Todo fueron nervios y desconcierto durante la madrugada del 22 de noviembre de 2016. Tanto para los jóvenes que hallaron al bebé como para los ertzainas que lo rescataron y los sanitarios que atendieron a la cría. “Llegó envuelta en una especie de tela fina. Venía con el cordón umbilical atado con el cordón de un zapato”, relató ayer la enfermera que esa madrugada trabajaba en el turno de urgencias de Pediatría del Hospital Universitario de Donostia.

Poco antes, había tenido lugar el hallazgo de la criatura. Dos jóvenes que habían finalizado su jornada laboral y que iban en dirección al coche estacionado en el Paseo Nuevo escucharon lo que creían el maullido de un gato. “Nos acercamos al contenedor y después de ver la mano de una niña llamamos al 112. No se le veía la cara. Fue todo muy rápido y nos pusimos muy nerviosos”, relató ayer uno de los camareros, el primero que tuvo contacto con Ane tras ser abandonada.

Todo era oscuridad, y un bebé entre desperdicios que no dejaba de llorar. Mientras uno de los compañeros se quedaba junto al contenedor y encendía la linterna del móvil, apartando bolsas de basura negras hasta descubrir a la niña, el otro salió disparado al Paseo Nuevo en busca de ayuda.

En ese momento patrullaban por la zona dos agentes de paisano de la Ertzaintza. Alertados de lo ocurrido se acercaron al contenedor. “Bajé del coche y descubrí al bebé con el cordón umbilical, cubierto con una manta negra. Era una noche fría en la que la humedad y el intenso viento acrecentaban la sensación térmica”, relató un ertzaina. La pequeña, arrojada junto a una de las paredes del contenedor sin tapa, pudo permanecer más de una hora abandonada entre la basura.

Fue este mismo policía quien tomó al bebé en sus brazos. Los agentes le trasladaron al Hospital Universitario Donostia en su propio vehículo. “Fue la situación más tensa que he vivido en mi carrera profesional”, reconoció ayer el compañero del hombre que le rescató del contenedor.

Se dirigieron al servicio sanitario. Eran las tres de la mañana. La enfermera de Urgencias de Pediatría que le atendió en primera instancia explicó que, si bien en un principio “estaba hipotérmica, enseguida reaccionó bien y le pusimos unas toallas calientes”. A preguntas de la abogada de la defensa dijo que “era una recién nacida bonita” que tenía “el cordón umbilical atado con el cordón de un zapato”.

Una auxiliar de enfermería que también atendió a la pequeña explicó que en cuanto llegó a sus manos fue monitorizada y pronto recuperó la temperatura corporal normal. “Tenía un nivel de glucemia normal. La lavamos, la calentamos y la dejamos ingresadas tras comprobar que tenía buena coloración y respondía a los estímulos llorando”, corroboró el pediatra de guardia que también supervisó el estado de salud de la cría.