“No tengo conocimientos de artes marciales, ni de lucha”. Por boca de la intérprete, y a preguntas de su propio abogado, el estadounidense Zachary R.B., condenado por la Audiencia Provincial de Navarra a 9 meses de prisión por un delito de lesiones por propinar un “violento puñetazo” a un pamplonés para defender a su novia en los Sanfermines de 2014, negaba en el juicio celebrado el pasado 30 de junio su capacitación para pelear. El joven, que hacía uso de su derecho a no decir la verdad por ostentar la condición de acusado, ocultaba durante la declaración su formación como karateka y como practicante de lucha grecorromana, unas capacidades que le situaron como una promesa en el Estado de California durante sus años finales en el instituto.
La defensa del pamplonés lesionado, quien a su vez fue condenado a un año de prisión por un delito de abusos sexuales, la abogada María Herrera, ha tenido conocimiento con posterioridad a la celebración del juicio, que está pendiente de los recursos ante el Tribunal Supremo, que el joven estadounidense es un experto en artes marciales, en concreto cinturón negro en Koei Kan Karate, una modalidad de karate desarrollada en Estados Unidos desde 1956, y también un avezado practicante de lucha grecorromana. No en vano, en 2009 se situó entre los diez mejores luchadores de California, según se destaca en un anuario sobre su graduación en el Instituto de San Marcos.
En dicha publicación, en la que se recogen testimonios del entrenador de Z.R.B., quien también fue su instructor de karate, este recuerda que le llamaba “The Baby-Faced Assassin”, cuya traducción vendría a ser “el asesino con cara de niño”. El propio joven, que en ese momento tenía 18 años, relataba que conseguir el cinturón negro de karate fue “la cosa más dura que había hecho nunca. Eran cinco horas de combate diarias”, y se mostraba satisfecho de poder ingresar en la Universidad de Yale, donde en 2013 llegó a ser uno de los capitanes del equipo de lucha.
Aunque Z.R.B. estaba en su completo derecho de ocultar esta faceta de su vida durante el proceso judicial, la letrada María Herrera considera que esta información, que ha obtenido “por medio de una tercera persona” tras el juicio, adecuadamente documentada con artículos de prensa, fotos, etc., “es de relevancia y merece ser reseñada en el recurso que interpondremos ante el Tribunal Supremo. El potencial lesivo de un puñetazo dado por una persona de este perfil es mucho mayor que el que podría dar una persona sin esa formación.