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“Si todos los niños con TDAH recibieran el apoyo, el afecto y el estímulo de sus padres, saldrían adelante”

La psicóloga Marina Peña es fundadora de la Fundación de Déficit de Atención de Costa Rica y donante de programas de ayuda a jóvenes y niños de América Latina y Europa

“Si todos los niños con TDAH recibieran el apoyo, el afecto y el estímulo de sus padres, saldrían adelante”

Pamplona - La Asociación Navarra para el tratamiento y el estudio del Déficit de Atención, Hiperactividad e Impulsividad (ADHI) es la única asociación del Estado que emplea el programa RETO, un sistema de atención integral ideado por Marina Peña que se fundamenta en la promoción de la responsabilidad, el entusiasmo, el trabajo y la organización para fortalecer las estrategias de estudio de las personas con estos trastornos y lograr que sean independientes.

¿Cómo se puede identificar a un niño que tiene TDAH?

-Generalmente los padres logran identificar que hay conductas disyuntivas que muchas veces no les permiten manejarlos ni educarlos, y lo mismo les pasa a los maestros. Ven conductas intensas y frecuentes en ellos que hacen que se planteen que algo raro está pasando. Es aquí cuando suele recurrirse a un psicólogo o un psiquiatra.

¿Qué conductas son estas?

-Realmente si hacemos una lista de las conductas más frecuentes muchos padres pueden pensar que ellos tienen un hijo similar, ya se trata de inquietud, impulsividad o falta de atención, pero no son estas las conductas que más llaman la atención de sus padres o profesores. Hablamos, por ejemplo, de un niño que no sigue instrucciones, no termina una tarea, salta de una cosa a otra, le cuesta organizarse, manejar el tiempo o mantener una orden y darle seguimiento, no mide las consecuencias de sus acciones... todas estas conductas hacen que ellos suelan tener problemas en la escuela, donde necesitan seguir unas instrucciones y controlar su comportamiento. Es entonces cuando el maestro se pregunta por qué no son capaces de hacer una cosa tan simple como seguir una instrucción o retener una información y luego ejecutarla. Ahí es donde nos damos cuenta de que lo que realmente tienen es una limitación en las funciones ejecutivas, que son la capacidad de organizar, priorizar, resolver problemas y planificar, cosas fundamentales en la vida cotidiana. Por eso no cumplen algo tan sencillo como ponerse el pijama. Seguir esa orden implica poner atención, mantener la orden en la memoria y seguir una serie de pasos para terminarla. La pregunta clave es por qué si sabe cómo hacerlo no lo hace, una cuestión para la que el niño no tiene respuesta.

¿Está claro el límite que hay entre un niño con TDAH y otro que sea simplemente despistado o desobediente?

-Lo que marca la diferencia es la intensidad y la frecuencia, que hace que él no sea funcional, es decir, que se esté convirtiendo en un problema en la vida cotidiana tanto en casa como en la escuela.

¿Se tiene a confundir el TDAH con la hiperactividad?

-Sí. Esto se debe a que el término hiperactividad se usaba para referirse a estos niños hace mucho tiempo, pero en realidad la inquietud y la hiperactividad son solo un síntoma que pueden presentar, aunque no todos. Cuando esta inquietud está sumado a otros comportamientos podríamos estar ante un trastorno.

En cualquier caso quien decida si se trata de un trastorno siempre tiene que ser un profesional, ¿no?

-Siempre. Un error fácil de cometer es el de generalizar. Hay multitud de factores que debemos tener en cuenta antes de tomar una decisión, hay que hacer un diagnóstico diferencial descartando muchas otras posibilidades que existen.

Siempre se habla del TDAH en los niños, ¿significa esto que cuando llegan a la edad adulta dejan de tener este trastorno?

-En la adolescencia y la vida adulta se mantiene pero, como en todo, uno va madurando y los síntomas parecen disminuir. Evidentemente no es lo mismo un niño de siete años que un adulto de 30. Puede haber esa misma inquietud en ambos, sin embargo por la madurez uno tiene mayor control que el otro.

En pocos años ha crecido mucho el número de diagnósticos, ¿piensa que puede existir una sobrediagnosticación?

-Es posible que haya un sobrediagnóstico, pero eso recae en la responsabilidad de los profesionales porque son ellos los que dicen si un niño tiene TDAH o no lo tiene. Hay que tener muchísimo cuidado en esto, quienes hacen este diagnóstico deben ser personas con experiencia y estar preparadas para saber detectar este problema.

¿Qué opina de las críticas que existen hacia la medicación de estos niños?

-Clínicamente el tratamiento farmacológico es una opción. Habrá algunos niños que lo necesiten y otros que no, esto nuevamente va a ser un criterio puramente clínico. Lo que sí puedo decir es que hay muchos prejuicios al respecto, muchos comentarios negativos que alarman a los padres e incluso ponen en riesgo a los propios niños. La clave de todo esto es el conocimiento. Tanto los padres como en este caso los adolescentes, que son más conscientes, tienen que saber que el medicamento no es una cura, es solo un apoyo. La solución para solucionar su problema está solo en él, en sus padres y en el apoyo que reciba en la escuela. Si el entorno cambia y se le favorece, el niño empieza a tener cambios, pero no se puede esperar que por darle una pastilla vaya a cambiar inmediatamente.

¿Qué problemas puede suponer para un niño con TDAH que no se detecte que tiene este problema?

-Es como si tuvieses un problema físico y no te hubieran hecho un diagnóstico temprano. Si alguien no se da cuenta que tienes un trastorno vas a recibir críticas y no te van a saber apoyar, lo que a largo plazo va a afectar a tu autoestima, tus emociones y tus sentimientos. Esto supone muchos riesgos, sobre todo a nivel personal.

Tienes dos hijos que sufren TDAH que han tenido éxito académico y laboralmente. ¿Dar a estos niños como un caso perdido puede limitarles y privarles de metas que son capaces de alcanzar?

-Esta pregunta es la solución. Si todos estos niños recibieran el apoyo, el afecto, la credibilidad y el estímulo de sus padres, saldrían adelante, ellos y cualquiera. Esa es la mejor medicina que pueden tener, que sus padres crean en ellos. No importa cuánta dificultad tengan, si les miras a los ojos y les dices “tú puedes” y “yo creo en ti” ten por seguro que van a tener éxito.

¿Esto es trasladable también a los profesores?

-Sí, definitivamente. El maestro tiene la misma responsabilidad que los padres y no solo con los niños con TDAH, con cualquiera. Así como hay profesores que pueden darles esperanzas para seguir adelante, también pueden destruirlos con muchísima facilidad. El proceso de aprendizaje es su primera experiencia social, de logro y fuera de casa, donde ellos están aprendiendo a convivir y a desarrollarse, y el maestro es el guía que tiene que creer en ellos. Si el profesor no facilita una buena experiencia de aprendizaje a sus alumnos ellos van a sentir que no lo pueden lograr. Pienso que si los profesores entendieran el impacto que tiene en la vida de los niños siempre encontrarían la motivación en lo que hacen.

¿Hay novedades recientes en cuanto a cómo abordar estos casos?

-Se ha hablado mucho de estrategias, leyes o adaptaciones curriculares, pero al enfrentarnos a tantas opciones nos damos cuenta de que la herramienta más fuerte es la actitud. He estado en comunidades con muy pocos recursos en las que el maestro con una actitud positiva consigue resultados maravillosos, pero también existe todo lo contrario, hay quien tiene todos los recursos a su disposición pero no consigue nada positivo debido a su mala actitud.