tudela - Desde su estanco situado en la calle Ador del Barrio de Lourdes de Tudela, la familia de Enrique Arnáiz y Laura Utiel ya ha repartido, en menos de quince días, más de 7 millones de euros porque a los 6,9 millones que entregó el día 22 de diciembre hay que sumar los dos décimos del segundo premio 61.776 que vendió para la Lotería del Niño. Los dos décimos, comprados en máquina, suponen 150.000 euros que ayer aún se desconocía si habían sido para la misma persona o para dos diferentes. Lo cierto es que esta administración ha alcanzado unas cifras que serán difíciles de superar.
Pese a ser domingo, la familia tudelana tuvo que abrir el negocio para atender a los medios de comunicación que se agolpaban a sus puertas. La hija de Enrique y Laura, Mar Arnáiz, casi no se lo podía creer mientras pegaba en la puerta el tradicional cartel de “2º Premio. Vendido Aquí”.
Con 55 años a sus espaldas con el estanco abierto, el negocio de esta familia nació casi a la vez que el Barrio de Lourdes (hacia 1953), una zona de gente trabajadora que tuvo que acoger a muchos emigrantes que llegaban desde todas las partes del país para las nuevas industrias de Tudela. Ayer, con pocos años vendiendo lotería, eran de nuevo el centro de atención de la noticia, por segunda vez en 15 días ya que la alegría que ha repartido por la ciudad en este tiempo es inmensa.
Con los carteles aún presentes de los premios de Navidad, Enrique García, muy emocionado, sólo podía dar la razón a quienes desde Loterías y Apuestas del Estado en Pamplona les avisaron de que la suerte, donde cae, repite. “Nos avisaron, después de lo de Navidad, que la suerte se suele repetir. Aun así no me explico dar tanto premio”. Solo habían rozado la suerte hace 3 o 4 años pero este final de 2018 y principios de 2019 va a ser difícil de olvidar. La suerte también, como suele pasar, ha servido para recibir más clientes, “se ha notado mucho en el aumento de las ventas. Incluso ha venido gente de fuera de Tudela que había oído que habíamos dado premios y venían de propio”.
Enrique aseguraba sentirse “emocionado y en una nube” mientras afirmaba que aunque no sabía a quién lo habían vendido, manifestaba casi un deseo: “Ha sido a gente del barrio, seguro”.