pamplona. Cuando una escucha y conversa con Natty Petrosino resulta inevitable sentir cierta envidia. Desprende bondad, entusiasmo y felicidad por los cuatro costados. Tanta que resulta difícil asumir que lleve 45 años de su vida dedicada en cuerpo y alma a las personas más pobres y marginadas de su país, Argentina. Su vida es sorprendente y su trabajo en favor de los más desfavorecidos, encomiable. Una labor que le ha hecho merecedora del Premio Internacional Jaime Brunet a la promoción de los derechos humanos, que ayer recibió en la Universidad Pública de Navarra. El galardón está dotado con 36.000 euros, un montante que empleará en continuar su labor humanitaria "porque el dinero nunca es suficiente, pero tampoco nos falta".
antes y después del cáncer
De vivir una vida acomodada a alojar a vagabundos en su casa
En la década de los 60, Nancy Petrosino (Bahía Blanca, 1938) era una bella modelo y actriz de clase acomodada. Vivía en una mansión, estaba casada y tenía dos hijos. "A mis 27 años mi única preocupación era estar bronceada de verano a verano y lucir las cosas más caras y exclusivas", relató esta argentina, conocida como la Madre Teresa argentina. Pero un cáncer en un oído le cambió su vida. "Estuve clínicamente muerta durante unos segundos y tuve una experiencia fuerte. Se me apareció Jesús y me dijo que si quería volver a la vida debía vivir según el Evangelio. Parecía fácil y le dije que sí, pero al volver a sentirme dentro de mi cuerpo, entré en una depresión porque no quería cumplir con lo prometido. Pero Jesús se me aparecía en sueños para recordármelo y acepté", recuerda Petrosino. Al principio, afirma, "fue duro", ya que "la gente pensaba que me había vuelto loca. Era difícil de entender que una mujer que vivía en una mansión con jardín, cocinero y chófer, metiera en su casa a vagabundos, madres solteras, discapacitados profundos...".
Al principio su marido lo aceptó, "estaba feliz de que hubiera sobrevivido a la enfermedad y me apoyó", pero a los diez años "dijo basta". Petronsino tuvo que decidir si se quedaba en su casa, con su marido e hijos, o se iba a la calle con los vagabundos. "Sentí que tenía que estar con mi familia celeste y me fui con ellos. Ferrocarril me dio unos vagones de tren abandonados y entonces me di cuenta de lo difícil que es ser pobre y no tener nada", asegura. Pero acudió a los medios de comunicación para pedir ayuda "y al día siguiente empecé a recibir todo lo que necesitaba". A partir de ese momento, esta mujer fue creando una red de hogares para ayudar a los más pobres, enfermos y discapacitados en toda Argentina y con el tiempo extendió su labor a lugares como Nicaragua, Moscú, Chernobil y Kazajistán.
"Recuerdo en 1989, en plena crisis económica, cuando llegamos a dar de comer a 5.000-6.000 personas al día. Cocinábamos día y noche para dar de comer a todo el que lo necesitaba. Una fábrica de fideos nos daba 600-700 kilos de fideos por vez y primero usábamos ollas del ejército y luego bañeras", relata esta argentina que tiene por lema que "si tengo lo hacemos y sino tengo, lo hago igual". Y pone otro ejemplo. "Me acuerdo de una vez en la que teníamos que hacer unas casas y me preguntaron, ¿pero cómo lo vamos a hacer si no tenemos plata? Y en dos años teníamos el barrio hecho. El secreto es aprovechar en cada caso los recursos disponibles. Por ejemplo, en vez de usar ladrillos utilizar los palés de madera en los que llegan muchos alimentos", asevera esta mujer que hace unos quince años sintió que debía comenzar de cero. Se fue a la selva y en la actualidad vive en una furgoneta ayudando en exclusiva a los pueblos indígenas de Argentina, como los mapuches, los huarpes y los wichis.
45 años sin recibir un susbsidio
Esperanza en el ser humano y en la fe "que mueve montañas"
La Madre Teresa argentina lleva más de media vida ayudando a los más desfavorecidos y "en estos 45 años no hemos firmado un papel, no tenemos personalidad jurídica ni un papel que diga que existimos legalmente; no tenemos cuenta bancaria ni quise fundar una institución o congregación". Tampoco ha recibido subsidios estatales. "Nos los han ofrecido, pero no los quiero porque eso me ataría a compromisos y quiero ser libre en el Señor", afirma Petrosino. Toda su labor la desarrolla gracias a las donaciones de particulares o galardones, como el de la Fundación Jaime Brunet de la UPNA. "Me gustaría que la gente supiese que la fe mueve montañas. Gracias a ella sé que todo es posible", asegura esta argentina.
A Petrosino ya no le "asombra" comprobar que en el resto del mundo no se sepa la situación real de Argentina, que califica como "terrible", con una tasa de inflación que hace que "la gente casi no pueda comprar nada". La de Argentina es "una democracia desfasada", opina esta mujer que asegura que ella es "ajena a todo eso". "Ni recibo nada de ellos ni los ataco, pero peleo seriamente cuando hacen algo en contra de los míos. Soy una mujer peligrosa porque no le tengo miedo a nada y puedo decir cosas que otros no podrían. No pierdo nada, no me importa que me maten", asegura esta mujer que se dedica a desarrollar su tarea, asistiendo a comunidades indígenas olvidadas, llevando alimentos y asistencia médica a los más pobres y construyendo escuelas, hospitales y casas.
Sobre la situación actual de los derechos humanos, Petrosino asevera que "tengo una gran esperanza en el ser humano porque veo un despertar espiritual muy grande". Y lanza un mensaje final. "Cada uno tiene que reflexionar para empezar a cambiar el mundo a partir uno mismo. Hay que tratar de ser mejor cada día en el lugar que estemos", concluye.