departamento con muchos abogados, y merece la pena.

¿Qué hubo de cierto, años atrás, respecto a su incorporación a la Fiscalía Anticorrupción?

Fue cierto. Pero no quería irme a Madrid. Aquí estaba fenomenal y quería cumplir el ciclo. También estuve muy cerca de ser fiscal jefe de Barcelona.

¿Cómo 'resetea' uno el oficio?

Es que es muy parecido. El trabajo que voy a hacer es muy parecido. En ese despacho hay muchas acusaciones particulares y el trabajo es aplicar la ley, la norma, las nulidades...

¿Qué asuntos va a abordar?

Delitos económicos. Hay también algunos contra la libertad sexual. Todavía no he ido al despacho.

Hablando de delitos económicos, el caso Urralburu

Sí, Urralburu, Roldán, Esparza... Más que trampolín, fueron casos muy mediáticos, muy relevantes y que requirieron mucho trabajo. Si estás dos años dedicado a un asunto, como Urralburu y seis meses de juicio, mañana y tarde, hasta sábados por la tarde, eso te marca. Naturalmente, tuvo una relevancia absoluta para Navarra y una tremenda importancia para la Justicia y es algo te marca. Y me hubiera gustado no tener ese juicio.

¿Por qué?

Porque me gustaría que no hubiese habido que acusar de corrupción al presidente de la Comunidad Foral de Navarra.

¿Se acabó la corrupción en Navarra con aquel caso?

La corrupción a gran escala, desde luego que sí. Si es cierto que luego ha habido pequeños casos de corrupción o de funcionarios que han hecho algo mal, como otorgar una licencia en contra de la legalidad.

De aquel caso se desgajó el caso Otano

Siempre pensé que no había delito ahí. Siempre pensé que tener una cuenta bancaria en Suiza no es delito. Por eso no se puede acusar. Ni había pruebas de que ese dinero viniese de ningún lado. A Otano se le ha hecho la mayor investigación patrimonial de España: primos, parientes, registros, etc. Tenía un piso hipotecado y un coche viejo, un R18.

Y una cuenta en Suiza.

Tuvo una cuenta en Suiza y luego no estuvo a su nombre. El dinero no lo sacó él. Ojo, además el delito estaba prescrito, aunque no me quiero amparar en la cobardía de la prescripción, porque yo siempre he sostenido que no había pruebas de que ese dinero procedía de una obra o de una empresa. Ese dinero podía proceder de donaciones que se las quisieron llevar fuera de España.

Dice que se acabó la corrupción y en la mente de muchos está el caso Galipienzo

Es una sensación equivocada, porque para mí quedó totalmente esclarecido lo que pasó. En mi opinión, no se puede buscar lo que no hay. Ese caso lo investigamos en la Fiscalía durante tres meses y eso fue lo que dijo el juez que había en la sentencia.

En la instrucción, la juez decía otra cosa.

Lo que vale es la sentencia definitiva y exactamente dice lo que decía el fiscal desde el primer día. Lo que no se puede es sacar por sacar, ni porque socialmente sea muy relevante, buscar donde no lo hay. No había cohecho, porque nadie había cobrado por acceder a algo, en el sentido del cohecho.

No se le vio muy conforme con aquella instrucción.

Ni conforme, ni disconforme. Yo respeto la instrucción, pero creía que era más sencilla. Y el tiempo me dio la razón.

Ha dicho que la sentencia es lo que vale...

Para ese caso sí. Es lo que yo había visto y lo que llevaba como acusación en el juicio.

¿Y en el 'caso Nagore', también la sentencia definitiva era lo que valía?

En ese caso es cierto que me quedé disconforme, pero técnicamente no se podía recurrir. Es una de las espinas que me ha quedado, que no hubiese ahí un asesinato. Yo eché el resto en el asesinato, el jurado entendió que no y el abogado defensor lo hizo muy bien.

¿Qué salió mal para que no se condenase a José Diego Yllanes por asesinato?

Había muchas acusaciones y es algo que no ayudó. Cuando se mandan muchos mensajes, en algunos puntos son contradictorios y eso no ayuda.

¿Y el jurado se equivocó?

El jurado lo elegimos nosotros y para mí sí se equivocó, porque había alevosía. Lo que ocurre es que el abogado introdujo dos o tres temas que motivaron la duda, como las huellas en el teléfono o las horas de las cámaras. Era algo totalmente incorrecto, pero ya no había forma de replicar.

¿Se hizo justicia en ese caso?

Justicia plena sería un asesinato, con más pena. Sí se ha hecho justicia, porque se ha hecho con arreglo a las leyes, pero me habría gustado que habría habido más pena.

¿Qué otras espinas se lleva?

Ha habido algunos temas contra la libertad sexual que se han quedado fuera, de los que no han tenido conocimiento los medios de comunicación, porque las partes implicadas, las víctimas de alguna violación, no han querido que se persiguiese. Después de mucho valorarlo, decidimos no romper lo que dice el Código Penal como regla general, que una agresión sexual no se persigue sin denuncia o querella de la víctima. Eran víctimas con daños psicológicos graves, que no querían que se supiera lo que les había ocurrido, y preferimos no acusar, a pesar de que era una violación cierta. Ahora se puede contar y es una de las espinas que me llevo, porque es un delito gravísimo, gravísimo.

En la cara contraria, ¿qué éxitos destacaría en su trayectoria?

El Solitario.

Pero en aquel caso lo tenía todo a su favor.

No fue tan fácil, había que trabajarlo. Estaba el arma, pero había que concretarlo. La Guardia Civil hizo una investigación muy completa y muy buena. Los abogados y él enredaban, con los coches, los testigos... En el caso Urralburu estuve ocho horas hablando. En éste, estuve dos horas, pero fue un informe contundente. Fue un juicio precioso.

¿Con qué sensación recibe un fiscal una sentencia como el de ese caso o del caso Urralburu

Con la sensación de haber trabajado bien, de haber cumplido mi deber y que para eso me pagan. También con la sensación de haber quitado de la sociedad un elemento que es peligroso. El caso Gartzain también me marcó mucho. También Berrueta, que acabó como yo quería, con condena por asesinato. El de un taxista que asesinaron en los años 80, o el de otro asesinato en un supermercado de Sancho Ramírez. También me tocó el caso de Gladys del Estal, una chica ecologista que estaba en una sentada y le pegó un tiro un guardia civil. Fue una imprudencia, porque el agente le dio un culatazo, pero el guardia civil fue condenado.

¿Sigue pensando que el asesinato de Ángel Berrueta fue una riña vecinal?

¿Cómo voy a pensar eso? ¿Qué barbaridad es ésa? Eso es mentira. Ni lo pensé, ni lo dije. Yo dije que había empezado como una riña entre vecinos y que había acabado con el delito más grave del Código Penal. Y acusé de asesinato y me partí la cabeza, y trabajé como un negro. Ni que fuera tonto para decir que aquello fue una riña vecinal. Mantuve que era asesinato, conseguí que fuera asesinato, a pesar de algún abogado, y más no se puede hacer. No hay nada que reprocharme, sino todo lo contrario. Fue una frase desafortunada mía sacada de contexto.

Hace cuatro años alertó sobre la actividad de las bandas latinas. Hubo quien le tachó de alarmista.

Se detectó en su momento y la manera de atajarlo era plantearlo socialmente, dar un toque a las policías. Luego paró un poquito y se extendió bastante.

¿Se ha actuado a tiempo contra este fenómeno delictivo?

Las últimas intervenciones han sido muy contundentes.