La finca de Artikutza es uno de los lugares más mágicos y desconocidos de nuestro entorno. Se trata de un enclave natural de 3.800 hectáreas (el equivalente a 3.700 campos de fútbol) en el que habitan gran cantidad de animales, muchos de ellos en peligro de extinción, y más de seis millones de hayas y robles, entre los que destacan los árboles trasmochos.

La finca se localiza entre Goizueta, Zubieta, Lesaka, Arantza y Oiartzun, pero a pesar de situarse en tierras navarras, su propiedad pertenece al Ayuntamiento de San Sebastián. Puede que ésta sea una de las peculiaridades más destacadas del lugar, ya que su historia está directamente ligada a su adquisición por parte del Consistorio donostiarra a principios de 1919. Resulta curioso que las únicas ocho personas que viven en Artikutza son goizuetarras, pero habitan en terrenos de San Sebastián. Además, es importante destacar lo alejada que se encuentra la finca, ya que sólo existen dos maneras de acceder a ella; tomar la carretera GI 3633 de 17 kilómetros que separa Oiartzun de Artikutza, o bien, seguir una pista que parte de Goizueta y llega a Arriurdiñeta.

Esta vía es sólo accesible para vehículos todoterreno.

Ocho siglos de historia De la Iglesia a San Sebastián Siendo Artikutza el punto más lluvioso de toda la Península (2.500 metros cúbicos al año), Don Mariano Zuaznabar, alcalde de San Sebastián en 1919, pagó un total de 3.200.000 de las antiguas pesetas por la compra de la finca con el objetivo de abastecer de agua a la ciudad.

Consciente de que el lugar podría solucionar los problemas de escasez de agua, el Ayuntamiento de Donostia construyó entre 1947 y 1953 el embalse de Enobieta, que en la actualidad sirve para reservar el agua que llega a todos los hogares de la capital a través del embalse de Añarbe.

Pero, para analizar en profundidad la historia de la finca es necesario remontarse hasta la Edad Media. Como la gran mayoría de los bienes del medievo, Artikutza pertenecía a la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles, la que se encargó se arrendar la explotación del terreno a los carboneros, pastores, caleros y ferrones de la zona desde el siglo XII. Con motivo de la festividad de San Agustín, varios miembros de la Colegiata acudían a la finca cada 28 de agosto para cobrar las rentas a los lugareños. Todo siguió de manera similar hasta la primera mitad del siglo XIX.

La finca salió a subasta pública en 1844 a través de la desamortización liberal de Mendizábal. Como consecuencia, fue adquirida por el conde Aldama, un indiano enriquecido en las Américas.

El rendimiento de los bosques aumentó considerablemente con el paso de la finca a manos privadas. La explotación de las minas de hierro se incrementó y ello impulsó la necesidad de mejorar la infraestructura del lugar. Una compañía francesa que explotaba las minas de la finca construyó en 1898 el ferrocarril de Artikutza.

Con 18 km de longitud la vía servía para transportar los minerales hasta la estación de los Ferrocarriles del Norte de Rentería. El pequeño tren siguió prestando servicio durante casi una veintena de años, pero la disminución de la actividad de la finca provocó que el ferrocarril dejara de funcionar en 1916. Los restos de la vía férrea siguen hoy presentes en Artikutza.

La compra de Artikutza por parte del Ayuntamiento de San Sebastián se dio en este contexto de declive de la finca.

El lugar había dejado de interesar a sus propietarios y el Consistorio aprovechó la ocasión para adquirirla a un buen precio: 3.200.000 pesetas.

El mal estado de la explotación obligó al nuevo dueño a invertir otro millón de pesetas para limpiar la zona. Se plantaron miles de árboles y decenas de trabajadores se trasladaron al lugar para encargarse del abastecimiento del agua. La realidad de Artikutza cambió radicalmente desde entonces, ya que se abandonaron todo el resto de actividades a favor de la captación de agua. Iñaki Uranga, responsable de Artikutza desde 1994, explica que "en 1919 la finca pasó a convertirse en una gran fábrica de agua".

ESCUELA DE NATURALEZA

Apuesta por el ecoturismo Ya han pasado 88 años desde que el Ayuntamiento de San Sebastián se hiciera con la propiedad de Artikutza, pero parece que la finca se escapa del tiempo, ya que da la sensación de que los años no transcurren en el lugar a la misma velocidad que en el resto del mundo. Es por eso por lo que la finca sigue manteniendo el mismo aspecto que hace dos siglos.

Sólo habitan ocho personas en las 3.800 hectáreas de la zona y como consecuencia, el silencio, la tranquilidad y la soledad se perciben intensamente al llegar al bosque.

Además, el microclima del lugar hace que la niebla y la lluvia acompañen al excursionista en la mayoría de los días del año.

Es posible que estas características fueran las determinantes para que Artikutza se convirtiera en el escenario de Babelmendi, la serie de misterio que emitió Euskal Telebista.

Los restos de los antiguos lugareños de la zona permiten al visitante hacerse una idea de cómo era la vida en Artikutza.

A lo largo de los parajes de la finca, se puede observar el rastro que los humanos dejaron en la zona. En la finca hay tres dólmenes, 65 cromlechs y cuatro túmulos. Asimismo, se pueden apreciar los restos de las cuatro ferrerías hidráulicas: la del barrio de Artikutza, Elama, Urdallue y Goizarin, además de las huellas de la antigua vía férrea que unía este barrio de Goizueta con el pueblo de Rentería.

El Ayuntamiento donostiarra se ha decantado claramente por la conservación de la finca.

Para ello, ha restringido la entrada a la zona y ha prohibido la caza y la presencia de ganado en sus terrenos.

Los viandantes pueden acceder al lugar sin ningún problema, pero la entrada de vehículos está terminantemente prohibida para aquellos que no dispongan de un permiso que concede el Consistorio de la capital de Guipúzcoa.

Los coches que no cuentan con el debido certificado deben estacionar en la portería de Eskas y recorrer a pie los 7 kilómetros hasta el centro del barrio. El responsable de Artikutza Iñaki Uranga explica que "mediante esta medida se pretenden evitar las agresiones al medio ambiente que provocarían las masificaciones".

Con el paso de los años, Artikutza se ha convertido en una reserva de fauna y flora que sirve para ampliar los conocimientos de la naturaleza e inquietar y sensibilizar la conciencia de quienes visitan el enclave.

28 de agosto, abierto al público Coincidiendo con la festividad de San Agustín, todos los 28 de agosto, la finca de Artikutza acoge una gran fiesta en la que se abren las puertas del lugar a todo el público que quiera visitarlo. Sin la necesidad de solicitar el permiso habitual, los excursionistas disfrutan así de una jornada festiva en la que recuerdan cómo varios miembros de la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles, antigua propietaria de la finca, acudían al lugar para poder cobrar las rentas a los lugareños que trabajaban en la finca señalada.

Desde tempranas horas del día, la finca de Artikutza se convierte en centro de reunión de centenares de personas que disfrutan de una romería. La jornada suele estar acompañada de ritmos de trikitixas e irrintzis. Tampoco faltan los tradicionales partidos de pelota ni una gran comida popular que es amenizada por varios bertsolaris. Año tras año, decenas de personas se reúnen durante este día y disfrutan de una gran jornada festiva.