PAMPLONa - Dice el experto Josean Echauri que el porcentaje de reincidencia de un agresor sexual, entre el 11 y el 17%, es el más bajo en todos los ámbitos de la delincuencia. Un delito común suele rondar el 35-40% de reincidencia. El problema es que ese 14% que puede reincidir en un delito sexual, o aquellos que lo cometen por primera vez, violentan lo más íntimo y causan gran alarma social. En caso de que puedan trabajar en un programa de intervención psicológica con estos individuos, ese porcentaje de reincidencia se reduce a la mitad.

Echauri habla después de haber tratado a 19 hombres en una terapia que empezó como programa piloto en 2011 y que no fue hasta el año pasado cuando fue sellada por el membrete oficial y empezó a recibir más derivaciones de los juzgados penales. Antes de que eso ocurriera en 2017, el equipo de psicólogos de Psimae atendía a individuos que acudían de una forma voluntaria para controlar un impulso irrefrenable y no había ningún centro especializado para ellos. “Todo eran tratamientos genéricos”, recuerda Echauri.

Este y su equipo atienden a seis agresores que ahora mismo siguen en tratamiento (cuatro en libertad aunque pueden tener la pena de cárcel suspendida a condición de someterse al tratamiento y dos en prisión) y ya intervinieron con otra media docena que finalizaron con éxito y mejoría y siete causaron baja durante la atención, bajas que se producen en ocasiones por cambios de residencia o porque hay que tratar cuestiones especialmente delicadas, como la infancia, a lo que el sujeto se cierra en banda y es imposible explorar.

“Los últimos que nos han llegado tienen que ver con temas de pornografía infantil, por descargas y compartir archivos. Es muy distinto cuando una persona viene de forma voluntaria, reconociendo un problema y queriendo trabajarlo, a las personas que vienen forzadas por una condena y porque el juez dice que tienen que venir”, relata el psicólogo, que dice que entre estos agresores hay más asunción de responsabilidad que entre los agresores de género. Ambos programas ofrecen similitudes en cuanto a que se tratan de intervenciones individualizadas y a la carta y en función del delito y del tipo de persona se arma su terapia. Asimismo, si en la primera fase, la de evaluar al sujeto, se detecta algún problema de consumo de tóxicos o de patología mental, se produce una derivación. No sigue el programa y acudirá al centro especializado. “Pero entre los agresores sexuales no suele aparecer mucho la mezcla con abuso de alcohol y drogas”, resume el especialista, que señala que el tratamiento puede prolongarse entre año y medio y 4 años en función de múltiples variables (gravedad de la conducta, origen del delito...).

TRES PERFILES DE AGRESORES Los profesionales de este ámbito suelen agrupar a los agresores sexuales en tratamiento en tres tipos de perfiles. El primero se corresponde con el adulto que tiene un perfil “criminal y antisocial. Es el reincidente y el menos común, pero también está presente. Lo llamaríamos violador o gran depredador. Agrede sexualmente sin ir explícitamente a ello, pero es un delincuente incorregible, que lleva la parte sexual aparejada. Sería el individuo que entra en un chalet a robar, se encuentra con la propietaria de la vivienda y a su vez comete una violación sobre ella. No iba a violar, pero lo hace porque es un criminal. Estos formarían parte del 11% irrecuperable”.

El otro perfil es el delincuente sexual especializado. Se trataría del pedófilo que se excita con vídeos de menores, el exhibicionista, el voyeur... “Todas estas parafilias que nos encontramos en mucha gente que no tiene nada de antisociales, pero tienen una disfunción clara”. Por último, surge aquel que irrumpe en este programa porque de manera esporádica ha tenido una conducta sexual delictiva. “Se asociaría con el típico caso que realiza tocamientos cuando se encuentra de marcha y se ampara en que ha bebido. Es muy difícil que este reincida. Es un agresor ocasional”. - E. Conde