Pamplona - Eunate Etxaide asegura que tiene una hija y media, y es que para ella Nika, la pequeña que acoge todos los veranos y navidades desde hace cuatro años, es una más de la familia. “Para mí y mi hija lo raro no es que Nika esté aquí, sino que no esté. Estamos ya deseando que llegue el verano para volver a tenerla con nosotras y cuando no está la espera se hace muy larga”, asegura.

Para ella apuntarse a este programa fue algo muy natural. “Un día escuché en la radio que hacían falta familias para acoger niños de Chernóbil y fue instantáneo”, comenta, así que tras asegurarse de que a su hija Ibone, que tiene la misma edad que Nika, le parecía bien, llamó a la asociación Chernóbil para comenzar los trámites y unos mese más tarde la pequeña de seis años llegó a su casa en Pamplona. “Ya le habíamos mandado unas fotos nuestras y en cuanto nos vio se lanzó a abrazarnos sin respetar el control, fue muy bonito”, recuerda sin esconder la sorpresa que sintió en el primer contacto que tuvo con la pequeña, pues le habían contado que eran unos niños serios y poco cariñosos.

Eunate apunta que, aunque la experiencia es muy positiva y recomienda totalmente acoger a uno de estos niños, no hay que obviar que los primeros días son muy duros para ambas partes. “Cuando nos vio estaba muy contenta, pero recuerdo que volviendo a casa paramos en un área de descanso y cuando se despertó y se encontró con gente que no conocía y a la que no entendía se puso a llorar”. A su parecer es importante que las familias tengan esto en cuenta antes de lanzarse a acoger a un niño, ya que hay quienes tras el primer mes se rinden. “Los inicios son complicados, pero luego eso queda prácticamente en el olvido. Solo hay que darle tiempo a la niña y a uno mismo para adaptarse”, considera Eunate.

La comunicación fue uno de los aspectos más conflictivos al principio, ya que estos niños no conocen el castellano ni el euskera. “Al principio hablábamos por gestos y señas, pero estos niños son muy listos y enseguida fue aprendiendo castellano -apunta-. Ahora el idioma no es ningún problema”.

A través de la asociación Chernóbil, Eunate y su hija tuvieron la posibilidad hace dos años de pasar la Semana Santa en Ucrania con Nika y su familia para poder así conocer de primera mano las condiciones de vida de la pequeña. “Cuando entré en su casa me impactó mucho ver las condiciones de vida que tiene allí, pero a media que pasaban los días me fui adaptando y a la semana me había acostumbrado, me marche con la impresión de que no es malo tener una vida tan humilde”, reflexiona. Su hija Ibone también experimentó estos cambios, aunque, asegura, para ella fue casi un juego. “Le había comentado que Nika vive en unas condiciones muy pobres, pero ella estaba encantada, me dijo que no son tan pobres, que tenían para comer”, comenta subrayando que para la pequeña el no tener baño, muebles o dormir todos en una habitación fueron cosas casi sin importancia.

La acogida de estos niños, procedentes de zonas con altos niveles de radiación, es especialmente importante para su salud, sobre todo en verano debido a que el calor eleva las partículas radiactivas. “A ella se le nota una barbaridad la mejoría por venir aquí, en las revisiones médicas que le hemos hecho siempre nos han dicho que está muy sana”, afirma.

Los acogimientos temporales a través de la asociación terminan cuando los menores cumplen los 16 años y Eunate se muestra convencida de que hasta que llegue ese momento Nika pasará con ellas el verano y las Navidades. “No me planteo la posibilidad de que no venga -afirma con rotundidad-. Si tuviese algún problema económico prescindiría de otras cosas como irme de vacaciones, pero Nika es una más en la familia y ese dinero no puede estar mejor empleado”. - L.H.