pamplona - La sala de subastas que adquirió Alberto Tejada y que trajo de Bilbao a Pamplona allá por el año 2004 no resultó ser un negocio tan boyante como el subastador pretendía. Una de sus tres empleadas, que a su vez fue su pareja en los últimos años, reconoció ayer que “la sala apenas tenía actividad, tenía pocas ventas, sufría pérdidas y solo se mantenía porque Alberto inyectaba dinero en efectivo para darle liquidez”, sostuvo esta administrativa, que dijo desconocer la procedencia de los fondos que aportaba Tejada. “Nunca me he metido en su economía. Sabía que era agente bancario de Bankinter, Bankoa y el banco Sabadell, pero nunca he visto que los clientes llevaran dinero en metálico. Solo les veía que a veces se iban juntos con él, a comer o a alguna oficina”.

La cuarta sesión del juicio contra el acusado de falsedad y estafa, para el que la fiscal reclama 15 años de prisión, dejó el testimonio de esta exempleada como nota destacada, puesto que la mujer también vino a reconocer, debido a la vida que hacían en pareja, que su tren de vida “era elevado. No sabía el dinero que Alberto tenía, a veces me asustaba porque veía que no tenía ventas y pasábamos vacaciones en alta mar en un yate, solíamos comer en buenos restaurantes, y eso no se lo puede permitir cualquiera”, manifestó ayer, a la par que recordó que los empujones económicos que el procesado hacía en forma de transferencias a su propia empresa “eran llamativos, porque era mucho dinero en metálico. Pero nunca pensé que ese dinero tuviera una procedencia irregular. Yo veía que la empresa daba pérdidas y que él intentaba que continuara porque los gastos no paraban y apenas había ingresos”, manifestó. Esta empleada se enteró un mes antes de que el acusado se autoinculpara en el juzgado de la actividad delictiva de su jefe y pareja. “Me llamó en junio de 2017 una de las inversoras afectadas. Me dijo que le gustaría ver a Alberto para decirle cuatro cosas. Y yo le dije que incluso prefería no volverlo a ver”.

EL ACUSADO NO MIRA A NADIE La actitud del procesado durante la vista oral no deja de ser elocuente por su pasividad y falta de empatía con los testigos de su situación actual, tras más de dos años en prisión provisional, arruinado, con una treintena de perjudicados que se lanzarían a su yugular y un montón de años de cárcel como reclamaciones de las acusaciones. Así, Tejada ha optado en la vista por confeccionar notas manuscritas en los folios que le ofrece su abogado, el penalista José Cabrejas, y rehuir la mirada hacia cualquier afectado, incluso a su exmujer y a su expareja de ayer que también había sido su empleada en la sala de subastas.

Otros siete testigos que declararon anteriormente -tres hermanas e hijas de una mujer que tiene ahora 94 años y que reclaman 660.000 euros- y dos matrimonios, familiares entre sí y que exigen entre 25.000 y 100.000 euros, recordaron que de las inversiones con Tejada era “imposible sospechar” porque actuaba como agente de los bancos y ello hacía que todos se fiaran de él.